9 ago 2016

Un año de la muerte de Aylan

 Un año de la muerte de Aylan/Tono Albareda, vicepresidente de Lafede.cat
 El Periódico, 9 de agosto de 2016
El próximo 2 de septiembre hará un año de la aparición en una playa turca del cadáver del niño kurdo Aylan Kurdi en una playa turca. Aquella imagen sobrecogedora sacudió la opinión pública mundial y sigue siendo el símbolo de una crisis en la que ya han muerto en el Mediterráneo cerca de 7.000 personas. Hace un año no podíamos ni imaginar hasta qué punto los refugiados dejarían en evidencia cómo de frágil era nuestro proyecto europeo, ni cómo nos partiríamos en dos Europas: la de los gobiernos e instituciones que, incapaces tanto de solucionar la crisis siria como de asumir sus propios compromisos de reubicación de refugiados, ‘subcontratan’ a países terceros para contener el éxodo, o la de los municipios y organizaciones que exigen más y mejores instrumentos técnicos, legales y políticos para la acogida; la Europa de los que atizan el odio y la islamofobia, o la de los miles de voluntarios que ayudan a las personas que llegan.

 Un año después de la muerte de Aylan, la crisis de los refugiados lo ha cambiado todo, también la agenda y la forma de trabajar de las oenegés. En Lafede.cat nos hemos sumado a las plataformas que piden vías seguras y legales para las personas que necesitan protección internacional. Hemos denunciado que la gestión que se está haciendo de la crisis contradice los principios más elementales del actual sistema europeo de ayuda y cooperación internacional, y que los acuerdos que se están firmando suponen serias amenazas para los derechos humanos.


Al contrario de lo que piensan los líderes europeos, creemos que la integración de las personas refugiadas en las diferentes sociedades de acogida es una oportunidad de oro para rehacer Europa desde principios más democráticos. Ante la evidente falta de voluntad política del Estado español, Catalunya ha estado a la altura tanto por los compromisos del Govern para acoger, como por los esfuerzos de coordinación hechos entre administraciones y sociedad civil para hacerlo posible.
 Hay que decir sin embargo que sin el sustrato de años de trabajo de muchas organizaciones y colectivos que han trabajado para que el país dispusiera de leyes y recursos propios para la solidaridad y la acogida -y que han levantado miles de campañas y proyectos para la paz o los derechos humanos-, no habría sido posible poner en marcha un Comité de Acogida para las Personas Refugiadas con una participación tan amplia y diversa.
 Este comité ha supuesto que, por primera vez, las redes asociativas y las estructuras institucionales que emprenden iniciativas o políticas de solidaridad en nuestro país, y las que se ocupan de apoyar a los colectivos más vulnerables, comparten espacio y propuestas. El Comité de Acogida catalán es el primer espacio político colectivo para hacer efectivas la solidaridad y la justicia globales, tal y como requiere un mundo complejo e interconectado, y es con esta nueva visión que hoy decimos que queremos acoger, que estamos preparados para hacerlo, y que no nos dejan.
 A pesar del camino recorrido, los retos son muchos: hay que seguir presionando para poder acoger, y hacerlo bien. Es necesario, en primer lugar, atender a la diversidad de las personas que lleguen con un modelo de acompañamiento y acogida flexible: no todo el mundo necesita el mismo, ni el mismo tiempo, para llegar a vivir con plena autonomía, y hay que gestionar los recursos teniéndolo en cuenta.
 Asimismo, es necesario que los municipios tengan un papel protagonista porque es en pueblos o ciudades donde visitamos al médico, vamos a la escuela y hacemos amigos. Por otra parte, es necesario que desde entidades, instituciones y medios de comunicación redoblemos los esfuerzos informativos y educativos para ayudar a gestionar la incertidumbre y el miedo de nuestra sociedad. No será posible hacerlo sin afrontar paralelamente las graves desigualdades en nuestro país, y sin crear condiciones para que todos sientan que nuestros vecinos migrantes o nuestras vecinas refugiadas también son ‘nosotros’ y que no hay , ni debe haber, competencia por los recursos o los servicios.
Un año después de la muerte de Aylan Kurdi, hay que decidir qué Europa queremos ser o qué queremos construir. En septiembre, por fin y por primera vez -y gracias a los refugiados-, Naciones Unidas convoca a los jefes de Estado y de Gobierno para hablar del gran tema de fondo: las migraciones internacionales.
Sin embargo, solo una ciudadanía más consciente, movilizada y comprometida puede enderezar el rumbo europeo y mundial. Nuestra experiencia internacional nos dice que las aportaciones catalanas son bienvenidas y que podemos aspirar a que resulten significativas. Quizá es la mejor manera, y la más valiente, de demostrar qué papel queremos jugar en el mundo y de ganarnos el respeto internacional.

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