4 mar 2018

Viaje frustrado de Peña Nieto a Washington

PROCESO # 2157, 4 DE MARZO DE 201
Viaje frustrado de Peña Nieto a Washington/OLGA PELLICER
La noticia fue recibida con alivio. ¿A qué iba Peña Nieto a Washington? Los temas difíciles de la agenda están empantanados. La renegociación del TLCAN avanza difícilmente y va para largo; la reforma migratoria no encuentra camino; la cooperación en materia de seguridad no detiene la violencia; el muro sigue presente. Ante todas esas dificultades, no se ha ­articulado un buen discurso sobre lo que quiere México con Estados Unidos en la era post-Trump
Medios de comunicación estadunidenses informaron que había la intención de firmar varios acuerdos en materia de drogas, asuntos fronterizos y otros temas (NYT, 27/02/18). A cuatro meses de la celebración de elecciones presidenciales, y cuando el candidato del partido en el poder ocupa un modesto tercer lugar, firmar compromisos cuyo contenido se desconoce es asunto que produce malestar. No se puede perder de vista que la popularidad de EPN es muy baja y, según encuestas, la mayoría de la población mexicana tiene mala opinión de Trump.
El tema de la relación con Estados Unidos se debe abrir a debate por parte de los candidatos presidenciales. Esta vez la política exterior no puede ocupar un lugar secundario en la campaña. Las circunstancias creadas por la enorme incertidumbre existente en el ámbito internacional, en particular los comportamientos inesperados del presidente de los Estados Unidos, obligan a estar atentos. Muchos aspectos de la economía, la política y la seguridad en México están de por medio.
Consecuencia de la llegada a la presidencia de Trump ha sido darle mayor visibilidad a lo mucho que la marcha de la vida en México depende de factores externos. El comercio exterior, alentado por las reglas del TLCAN, representa 67% del PIB; 80% de las exportaciones se dirige al país del norte. Las remesas de los mexicanos trabajando en Estados Unidos son más altas que los ingresos por turismo y contribuyen notablemente a la mejoría de niveles de vida en algunos estados del país.
En otro orden de cosas, la violencia, que tanto ha empeorado en los últimos tiempos, se vincula con el tráfico de drogas propiciado por su consumo en Estados Unidos. La manera de combatir el tráfico, hasta ahora muy poco exitosa, está inspirada por los asesores estadunidenses. A todo ello cabe sumar el tráfico de armas proveniente de aquel país que contribuye a fortalecer a la delincuencia organizada. En pocas palabras, la marcha de la economía y la seguridad mexicana camina bajo la influencia de Estados Unidos.
Desafortunadamente, quienes han gobernado al país en el presente siglo se resisten a reconocer y manejar dicha influencia (PAN, PRI). Con excepción de los dos primeros años del gobierno de Fox, la relación a nivel gubernamental desde la perspectiva de México ha sido distante, monotemática o conducida con extrema secrecía. No existen asesores bien capacitados, conocedores de la realidad estadunidense, capaces de diseñar diversos escenarios para la evolución posible de la relación, los problemas a enfrentar y la manera de manejarlos.
Hasta ahora los principales contendientes para las elecciones se han centrado en las descalificaciones y acusaciones mutuas. Muy lejos nos encontramos de un intercambio interesante de puntos de vista sobre cómo conducir las relaciones con el exterior. El único partido que ha externado una opinión al respecto ha sido Morena. Quien forma parte del “gabinete” de Andrés Manuel López Obrador si llega al poder, Graciela Márquez, quien tendría la cartera de economía, fue citada por Bloomberg diciendo de manera muy cautelosa y profesional: “El TLCAN es una parte valiosa de la economía nacional y no buscaría empezar de cero en los trabajos para su modernización. Ha sido un instrumento que ha creado empleo y acelerado la apertura de México a la economía global. Pero no es una panacea, se debe desarrollar el mercado interno, sin recurrir al proteccionismo” (01/02/18).
En realidad, será en los debates que se aproximan y en las actividades que con toda seguridad llevarán a cabo los candidatos en Estados Unidos cuando se conocerá mejor su pensamiento. Definir una posición sobre la relación con Estados Unidos no es tarea fácil. Es indispensable encontrar el equilibrio entre preservar las actividades productivas que se llevan a cabo conjuntamente con Estados Unidos, las cuales han permitido colocar a México como un importante exportador de manufacturas a nivel mundial, y al mismo tiempo irlas modificando para que sus beneficios alcancen a grupos y regiones más numerosos al interior de México.
No se puede estar en contra de lo que se ha logrado en materia de industria automotriz. Pero mucho se puede hacer para elevar el contenido nacional, hasta ahora muy bajo, favoreciendo a las pequeñas y medianas industrias, principales creadoras de empleo. Mucho se puede hacer para dar el paso de país maquilador –lo que realmente somos actualmente– a país capaz de introducir componentes más sofisticados, con valor agregado proveniente de conocimientos en materia de ciencia y tecnología.
Lo anterior es sólo un ejemplo que coloca sobre la mesa uno de los temas centrales de la política exterior. Ésta debe vincularse con la política económica interna. Sólo así cobra sentido una política exterior que ha dado gran atención a los acuerdos de libre comercio. Éstos pierden gran parte de su razón de ser si, paralelamente, no se incentiva a los empresarios para diversificar mercados y ser competitivos más allá de nuestra región geopolítica inmediata.
El encuentro entre los presidentes de México y Estados Unidos es una asignatura obligada. Pero tiene que ir acompañada de un discurso en el que se transmitan los intereses y prioridades de México de una manera mucho más elaborada, ambiciosa y convincente de lo que se ha hecho hasta ahora. El grado en que se elabore ese discurso será una de las señales de que hay proyecto para avanzar hacia un México más igualitario, más digno y menos violento. Será un factor importante para determinar el voto de quienes ven con escepticismo el proceso electoral.

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