24 oct 2021

AMLO, ¿amnésico o tahúr?/ Inocencio F. Arias

 AMLO, ¿amnésico o tahúr?/ Inocencio F. Arias es embajador de España.

ABC; Sábado, 23/Oct/2021


El mexicano López Obrador ( AMLO) me tiene intrigado. ¿Es un farsante o un ignorante? Quizá no, aunque ‘The Economist’ hizo recientemente un descarnado retrato del personaje, tildándolo de ‘falso profeta’, colocándolo en la galería de populistas como Trump, Bolsonaro y pronosticando que empeorará la economía mexicana.

Acompañé a Calvo-Sotelo a México en una visita en la que nuestro presidente resaltó caballerosamente que España respetaría la adquisición de petróleo en momentos en que el precio se desplomaba («los gachupines tienen palabra», comentó un periodista). Fui solo al espléndido museo de la ciudad. Me pegué fugazmente a un grupo de argentinos y me pasmó el relato de la guía. Se recalcaba que los aztecas eran seres pacíficos que vivían en un edén envidiable aniquilado por la barbarie inhumana de los españoles. Sin matices. Todo dicho sin odio, pero con machaconería. Algo diferente de lo que sostenían los libros del bachillerato franquista, lo que explica la actitud esquiva de nuestra izquierda.

Me asombró, aun intuyendo que los conquistadores no se andaban con chiquitas, la narración brutalmente maniquea. No sólo los españoles eran horribles, sino que la guía parecía hablar de seres que no tenían nada que ver con ella, a pesar de sus apellidos e incluso facciones. Más tarde, en otra visita con el Príncipe Felipe, alguien sugirió, admirando el impresionante Zócalo, que nos acercáramos a la tumba de Cortés en el hospital que había fundado y costeado hasta su muerte. Hubo desconcierto en el subdirector de protocolo que nos acompañaba. Remoloneó azorado, se resistía, consultó telefónicamente, y finalmente, ante mi insistencia, fuimos a la iglesia. Allí, oculto a los fieles que no estén en el primer banco, en la parte alta lateral del altar, se lee el nombre de Hernán Cortés. Un historiador imparcial puede deducir que el extremeño, con sus sombras, fue un audaz militar, hábil estratega, amén de notable diplomático; otros, que es el fundador de aquel país. Los mexicanos han aprendido que era un ser despreciable, capaz de enormes salvajadas, un innombrable.

Esta es la impresión que transmite AMLO con sus peticiones de que pidamos perdón. Hay quien piensa que las denuncias de presidentes de aquel continente son una cortina de humo para ocultar problemas: Maduro querría ignorar que cinco millones de venezolanos han abandonado Venezuela; el peruano Castillo, que con su sombrerito parece el ‘gracioso’ de una zarzuela de Lecuona, quizá no puede explicar por qué su país tiene proporcionalmente el mayor número de muertes de Covid del mundo y que él no tiene solución para ese u otros temas. Entonces hace una afirmación estulta propia de alguien inmaduro: la precariedad del Perú obedece a la estructura que dejaron los españoles. Gran sandez. ¿Llevan 200 años de independencia, se han sucedido gobiernos militares, civiles, entre ellos el izquierdófilo Apra, y no han tenido tiempo para arreglar los desaguisados que dejó España? Penoso.

AMLO es diferente. Manejó toscamente la pandemia, tuvo alguna ocurrencia como despreciar las mascarillas o comentar que robar o mentir menos pueden ser un antídoto, pero no creo que su obsesión con nuestras disculpas sea del todo una maniobra de distracción (Hay diez mujeres muertas violentamente cada día). Él, como varias generaciones mexicanas, ha mamado la historia con la leche sesgada que destiló el PRI: los españoles eran indefectiblemente crueles, codiciosos y racistas; las poblaciones indias, ejemplares, bucólicas, amantes de la paz. Los exiliados españoles de nuestra guerra civil, aletargados por la excelente acogida mexicana, no pudieron o no quisieron, a pesar de su influencia, diluir esa interpretación.

La imagen no se tiene de pie. Cortés, en época universal de aventuras militares, tuvo tanto de conquistador, humano o brutal, como de libertador. Aquí entra la amnesia o el cinismo de AMLO ante la doble pregunta que cualquier adulto puede hacerse: 1. ¿Cómo pudo el extremeño con unos 400 hombres derrotar a cien mil aztecas? Con la ayuda de decenas de miles de indios de otras tribus. 2. ¿Y por qué se le unieron sin vacilar? (como cuenta Fernando Cervantes, 8.000 tlaxcaltecas transportaron a hombros las piezas de los bergantines de Cortés que darían el asalto a la capital, y otros miles abrieron dos kilómetros de canal para que navegasen y muchos más lucharon a su lado). ¿Sedujeron los españoles a las tlaxcaltecas para que convencieran a los hombres de su tribu? ¿Regalaron espejitos a los hechiceros y les enseñaron a hacer fuego con magia potasia? No, la respuesta es más simple. Los aztecas oprimían tan despiadadamente a los vasallos exigiendo regularmente, por ejemplo, la entrega en determinadas festividades de miles de personas para ser sacrificadas, y luego devoradas, que esas tribus abrazaron a Cortés pensando que no les iba a ir peor. No se equivocaron.

La memoria histórica es selectiva, los paladines de la nuestra agrandan lo ocurrido en Badajoz y olvidan algo mucho más gordo, Paracuellos. El asesinato de Lorca es prueba de la maldad intrínseca del franquismo, la muerte de Muñoz Seca, un suceso aislado lamentable (son dos asesinatos igualmente canallas). Obrador va más lejos: escamotea totalmente el comportamiento salvaje de un lado. Para devolverle la memoria, y puestos a hacer tonterías masoquistas, yo propondría al presidente la organización de un seminario que discutiera en detalle el comportamiento de los dos bandos.

No hablaríamos de si, siendo bárbaros, llevamos la rueda, el caballo, la vaca y hasta la religión y la lengua. Esto serían filfas tópicas. Tampoco que España fundó, de 1538 a 1812, 32 universidades en Iberoamérica (Gran Bretaña cuando dejó la India 135 años más tarde solo había creado tres). Que montamos decenas de hospitales, algunos gratuitos para indios. Que nuestra colonización resiste la comparación con cualquier europea. Que sor Juana Inés de la Cruz, como Cortés, siendo mexicana, era española... No, se examinarían dos aspectos: 1. El trato a los vasallos. ¿Es verdad que a los sacrificados a Huitzilopochtly se les arrancaba el corazón, que era engullido por un gerifalte mientras la sangre fluía hacia abajo en la pirámide? 2. La dieta. ¿Es cierto que los mexicas-aztecas eran caníbales, los españoles capturados eran descuartizados y sus miembros repartidos, que el emperador, poco carnívoro, disfrutaba al menos con los muslos de niño?

Sobre el trato a los indígenas se podría recordar que en pleno siglo XX los belgas seguían prohibiendo las uniones mixtas en el Congo, los hijos de blanco y negra eran arrebatados a las madres y desaparecían en instituciones lejanas y que 500 años atrás los españoles se casaban con indias y mestizas; podríamos añadir que el venerado estadounidense Jefferson tuvo cuatro hijos con su agraciada esclava Sally y no emancipó nunca ni a madre ni a hijos. 300 años antes, el denostado Cortés los tuvo con la vituperada Malinche, les dio su nombre, los educó y porfió con Felipe II para que los hiciera caballeros. Otro contraste en el trato a los indios entre el norte y el sur.

Esto no convencerá a López Obrador. ¿Desmemoriado o fullero? Un poquito de cada, no sé. Pero me atrevería a decirle, señor presidente, si el innombrable Cortés tuviera algún rasgo de hijo de mala madre, Moctezuma y Cuauhtémoc serían rotundamente los hijos de una enorme gran chingada.


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