3 nov 2021

Sinaloa un gobierno de izquierda/ César Velázquez..

ZONA POLITEiA/César Velázquez Robles

El ritual del poder en la ascensión de un gobierno de izquierda (2 de 2)


Decía ayer que la intervención de Rubén Rocha Moya en su toma de posesión como gobernador del estado, habría que dividirla en dos partes: una primera relacionada con los saludos a todos sus invitados especiales –bueno, menos a uno— en la que se vio lejos de esa actitud hierática de los hombres del poder cuando se sienten tocados por Dios. Lo hizo de manera natural, espontánea, de pronto actuaba –porque es un auténtico actor— como si estuviese frente a los alumnos impartiendo una clase, lo que también es una muestra de que por más alto que vuele y mire lejos, no olvida sus orígenes. Diría que esos son buenos puntos para Rocha. Estaremos ante un estilo personal de gobernar más abierto, más pluralista y respetuoso de las diferencias, más conciliador, sensible y dispuesto a dar acomodo a las voces diversas que quieren y tienen algo que decir sobre el Sinaloa que tenemos y el Sinaloa que queremos para los años venideros. 

No quiero decir que Quirino lo era, pero tiene otra formación y otra cultura, que le impidió conectar con una generación y un estilo distinto de hacer y entender la política: la corriente de esa cosa difusa que a estas alturas llamamos seguimos izquierda, y a la que todo mundo ahora se quiere subir en Sinaloa como si fuese una especie de band wagoon. Y empezaré justamente a glosar su discurso precisamente en este punto. Vamos a esa tarea.

Rocha, en su discurso, en la parte leída, pues, dijo: “He sido, soy y seré siempre un hombre de izquierda; me formé en una izquierda sin dogmas, abierta y libre, cuyos ideales animaron mi convicción por luchar contra la injusticia, la desigualdad, la intolerancia y la discriminación”. Es una afirmación que habría que matizar: Rocha, como todos los que más o menos somos contemporáneos y que nos formamos en la izquierda, --más o menos reformista, más o menos radical-- no viene de una izquierda antidogmática o libertaria. Por el contrario, la nuestra fue una izquierda sectaria, dogmática e intolerante, no solo entre nosotros, sino en relación con las demás corrientes. Es comprensible: era la época del autoritarismo y la intolerancia del viejo sistema político, pero los golpes de realidad, nos fueron obligando a entender que fuera de las catacumbas políticas en que nos movíamos, había otra realidad: poco a poco nos fuimos haciendo demócratas, liberales, conciliadores. Fue un proceso gradual, de aproximaciones sucesivas, de prueba y error. De experiencia que se fue acumulando y sedimentando a través de años de práctica y de responsabilidades institucionales y políticas. 

Si, en efecto, creo que es un hombre de izquierda; lo fue durante el tiempo que sirvió en los regímenes priistas –por lo que lo han tratado de descalificar no pocos viejos izquierdistas que creo que se quedaron en el pasado con sus anteojeras ideológicas--; fue parte de esa que los españoles llaman izquierda sociológica, para diferenciarla de la izquierda partidista, a la que se integró en esa rara mescolanza de priistas reconvertidos, oportunistas y trepadores, tardo-morenistas que llegaron y coparon posiciones de poder, dejando a la auténtica izquierda fuera de su movimiento, de los puestos políticos y de los cargos en la administración pública o en posiciones secundarias.

No se puede decir, en honor a la verdad, que en muchos de los cargos de la administración está representada la izquierda. Tengo la impresión de que esta alternativa que ha llegado al poder no representa a la izquierda, con todo y que Rocha provenga de ese ámbito. El programa anunciado, no muy relevante y que arroja pocas luces para calificarlo así, está integrado por un conjunto de medidas que cualquier gobierno –de izquierda, derecha o centro— está obligado a ejecutar. Creo que, en todo caso, un gobierno que se ha anunciado como alternativo, de izquierda, con que no haga una política de derechas sería más que suficiente.  Rocha ha puesto énfasis en que habrá una decidida lucha contra todos esos males que hablan de las grandes carencias de nuestra vida pública, cuando por ejemplo, afirmó: “hoy no solo inicia un nuevo gobierno alternativo a las viejas y caducas prácticas del poder público. Hoy no solo comienza un gobierno austero, transparente y enemigo de la corrupción y la impunidad.  Hoy iniciamos un gobierno enemigo de la indolencia y la indiferencia hacia el dolor de los que sufren y padecen la violencia de todo tipo”. Muy bien, pero esta declaración de propósitos, si revisamos bien nuestra historia, la hace todo gobierno, de izquierda, derecha o centro, porque además es a lo que todo gobierno está obligado. Si en verdad lo hace, y empieza a dar muestras de que así va a funcionar, será excelente.

Me parece que, pese a la lealtad explícita de Rocha hacia López Obrador, hizo falta una definición más clara respecto del federalismo centralizado, ese oxímoron que históricamente ha lastimado a la sociedad mexicana. El país requiere, exige con urgencia un federalismo cooperativo, democrático, solidario, lejos de ese federalismo anti-solidario que propugna la derecha ultra. Necesitamos, como he dicho en muchas otras ocasiones, impulsar un modelo de autoridad coordinada, no de autoridad subordinada, de cooperación, sustentado en la autonomía y en la corresponsabilidad de los ámbitos de gobierno. Lo que nos anunció en su toma de posesión creo que va en sentido contrario de un auténtico espíritu federalista. Los acuerdos con el presidente en apoyo a Sinaloa, siendo importantes, no definen un perfil propio; no anuncien un nuevo proyecto para la entidad, y los proyectos estratégicos que mencionó, la conclusión de las presas para el 2023 y el puente sobre la presa Huites, vienen de la administración anterior. Insisto: ¿cuál es el perfil, la identidad, el signo distintivo que nos permita hablar de que hay un gobierno alternativo, de izquierda? Creo que sigue faltando, y el discurso de toma de posesión salió debiendo en estos temas cruciales.

Queda, como siempre que inicia un gobierno, la esperanza de que las cosas cambien. La voluntad política, siendo muy importante, no basta. La sensibilidad frente a la pobreza y la desigualdad, tema en el que insistió en su discurso es clave, pero es insuficiente. Rocha tiene la enorme tarea de movilizar a todos los actores sociales, encontrar las convergencias y los consensos para romper los círculos viciosos que inhiben el despliegue de todas las potencialidades de los actores sociales y productivos de Sinaloa. Eso no lo encuentro en su discurso. Ojalá lo veamos pronto.

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