8 jun 2008

Colombia y Ecuador

Editorial del periódico EL TIEMPO; Junio 8 de 2008;
Una buena noticia
La decisión -anunciada por el Centro Carter y confirmada por los gobiernos de Colombia y Ecuador- de que las dos naciones reanuden, a nivel de encargados de negocios, las relaciones que se rompieron el 3 de marzo a raíz del ataque al campamento de 'Raúl Reyes' debe ser aplaudida con entusiasmo.
En términos prácticos, aun cuando no se trata de un restablecimiento completo de las relaciones bilaterales, significa que se retomará el diálogo directo (una de las consecuencias más severas de una ruptura de relaciones es que ese diálogo se rompe y debe efectuarse a través de un intermediario). Ahora, Bogotá y Quito podrán manejar sus contenciosos -que siguen siendo de calibre- directamente, en lugar de hacerlo a través de la embajada argentina o mediante declaraciones públicas.
La similitud en el lenguaje de los comunicados emitidos en las dos capitales, en los cuales los gobiernos manifestaron su "disposición" inmediata de concretar lo acordado, es evidencia semántica de un reconocimiento de fondo que debe hacerse: este paso fue posible gracias a la labor del centro que lidera el ex presidente y premio Nobel de la Paz Jimmy Carter.
Mediante una paciente y discreta labor y un proceso de reuniones de personajes destacados de Colombia y Ecuador, se arribó a la fórmula de revivir las relaciones mediante el mecanismo intermedio de los encargados de negocios, fórmula que el ex presidente discutió directamente con los presidentes Uribe y Correa hasta que se llegó al anuncio del viernes. Una muestra más de lo clave que puede llegar a ser un mediador ajeno al conflicto para bajar la tensión y abrir espacios de negociación, sin los cuales salir de este tipo de situaciones es casi imposible.
Lo que sigue -según se anunció- es una reunión de vicecancilleres y luego una de cancilleres, en la sede de la OEA, en Washington, para que un cruce oficial de notas diplomáticas formalice lo acordado. Que, no sobra recordarlo, es apenas un primer paso.
Para nadie es un secreto que ni los abrazos en la cumbre de Santo Domingo en marzo, ni las reuniones posteriores en la OEA -y, seguramente, tampoco este paso clave por sí solo- han eliminado los motivos que llevaron a la ruptura de relaciones. Ecuador insiste en pedir reparación por el ataque colombiano al campamento de 'Reyes' en su territorio y contempla el recurso a mecanismos de la justicia internacional para conseguirla, mientras Colombia se rehúsa a otorgarla. El mecanismo en la OEA para ventilar el conflicto sigue abierto, por insistencia de Quito. La violación de la soberanía territorial, para unos, y la idea de que se actuó en "legítima defensa", para otros, son argumentos que siguen pesando en la discusión.
Para la muestra, el día siguiente al anuncio del acuerdo sobre la reanudación de las relaciones hubo un nuevo cruce de declaraciones. A la insistencia de Rafael Correa en que no pedirá "permiso a nadie" para acciones humanitarias (en referencia a eventuales liberaciones de rehenes en suelo ecuatoriano), el canciller colombiano, Fernando Araújo, ripostó pidiendo respeto a "los principios de no intervención". Algo desalentador que estos cruces se presenten cuando aún no se concreta la reanudación de relaciones.
El paso hacia adelante que se ha dado debe servir para que dejen de hacerse estos pronunciamientos y se retome la labor de crochet, discreta y persistente, para devolver las relaciones entre Colombia y Ecuador a su plena normalidad. Ese es, ahora, el desafío.
editorial@eltiempo.com.co

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