“Me obligaron a decir que era narcoterrorista”
Juan Veledíaz, reportero.
Juan Veledíaz, reportero.
Publicado en El Universal (www.eluniversal.com.mx) 23 de octubre de 2008;
La noche del pasado 15 de septiembre había llovido en el puerto de Lázaro Cárdenas, Michoacán, lo que desanimó a Juan Carlos Castro Galeana para asistir al festejo del grito de Independencia. Convenció a su esposa, Esperanza Fajardo Ortiz, para observar los juegos pirotécnicos desde su hogar.
La señora preparó una cena ligera. Más tarde, su marido y ella se reunieron con una de sus vecinas; no tardaron, pues al regresar todavía miraron la televisión antes de la celebración.
Desde su casa miraron los juegos pirotécnicos, según el testimonio de la señora Fajardo; al terminar miraron las noticias por televisión y se enteraron de las explosiones de Morelia; al día siguiente, fue el tema de conversación con sus vecinos. Tres de ellos son testigos de que el matrimonio estaba en el puerto la noche del grito.
Castro Galeana es un mecánico que quedó en bancarrota hace unos años tras un accidente de auto que lo imposibilitó para maniobrar equipo pesado, por lo que cerró su taller. Sus colegas en el puerto saben que su especialidad es la reparación de clutch y frenos en tráileres y camiones. La tarde del jueves 18 de septiembre estaba en el taller de uno de sus conocidos cuando apareció una Mitsubishi blanca, sin placas, de la cual descendieron dos individuos.
Serían como las dos de la tarde, recordaría días después, cuando comenzó el periplo que duraría varios días y lo que llevaría a ser detenido y presentado como uno de los supuestos autores de las explosiones en Morelia.
—Súbete —le ordenaron mientras le apuntaban con un par de armas.
Castro recordó que los dos hombres primero le preguntaron por el dueño del auto que estaba con él, un Ford, propiedad de su esposa, entonces lo amagaron, se atemorizó y obedeció.
“Me subí a la parte trasera, me taparon la cabeza y me comenzaron a golpear. Sin saber en qué lugar me bajan de la camioneta, cortan cartucho y me acercan las armas a la cabeza. Uno de ellos me iba a matar, pero otro le dijo: ‘No lo mates, a este le vamos a sacar más provecho, vamos por la recompensa’. Me bajaron en tres lugares distintos, me pegaban, me arrastraron por un río, me traían siempre amarrado y todo un día estuve con los brazos en posición de Cristo. Me mostraron un video donde le cortan la cabeza a una persona; dijeron que me iban a cortar dedo por dedo, brazo por brazo y también a mi familia y les dije que qué querían que hiciera”.
El relato de Castro Galeana está contenido en una declaración presentada ante la SIEDO, en una denuncia que su familia presentó en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y en una carta dirigida al presidente Felipe Calderón, en ellas narra como fue secuestrado y obligado mediante torturas a decir que fue él quien lanzó una de las granadas y que forma parte de la banda de Los Zetas.
“Repetía lo que ellos me decían y si yo me equivocaba me golpeaban y volvía a repetir lo que me pedían hasta que decía exactamente lo que querían. Me di cuenta que había otras dos personas que también las estaban torturando; yo me sentí impotente y les grité: ‘Digan lo que ellos quieren para que ya no los golpeen’”.
“La gallina ya está lista para el caldo” recordó Castro que dijeron.
Una tarde le ordenaron cambiarse de ropa; lo amarraron y por radio escuchó que decían que “ya iban en camino”. Los dejaron en una casa en Apatzingán, al poco rato llegó la policía, los interrogaron y vendados los subieron a un helicóptero.
Relató que vendado le hicieron rendir su declaración sin saber a quién; explicó como lo torturaron y lo que querían que dijera. Antes de terminar le quitaron la venda para que firmara lo que había dicho. Su esposa presentó una denuncia por privación ilegal de la libertad; el 5 de noviembre se vence el arraigo al que quedó sujeto.
La señora preparó una cena ligera. Más tarde, su marido y ella se reunieron con una de sus vecinas; no tardaron, pues al regresar todavía miraron la televisión antes de la celebración.
Desde su casa miraron los juegos pirotécnicos, según el testimonio de la señora Fajardo; al terminar miraron las noticias por televisión y se enteraron de las explosiones de Morelia; al día siguiente, fue el tema de conversación con sus vecinos. Tres de ellos son testigos de que el matrimonio estaba en el puerto la noche del grito.
Castro Galeana es un mecánico que quedó en bancarrota hace unos años tras un accidente de auto que lo imposibilitó para maniobrar equipo pesado, por lo que cerró su taller. Sus colegas en el puerto saben que su especialidad es la reparación de clutch y frenos en tráileres y camiones. La tarde del jueves 18 de septiembre estaba en el taller de uno de sus conocidos cuando apareció una Mitsubishi blanca, sin placas, de la cual descendieron dos individuos.
Serían como las dos de la tarde, recordaría días después, cuando comenzó el periplo que duraría varios días y lo que llevaría a ser detenido y presentado como uno de los supuestos autores de las explosiones en Morelia.
—Súbete —le ordenaron mientras le apuntaban con un par de armas.
Castro recordó que los dos hombres primero le preguntaron por el dueño del auto que estaba con él, un Ford, propiedad de su esposa, entonces lo amagaron, se atemorizó y obedeció.
“Me subí a la parte trasera, me taparon la cabeza y me comenzaron a golpear. Sin saber en qué lugar me bajan de la camioneta, cortan cartucho y me acercan las armas a la cabeza. Uno de ellos me iba a matar, pero otro le dijo: ‘No lo mates, a este le vamos a sacar más provecho, vamos por la recompensa’. Me bajaron en tres lugares distintos, me pegaban, me arrastraron por un río, me traían siempre amarrado y todo un día estuve con los brazos en posición de Cristo. Me mostraron un video donde le cortan la cabeza a una persona; dijeron que me iban a cortar dedo por dedo, brazo por brazo y también a mi familia y les dije que qué querían que hiciera”.
El relato de Castro Galeana está contenido en una declaración presentada ante la SIEDO, en una denuncia que su familia presentó en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y en una carta dirigida al presidente Felipe Calderón, en ellas narra como fue secuestrado y obligado mediante torturas a decir que fue él quien lanzó una de las granadas y que forma parte de la banda de Los Zetas.
“Repetía lo que ellos me decían y si yo me equivocaba me golpeaban y volvía a repetir lo que me pedían hasta que decía exactamente lo que querían. Me di cuenta que había otras dos personas que también las estaban torturando; yo me sentí impotente y les grité: ‘Digan lo que ellos quieren para que ya no los golpeen’”.
“La gallina ya está lista para el caldo” recordó Castro que dijeron.
Una tarde le ordenaron cambiarse de ropa; lo amarraron y por radio escuchó que decían que “ya iban en camino”. Los dejaron en una casa en Apatzingán, al poco rato llegó la policía, los interrogaron y vendados los subieron a un helicóptero.
Relató que vendado le hicieron rendir su declaración sin saber a quién; explicó como lo torturaron y lo que querían que dijera. Antes de terminar le quitaron la venda para que firmara lo que había dicho. Su esposa presentó una denuncia por privación ilegal de la libertad; el 5 de noviembre se vence el arraigo al que quedó sujeto.
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