6 nov 2008

Foro Católico-Musulmán en Roma

Este jueves 6 de noviembre concluyó en Roma el primer foro católico-musulmán, que congregó por primera vez a representantes islámicos de las diferentes corrientes de todo el mundo.
El coloquio fue una iniciativa del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso y de representantes de los 138 líderes musulmanes que escribieron una carta abierta al Papa y los líderes religiosos cristianos con el título "Una palabra común" (http://www.acommonword.com).
Los convocantes emitieron al final una declaración denominada “El amor a Dios es inseparable del amor al prójimo”
El comunicado recoge en 15 apartados varias afirmaciones comunes en cuanto al respeto debido a la persona, tanto hombre como mujer, independientemente de sus creencias; también afirma el respeto a los derechos de las minorías y de la libertad de conciencia.
En su redacción han participado veinticuatro ponentes y cinco consejeros de cada religión.
Declaración Final del Foro Católico-Musulmán
“El amor a Dios es inseparable del amor al prójimo”
El Foro Católico-Musulmán fue formado por el Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso y una delegación de los 138 signatarios musulmanes de la carta abierta con el título "Una palabra común", a la luz del mismo documento y de la respuesta de Su Santidad Benedicto XVI a través de su Secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone. Su primer Seminario ha tenido lugar en Roma entre el 4 y el 6 de noviembre de 2008. Veinticuatro participantes y cinco consejeros de cada religión participaron en la reunión. El tema del Seminario ha sido "El amor a Dios, amor al prójimo".
La discusión, que se desarrolló en un espíritu cálido y cordial, enfocó dos grandes temas: "Fundamentos Teológicos y Espirituales" y "Dignidad Humana y Respeto Mutuo". Los puntos de semejanza y de diversidad surgieron, reflejando el distinto genio específico de las dos religiones.1. Para los cristianos la fuente y el ejemplo de amor de Dios y al prójimo son el amor de Cristo hacia su Padre, hacia la humanidad y hacia cada persona. "Dios es Amor" (1 Jn 4, 16) y "Dios amó tanto al mundo que le entregó a su único Hijo de modo que quien crea en él no fallezca sino que tenga vida eterna" (Jn 3,16). El amor de Dios es puesto en el corazón humano por el Espíritu Santo.
Es Dios quien nos amó primero y quien nos capacita para amarle a nuestra vez. El amor no hace daño al prójimo, sino más bien procura hacer al otro lo que uno querría que le hicieran (Cf. 1 Cor 13, 4-7). El amor es el fundamento y la suma de todos los mandamientos (Cf. Gal 5, 14). El amor al prójimo no puede separarse del amor a Dios, porque es una expresión de nuestro amor hacia Dios. Este es el nuevo mandamiento, "Amaos unos a otros como yo os he amado" (Jn 15, 12). Profundamente conectado al amor expiatorio de Cristo, el amor cristiano es misericordioso y no excluye a nadie; esto también incluye a los propios enemigos. Deben ser no solamente palabras, sino también hechos (Cf. 1 Jn, 4, 18). Este es el signo de su autenticidad.Para los musulmanes, como se explica en "Una Palabra Común", el amor es un poder eterno transcendente que dirige y transforma el respeto humano mutuo. Este amor, como indicó el Profeta Santo y Amado Mahoma, es anterior al amor humano hacia el Dios Verdadero. Un Hadith indica que el amor compasivo de Dios por la humanidad es aún mayor que el de una madre hacia su niño (El Musulmán, Bab Al-Tawba: 21); por lo tanto, existe antes e independientemente de la respuesta humana al que es "El Amor". Tan inmenso es este amor y compasión que Dios ha intervenido para dirigir y salvar a la humanidad de un modo perfecto muchas veces y en muchos lugares, enviando profetas y escrituras. El último de estos libros, el Qur'an, retrata un mundo de signos, un maravilloso cosmos de arte Divino, que provoca nuestro completo amor y devoción, de modo que "los que tienen fe, tengan más amor de Dios" (2:165), y "aquellos que creen, y hacen buenas obras, el Misericordioso engendrará amor entre ellos"' (19:96). En un Hadith leemos que "Ninguno de vosotros tiene fe hasta que quiera para su prójimo lo mismo que quiere para sí mismo" (Bukhari, Bab Al--Iman: 13).
2. La vida humana es el regalo más precioso de Dios a cada persona. Por lo tanto debería ser conservado y honrado en todas sus etapas.
3. La dignidad humana surge del hecho que cada persona ha sido creada por un Dios de amor y por amor, y ha sido dotada con los dones de la razón y el libre albedrío, y por lo tanto está capacitada para amar a Dios y a los demás. Sobre la base firme de estos principios, la persona requiere el respeto de su dignidad original y su vocación humana. Por lo tanto, él o ella son titulares al reconocimiento pleno de su identidad y libertad por individuos, comunidades y gobiernos, apoyados en una legislación civil que asegure la igualdad de derechos y la plena ciudadanía.
4. Afirmamos que la creación de la humanidad por parte de Dios tiene dos grandes aspectos: la persona humana, la masculina y la femenina, y nos comprometemos conjuntamente a asegurar que la dignidad humana y el respeto se extienda hacia una igualdad básica entre hombres y mujeres.
5. El amor genuino al prójimo implica el respeto de la persona y a sus opciones en asuntos de conciencia y religión. Esto incluye el derecho de individuos y comunidades para practicar su religión en privado y en público.
6. Las minorías religiosas tienen derecho a ser respetadas en sus propias convicciones y prácticas religiosas. También tienen derecho a sus propios sitios de adoración, y sus figuras y símbolos fundamentales que consideran sagrados no debería ser sujetos a ninguna forma de burla o ridículo.
7. Como creyentes católicos y musulmanes, somos conscientes de la necesidad y el deber de testimoniar la dimensión transcendente de la vida, a través de una espiritualidad alimentada por la oración, en un mundo cada vez más secularizado y materialista.
8. Afirmamos que ninguna religión ni sus seguidores deberían ser excluidos de la sociedad. Cada uno debería ser capaz de dar su contribución indispensable al bien de sociedad, sobre todo en el servicio al más necesitado.
9. Reconocemos que la creación de Dios en su pluralidad de culturas, civilizaciones, lenguas y pueblos es una fuente de riqueza y por lo tanto nunca debería convertirse en causa de tensión y conflicto.10. Estamos convencidos de que católicos y musulmanes tienen el deber de proporcionar una sana educación en valores humanos, cívicos, religiosos y morales a sus miembros respectivos y promover información exacta sobre las distintas religiones.
11. Creemos que católicos y musulmanes estamos llamados a ser instrumentos de amor y armonía entre creyentes, y para la humanidad en general, renunciando a cualquier tipo de opresión, violencia agresiva y terrorismo, sobre todo cuando se cometen en nombre de la religión, y manteniendo el principio de justicia para todos.
12. Apelamos a los creyentes a que trabajen por un sistema financiero ético en el cual los mecanismos reguladores tengan en cuenta la situación de los pobres y desheredados, tanto individuos, como naciones endeudadas. Apelamos al primer mundo a tener en cuenta la grave situación de aquellos afligidos más gravemente por la actual crisis en la producción de alimentos y su distribución, y pedimos a los creyentes de todas las religiones y a las personas de buena voluntad que trabajen juntos para aliviar el sufrimiento de los hambrientos, y eliminar sus causas.
13. Los jóvenes son el futuro de las comunidades religiosas y de las sociedades en su conjunto. Cada vez más, vivirán en sociedades multiculturales y multireligiosas. Es esencial que sean bien formados en sus propias tradiciones religiosas y bien informados sobre otras culturas y religiones.
14. Estamos de acuerdo en explorar la posibilidad de establecer un comité permanente católico-musulmán para coordinar respuestas a conflictos y otras situaciones de emergencia y para organizar un segundo seminario en un país de mayoría musulmana, aún por determinar.15. Intentaremos que el segundo Seminario del Foro Católico musulmán sea convocado en aproximadamente dos años en un país de mayoría musulmana aún por determinar.
Todos los participantes agradecieron a Dios por el don transcurrido juntos y por el intercambio enriquecedor.Al final del Seminario Su Santidad el Papa Benedicto XVI recibió a los participantes y, después de los discursos del profesor Seyyed Hossein Nasr y el gran mufti Mustafa Ceric, se dirigió al grupo. Todos los presentes expresaron su satisfacción por los resultados del Seminario y sus expectativas de un diálogo productivo ulterior.
Traducción del original inglés realizada por Inma Álvarez
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Discurso de Benedicto XVI al Fórum Católico-Musulmán
Llamamiento a colaborar en el respeto auténtico de la dignidad de la persona
D
iscurso que dirigió este jueves 4 de noviembre Benedicto XVI en la Sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano.
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Queridos amigos:
Con mucha alegría os doy la bienvenida esta mañana y os saludo cordialmente a todos. Doy las gracias en especial al cardenal Jean-Louis Tauran, al jeque Mustafa Ceric y al señor Seyyed Hossein Nasr por sus palabras. Nuestro encuentro se celebra al concluir el importante seminario organizado por el Foro Católico-Musulmán, instituido por el Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso y por representantes de los 138 líderes musulmanes que firmaron la carta abierta a los líderes cristianos del 13 de octubre de 2007.
Este encuentro es un signo claro de nuestra estima recíproca y de nuestro deseo de escucharnos los unos a los otros con respeto. Puedo aseguraros que he seguido con la oración los progresos de vuestro encuentro, consciente de que representa un ulterior paso en el camino hacia una mayor comprensión entre musulmanes y cristianos, en el ámbito de otros encuentros regulares que la Santa Sede promueve con diferentes grupos musulmanes. La carta abierta "Una palabra común entre vosotros y nosotros" ha recibido numerosas respuestas y ha suscitado un diálogo, iniciativas y encuentros específicos, orientados a ayudarnos a conocernos mutuamente de una manera más profunda y a crecer en la estima por nuestros valores compartidos. El gran interés suscitado por este seminario es para nosotros un incentivo a asegurar que las reflexiones y los desarrollos positivos que surgen del diálogo entre cristianos y musulmanes no se limiten a un grupo restringido de expertos y eruditos, sino que se transmitan como un precioso legado para ser puestos al servicio de todos, para que traigan frutos en el mundo en el que vivimos cada día.
El tema que habéis escogido para el encuentro, "Amor a Dios y amor al prójimo: la dignidad de la persona y el respeto recíproco", es particularmente significativo. Está tomado de la carta abierta, que presenta el amor de Dios y el amor al prójimo como centro tanto del islam como del cristianismo. Este tema subraya de manera más clara todavía los cimientos teológicos y espirituales de una enseñanza central de nuestras respectivas religiones.
La tradición cristiana proclama que Dios es Amor (Cf. 1 Juan 4, 16). Por amor creó todo el universo, y con su amor se hace presente en la historia humana. El amor de Dios se ha hecho visible, manifestándose de manera plena y definitiva en Jesucristo. Él descendió para salir al encuentro del hombre y, a pesar de seguir siendo Dios, asumió nuestra naturaleza. Se entregó a sí mismo para restituir su plena dignidad a cada persona y para ofrecernos la salvación. ¿Cómo podríamos explicar el don de la encarnación y de la redención si no es con el Amor? Este amor infinito y eterno nos permite responder ofreciendo a cambio todo nuestro amor: amor a dios y amor al prójimo. Quise subrayar esta verdad, que consideramos fundamental, en mi primera encíclica,
Deus Caritas est, pues es una enseñanza central de la fe cristiana. Nuestra llamada y nuestra misión consisten en compartir libremente con los demás el amor que Dios nos da sin ningún mérito por nuestra parte.
Soy consciente de que musulmanes y cristianos tienen planteamientos diferentes sobre las cuestiones que afectan a Dios. Sin embargo, podemos y tenemos que ser adoradores del único Dios que nos ha creado y que se preocupa de cada persona en todas las partes del mundo. Juntos tenemos que mostrar, con el respeto recíproco y la solidaridad, que nos consideramos miembros de una sola familia: la familia que Dios ha amado y reunido desde la creación del mundo hasta el final de la historia humana.
Me ha agradado saber que en vuestro encuentro se ha podido adoptar una postura común sobre la necesidad de adorar a Dios y de amar a nuestro prójimo, hombres y mujeres, desinteresadamente, sobre todo de los necesitados. Dios nos llama a trabajar juntos a favor de las víctimas de la enfermedad, del hambre, de la pobreza, la injusticia y la violencia.
Para los cristianos, el amor de Dios está ligado de forma inseparable al amor a nuestros hermanos y hermanas, a todos los hombres y mujeres, sin distinción de raza o cultura. Como escribe san Juan, "si alguno dice: 'Amo a Dios', y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve" (1 Juan 4, 20).
La tradición musulmana es también muy precisa al alentar al compromiso práctico en favor de los más necesitados y recueda precisamente la propia "regla de oro": vuestra fe no será perfecta si no hacéis a lo demás lo que queréis para vosotros mismos.
Por eso, deberíamos cooperar en la promoción del respeto auténtico de la dignidad de la persona humana y de sus derechos fundamentales, aun cuando nuestras visiones antropológicas y nuestras teologías lo justifiquen de formas diferentes. Hay un sector amplísimo en el que podemos trabajar juntos: la defensa y la promoción de los valores morales que son parte de nuestra herencia común.
Sólo si reconocemos el papel central de la persona y la dignidad de cada ser humano, respetando y defendiendo la vida, que es un don de Dios, y que por tanto es sagrado tanto para los cristianos como para los musulmanes, encontraremos los puntos en común para construir un mundo más fraterno en el que las confrontaciones y las diferencias se arreglen pacíficamente y se neutralice el poder devastador de las ideologías.
Deseo, una vez más, que se protejan los derechos humanos fundamentales de todas las personas por doquier. Los líderes políticos y religiosos tienen el deber de garantizar el libre ejercicio de estos derechos respetando plenamente la libertad de conciencia y de religión de cada uno. La discriminación y la violencia a la que todavía están sometidos los creyentes en el mundo y las persecuciones a menudo violentas a las que se ven sujetos, son acciones inaceptables e injustificables, y son más graves y deplorables cuando se llevan a cabo en nombre de Dios.
El nombre de Dios sólo puede ser un nombre de paz y fraternidad, justicia y amor. Estamos llamados a demostrar, con nuestras palabras y sobre todo con nuestros hechos, que el mensaje de nuestras religiones es indefectiblemente un mensaje de armonía y de entendimiento mutuo. Es fundamental hacerlo, porque de lo contrario debilitaríamos no sólo la credibilidad y la eficacia de nuestro diálogo, sino también nuestras mismas religiones.
Rezo para que el Fórum Católico-Musulmán, que ahora está dando sus primeros pasos con confianza, pueda convertirse cada vez más en un espacio de diálogo y que nos ayude a recorrer juntos el camino hacia un conocimiento cada vez más pleno de la Verdad. Este encuentro es también una ocasión privilegiada para comprometernos a favor de una búsqueda más profunda del amor a Dios y del amor al prójimo, condición indispensable para ofrecer a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo un servicio auténtico de reconciliación y de paz.
Queridos amigos: ¡aunemos nuestros esfuerzos, animados por la buena voluntad, para superar todos los malentendidos y desacuerdos! Tenemos que decidirnos a superar los prejuicios pasados y a corregir la percepción, a menudo distorsionada del otro, que pueden crear todavía hoy dificultades en nuestras relaciones. Trabajemos juntos para educar a todas las personas, sobre todo a los jóvenes, en la construcción de un futuro común.
Que Dios nos apoye en nuestras buenas intenciones y permita a nuestras comunidades vivir con coherencia la verdad del amor, que constituye el corazón del creyente y la base del respeto de la dignidad de cada persona. ¡Que Dios, misericordioso y compasivo, nos asista en esta comprometedora misión, que nos proteja nos bendiga e ilumine siempre con la potencia de su amor!
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Católicos y musulmanes: Conocernos para comprendernos
Frutos del primer seminario de Fórum Católico-Musulmán
CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 7 noviembre 2008 (ZENIT.org).-Un espacio de diálogo, respeto y acercamiento entre católicos y musulmanes: así vieron los participantes del primer seminario organizado por el Fórum Católico-Musulmán.
Durante el acto de clausura, en la tarde de este jueves, que se realizó en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, el cardenal Jean Louis Tauran, presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, subrayó uno de los puntos de la histórica declaración final (Cf. Declaración Final del Foro Católico-Musulmán).
"Creemos que católicos y musulmanes estamos llamados a ser instrumentos de amor y armonía entre creyentes, y para la humanidad en general, renunciando a cualquier tipo de opresión, violencia agresiva y terrorismo, sobre todo cuando se cometen en nombre de la religión, y manteniendo el principio de justicia para todos", afirmó el purpurado francés citando la declaración.
El encuentro celebrado del 4 al 6 de noviembre había culminado pocas horas antes con una audiencia con el Papa Benedicto XVI. En el evento participaron 24 representantes y 5 consejeros de cada una de las dos religiones. Ha sido organizado por el Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso y por los signatarios del manifiesto "Una palabra común" (http://www.acommonword.com), que por primera vez reúne y representa a altos exponentes de las diferentes ramas del islam (suníes, chiíes y otras) de diferentes países.
Como parte del grupo de los consejeros participó el profesor libanés Joseph Maila, docente de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas en el Instituto Católico de París, quien aseguró que la religión "no puede ser principio de discriminación", porque es la "fuerza que lleva a la paz".
Por ello cada creyente, comentó en el acto de clausura, es "responsable de lo que se hace a nombre de la religión", razón por la que cada uno debe verse "bajo la mirada de Dios".
El profesor concluyó su intervención diciendo que "el amor de Dios viene del hecho de que Dios es padre y el amor del Padre no se impone".
Por su parte la profesora canadiense Ingrid Mattson, directora de la Sociedad Islámica de Norteamérica aseguro que en este encuentro sintió "la mano de Dios" y agradeció al Papa por la audiencia.
"Ninguno puede ceder si no ama a su hermano como a sí mismo", aclaró.
De otro lado, advirtió, el diálogo "debe partir de la caridad y no del proselitismo" y que ahora hay que emprender un largo camino de trabajo y acercamiento porque "una simple conferencia no puede arreglarlo todo".
Puntos de vista de los participantes
Entre los 24 participantes de la religión musulmana estuvo Yaha Pallavicini, vicepresidente de la comunidad islámica religiosa italiana, quien destacó como fruto del encuentro el "unir la teología con la práctica y no establecer sólo un diálogo teológico que permanece abstracto ni un discurso pragmático que sólo apunta a los social", según declaraciones concedidas a ZENIT.
En cuanto a la violencia interreligiosa, Pallavicini aseguró que ésta tiene lugar por la "ignorancia recíproca", cuando hay falta de "libertad, sentido de responsabilidad y de fraternidad, se genera una violencia gratuita".
Para evitarla debemos "unirnos para condenar todo tipo de violencia cuando se utiliza la religión y garantizar con acciones educativas un mejor respeto de toda la diversidad y dignidad humana".
De parte de la religión católica, una de las participantes fue Ilaria Morali, doctora en teología de la Pontificia Universidad Gregoriana, quien dijo que uno de los primeros frutos ha sido la "creciente confianza recíproca que es el presupuesto para todo diálogo".
"Si se tiene miedo al otro, no se es libre y no se está tranquilo para hablar de sí mismo", reconoció.
Existe por parte de ambas partes un deseo de comprenderse y, "como todo camino humano, se inicia aceptando que hay dificultades".
Morali aseguró que las dos religiones tienen en común la misión de "llevar a Dios al centro de la vida de nuestro mundo para leer a la luz de Dios nuestro tiempo", pero "sin caer en divisiones demasiado secularistas" que atenten con "la vocación de cada hombre".
Por Carmen Villa

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