- Para
que el compromiso sea serio deberá ser de tres meses, dice diácono de la
Basílica
- Acuden
cientos de personas a la Capilla de los Juramentos para dejar vicios
- El
religioso Jesús Ramírez destaca el poder de la fe en el combate a las
adicciones
Nota de Carolina
Gómez Mena
Periódico
La Jornada, 30 de junio de 2011, p. 44
Una
buena parte de quienes acuden a la Capilla de los Juramentos llegan derrotados,
llenos de sentimientos de culpa, de enojo y sobre todo de fracasos, pues no han
sido capaces de dejar comportamientos negativos.
Algunos
reconocen que han hecho de todo, pero no han tenido éxito, y la opción que les
queda es la fe, es establecer un acuerdo divino que les dé la fortaleza para
poner un hasta aquí a las debilidades que les socavan la salud y les complican
la vida familiar y laboral.
Cada
día, cientos de hombres y mujeres, muchos de ellos jóvenes, llegan a la Capilla
de los Juramentos, localizada a un costado de la explanada de la Basílica de
Guadalupe. Algunos van por voluntad propia, otros reconocen que están ahí por el
ultimátum familiar o de la esposa.
Pero
también están aquellos que no traen ninguna disposición, dicen que van a jurar
por 10 días y lo quieren hacer a su modo, sólo buscan que se les dé la
estampita para justificarse en su trabajo porque los quieren correr, lamenta el
diácono Jesús Ramírez, quien asegura que afortunadamente son los menos.
En
entrevista otorgada al término de una de las pláticas que cada día se dan a
quienes quieren volver a la vida que abandonaron al entrar en los vicios,
Ramírez subraya que los juramentos son de diversas índole y por el tiempo que
el afectado estime conveniente, pero insistió en que para que sea un compromiso
serio debería ser por lo menos por tres meses. Aunque hay algunos que están
resueltos al cambio y juran de por vida.
La
mayoría se relacionan con el alcoholismo, el consumo de drogas y el tabaquismo
o para dejar de delinquir, reñir o creer en supersticiones. Incluso menores de
edad también prometen ser mejores hijos y mejorar calificaciones.
Las
promesas
Pero
también otros(as) se comprometen a dejar su adicción o afición a las relaciones
extramaritales, informales u ocasionales.
Martín
Padrón, de 26 años, señala que su problema es el alcohol, pues desde hace cinco
años bebe de manera inadecuada, lo cual le ha traído dificultades con su
esposa. No ha recurrido a otros métodos para dejar su adicción y asegura que
jurará por cinco años.
Acompañado
por su hija y Diana, su esposa, Martín confía en que lo lograré, mientras Diana
asegura que sin el juramento no puede.
Estela,
una joven de unos 20 años, quien no dio detalles de su identidad porque me da
vergüenza, indica que sus problemas son dos, y que están relacionados, pues
cuando consume drogas y alcohol también gusta de tener sexo informal con
desconocidos.
No
sé si esto sea una adicción, sé que las drogas y el alcohol sí, pero no me la
paso intoxicada; sólo algunos fines de semana, igual que lo otro, pero ya no
quiero seguir así.
Óscar
Martínez, de 30 años, prometió a su esposa dejar de ser infiel y reconoce que
me he aficionado a estar con otras mujeres... pero quiero a mi esposa, no sé
por qué lo hago.
Enrique,
de 23 años, reconoce que desde hace varios años ando metido en las drogas y he
robado por eso. Apunta que espera que Dios y la Virgen de Guadalupe le ayuden a
retomar el camino. Sabe que es difícil; su mamá lo ingresó una vez a una granja
contra adicciones y no superó el problema. A los cuatro meses recayó otra vez.
Ahora le apuesta todo a la fe y porque mi jefecita no se merece tener un hijo
así.
Jesús
Ramírez, quien desde hace 17 años es diácono permanente, también conoce el
poder de la fe con relación a las adicciones. Confiesa que su padre fue
alcohólico durante 30 años y que un día, en la Basílica de Guadalupe, juró a la
Virgen dejar de beber, y lo cumplió: murió a los 90 años y nunca más tomó.
Ramírez
comenta que de lunes a domingo, mañana y tarde; de 9:30 a 12:30 y de 16 a 18
horas los días hábiles, y los fines de semana de 9 a 15 horas, se dan pláticas,
se exhibe un video que habla de las adicciones y se hacen los juramentos.
En
una de las pláticas, Ramírez dijo a los presentes (unos 200) que Dios nos dio
la vida para ser felices y las adiciones y los comportamientos errados no
abonan en ese sentido; les remarcó que aunque los familiares los abandonan,
Dios no. Dios está con ustedes, aunque han pecado gravemente por sus vicios y
adicciones, y lo han ofendido.
Minutos
después, y tras haber rezado, instó a los presentes a tomar con la mano derecha
la estampita con el juramento, ponerla sobre el corazón y repetir: yo
consciente de lo que hago mediante este juramento prometo firmemente ante ti,
Dios todopoderoso, y ante mi tierna madre Santa María de Guadalupe, reina de la
paz, no ingerir bebidas embriagantes, no drogarme, no fumar, no robar, no
reñir, no maldecir, no ser infiel, no creer en supersticiones... durante el
tiempo de..., lo hago por mi bien con el fin de recuperar mi salud física y
espiritual....
Resaltó
que estos juramentos, cuando se hacen con voluntad y fe, pueden ser más
poderosos que los acompañamientos médicos, sicológicos o siquiátricos, o bien
un complemento. Éste es un compromiso con Dios y con la Virgen de Guadalupe; no
es entre hombres, es divino, entre Dios y hombres verdaderos.
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