11 oct 2014

Angelo Giuseppe Roncalli, más conocido como San Juan XXIII

Hoy es 11  de octubre de 2014...
Hoy se festeja por vez primera al papa «bueno« A
ngelo Giuseppe Roncalli, más conocido como San Juan XXIII, nació en Italia en 1881. Ingresó desde muy joven al seminario y fue ordenado sacerdote en 1904.
En la Segunda Guerra Mundial, siendo Obispo, salvó a muchos judíos con ayuda del “visado de tránsito” de la Delegación Apostólica.
En 1953 fue creado Cardenal y a la muerte de Pío XII, es elegido como Sumo Pontífice en 1958. Poco a poco se ganó el apelativo de “Papa Bueno” por sus cualidades humanas y cristianas.
El mundo entero pudo ver en él a un pastor humilde, atento, decidido, valiente, sencillo y activo. Se enrumbó por los caminos del ecumenismo y del diálogo con todos. Escribió las famosas encíclicas “Pacem in terris” y “Mater et magistra” y convocó al Concilio Vaticano II.
Murió el 3 de junio de 1963, beatificado por San Juan Pablo II en el 2000 y canonizado por Papa Francisco en abril del 2014.
El milagro para su beatificación se basó en la curación de Sor Caterina Capitani, una religiosa que tenía una dolencia estomacal muy grave.
Las hermanas de la paciente, que conocían de la gran admiración de Sor Caterina por Juan XXIII, oraron pidiendo la intercesión del “Papa bueno” y colocaron una imagen de él en el estómago de la paciente.

Minutos después la religiosa empezó a sentirse bien y pidió comer. Más adelante, Sor Caterina relataría que vio a Juan XXIII sentado al pie de su cama y que le dijo que su plegaria había sido escuchada. La ciencia no pudo dar explicaciones de esta curación.
Asi se expresó el papa Francisco de Juan XXII.
“Juan XXIII es un poco la figura del cura de pueblo. El cura que ama a cada uno de sus fieles y sabe cuidar a sus fieles. Y esto lo ha hecho como arzobispo, como nuncio...… Es un cura de pueblo bueno, y con un sentido del humor muy grande y una gran santidad.
Cuando era nuncio, algunos no lo querían mucho en el Vaticano y cuando llegaba a llevar cosas o a pedir alguna cosa en las oficinas, lo hacían esperar. Nunca se quejaba. Rezaba el rosario, leía el breviario... Era un hombre humilde. Y también alguien que se preocupaba por los pobres.

Una vez, el cardenal Casaroli volvió de una misión creo que en Turquía o en la antigua Checoslovaquia y fue a verlo para informarle de la misión, en aquellos tiempos de la diplomacia de pequeños pasos. Cuando Casaroli se iba, lo paró y le dijo: excelencia, una pregunta: ¿usted continua yendo a visitar a aquellos jóvenes presos la cárcel de menores de Casal del Marmo? El cardenal le dijo que sí y Juan XXIII le pidió: no los abandone nunca. Era un grande. Un hombre que se dejaba guiar por el Señor.

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