Excepciones
en una era turbulenta/Ian Bremmer es presidente del Eurasia Group y profesor de investigaciones globales en la New York University.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
El
País |13 de octubre de 2014
Con
la crisis candente en Ucrania, los yihadistas construyendo ejércitos en Irak y
Siria y la propagación incesante del ébola, es evidente que hemos entrado en
una era excepcionalmente turbulenta de la política mundial. Los Gobiernos de
Occidente se desviven por apagar incendios. Sin embargo, lejos de estas crisis
y de las desiguales respuestas que están teniendo, existe una región con un
futuro más prometedor de lo que cabía pensar.
El
enérgico liderazgo ejercido en China, Japón e India —los tres mercados más
importantes en la región más importante para el futuro de la economía mundial—
ofrece uno de los pocos motivos internacionales para el optimismo.
Xi
Jinping en China, Shinzo Abe en Japón y Narendra Modi en India han arriesgado
sus carreras políticas al atreverse a implantar unas reformas trascendentales y
necesarias desde hacía mucho tiempo. Y lo extraordinario es que ninguno de
ellos se ha visto empujado a actuar debido a una crisis. Lo hacen para evitar
futuros problemas.
En
diciembre de 2012, Shinzo Abe fue elegido primer ministro con el mandato más
amplio de cualquier dirigente japonés desde hace al menos 10 años, y ha
aprovechado su capital político para implantar su Abenomics, el audaz plan de
reformas económicas —monetarias, fiscales y estructurales— que le está
permitiendo impulsar la economía de su país después de dos decenios de
estancamiento. En 2013, Xi Jinping asumió el poder en China y puso en marcha
unas reformas económicas concebidas para transformar su economía, basada en las
exportaciones, en un modelo más sostenible, basado en el consumo. En mayo de
este año, la victoria arrolladora de Narendra Modi dejó claro el firme apoyo
popular a la campaña nacional para recuperar el crecimiento económico en India.
En
los tres países hay grandes expectativas, y es mucho lo que está en juego. Los
tres líderes se enfrentan a la resistencia de los grupos de poder que pierden
influencia con estos cambios y a unas economías complejas que no se pliegan
fácilmente a diversas formas de liberalización. Los norteamericanos y los
europeos no pueden esperar que estos gobernantes ofrezcan gran ayuda en Oriente
Próximo, África Occidental o Europa del Este, pero sus esfuerzos para recuperar
el crecimiento en sus respectivos países y proporcionar más estabilidad al este
y el sur de Asia son todavía más valiosos.
Todavía
veremos algunos titulares alarmantes sobre la región. China y sus vecinos
seguirán lanzándose alguna que otra llamarada retórica. Las tensiones entre el
gigante y Vietnam y Filipinas en el Mar del Sur de China dispararán las
alertas.
Pero
los líderes de China, Japón e India parecen ser conscientes de que a todos les
interesa la estabilidad y el éxito de los demás. En septiembre, Narendra Modi
regresó de Japón con el compromiso de inversiones en infraestructuras indias
por valor de unos 35.000 millones de dólares. Poco después, mientras eran
noticia las últimas disputas fronterizas entre China e India en el Himalaya,
Modi recibió a Xi Jinping, con el anuncio de unas inversiones chinas de 20.000
millones de dólares en infraestructuras y zonas industriales que establecen un
nuevo vínculo comercial entre los tradicionales rivales.
La
animosidad histórica entre China y Japón hace que no se pueda descartar algún
aumento ocasional de las tensiones. En un sondeo realizado por Pew Research en
la primavera de 2014, solo el 7% de los japoneses tenía una opinión favorable
de China y solo el 8% de los chinos tenía buena opinión de Japón. En noviembre
de 2013, las tensiones entre los dos países estallaron cuando Pekín declaró una
Zona de Identificación de Defensa Aérea (ZIDA) que exige que todos los aparatos
que sobrevuelen territorios en disputa sigan las instrucciones dictadas por las
autoridades chinas. Al mes siguiente, Shinzo Abe visitó el santuario de
Yasukuni, un lugar vinculado al militarismo japonés.
No
obstante, ambas partes trataron de evitar una peligrosa escalada. Japón cuenta
con 23.000 empresas que trabajan en China y tienen a 10 millones de
trabajadores chinos en sus nóminas. Ese es un buen motivo para que los dos
Gobiernos controlen las tensiones. En julio, Japón recibió la cifra más alta de
turistas de su historia, y muchos de ellos eran visitantes chinos, el doble que
en el mismo mes del año anterior. Las reuniones entre los dos Gobiernos
incluyen a cargos cada vez más altos, y el discurso de Shinzo Abe en Naciones
Unidas fue muy conciliador.
El
alivio de las tensiones ha coincidido con unas fases más complicadas para sus
respectivos procesos de reforma. Ahora que ha emprendido la más difícil de sus
“tres flechas” —crear una estrategia integral de crecimiento—, Shinzo Abe no
puede permitirse el lujo de distraer a sus bases ni causarles frustración
económica con tensiones geopolíticas. Por su parte, Xi Jinping ha avanzado
tanto en sus medidas anticorrupción y sus propuestas de cambio económico que
los chinos más influyentes y más interesados en que se mantenga el sistema
actual están empezando a cuestionarse sus objetivos. Es lógico que, cuanto más
éxito tenga, más reacciones provoque entre unos individuos que ven cómo pierden
poder.
Xi,
Abe y Modi están logrando ciertos éxitos y su atención se centra en superar los
obstáculos que impiden sus reformas internas, por lo que tendrán mucho menor
interés en crear inestabilidad geopolítica. Ese peligro solo asomará si las
reformas fracasan por completo.
La
probabilidad de que las reformas se tambaleen o topen con seria oposición es
mucho mayor en China. La crisis de Hong Kong muestra los numerosos riesgos que
entraña la agenda de Xi. Si Pekín reacciona con demasiada fuerza, podría
granjearse el oprobio internacional y acabar con este periodo de serenidad. Y,
si Pekín hace la menor concesión a los manifestantes —incluso la dimisión del
gobernador de Hong Kong—, sentaría un peligroso precedente que podría
reproducirse en otras ciudades chinas. Pekín prefiere reprimir cualquier voz
política alternativa antes que aceptarla, y, a medida que Xi lleve adelante sus
reformas, van a surgir muchas voces de ese tipo.
Sin
embargo, por ahora, tres de las principales economías del mundo quieren
mantener la paz geopolítica en su región. En un mundo de enorme agitación, las
potencias occidentales deberían agradecer ese respiro mientras dure.
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