23 ene 2015

El Estado Islámico y la batalla del fin del mundo

El Estado Islámico y la batalla del fin del mundo/Jaume Flaquer, jesuita, es responsable del área teológica de Cristianisme i Justícia.
El País |22 de enero de 2015
La capacidad del ser humano de pervertir el mensaje religioso es infinito. Si el amor y perdón radical de Jesús no impidió la quema de brujas y de herejes del s.XVI, no nos ha de extrañar que el mensaje de Muhammad cuyo reino sí era de este mundo se vea transformado en la barbarie neo-fascista practicada por el Estado Islámico.

Su lógica se asienta en tres elementos fundamentales: la mitificación de los orígenes del islam, la interpretación fundamentalista de los textos escatológicos del fin de los tiempos, y la proclamación de que efectivamente estamos viviendo estos tiempos finales. El éxito de la llamada a la yihad (por más que represente solo a una ínfima minoría de los musulmanes) se basa en que la mayor parte de éstos han sido educados en una mitificación de sus orígenes y en una lectura fundamentalista de los textos. La invasión americana de Iraq y la guerra siria han permitido el caos suficiente para que este grupo haya podido interpretarlo como el preludio de la gran batalla final en la que saldrán victoriosos los que vivan literalmente como los primeros musulmanes. La última comunidad será como la primera, de ahí que en sus escritos se esfuercen en ver paralelismos entre los sucesos del s.VII y los del s.XXI. Igual que los primeros musulmanes crearon el primer Estado Islámico al emigrar hacia Medina dejando atrás sus casas y sus familias infieles, también ahora se hace una llamada obligatoria a todo musulmán para emigrar hacia el Estado Islámico definitivo, localizado precisamente donde se espera que se produzca la gran batalla final, Dábiq, en Siria, frente a la frontera turca. Esta reunión de musulmanes de todas las razas y países no deja de resonar positivamente en un anhelo común de la comunidad islámica: la superación de las divisiones históricas para volver a la unidad originaria. De ahí que uno de los enemigos del Estado Islámico sean los diversos nacionalismos árabes surgidos después de la época colonial y alimentados por sus dictadores para mantenerse en el poder. Por ello, su llamada enlaza con la crítica a la corrupción y división de los países árabes y con la aspiración de volver a ser una gran comunidad triunfadora. En los países Europeos, donde numerosos inmigrantes o hijos de inmigrantes no consiguen sentirse ni de aquí ni del país de sus orígenes, pueden dejarse tentar por esta llamada a la superación de fronteras que integra la épica de toda ideología totalizante.
Esta épica es la gran dinamizadora de los luchadores por Alá. La literatura apocalíptica de todas las tradiciones, alcanzando también al cine actual, hace volar la imaginación hacia una batalla definitiva entre el bien y el mal donde toda creatura debe elegir entre un bando u otro. Su objetivo no es más que ayudar a vivir las dificultades del presente. El error consiste en “historizar” los miles de relatos medievales sobre el fin de los tiempos dándoles una localización exacta precisamente en Siria: la batalla final, la aparición del Mahdi, el descenso de Jesús y la aniquilación del Anticristo junto con la de todos los infieles. Esa batalla será contra los cruzados y sus aliados, y permitirá conquistar Roma, esclavizar a sus mujeres, y poner la bandera del Estado Islámico sobre el Vaticano.
Ese momento ha llegado, y hay que situarse bajo la bandera del bien, refundando el Estado Islámico primitivo. Por ello este grupo considera como enemigos incluso a otros yihadistas que luchan contra Israel o EEUU pero que no pretenden fundar un Estado.
La llamada a alistarse es universal, y por eso su revista de propaganda es en inglés con una maquetación impecable. Se piden soldados pero también ingenieros, médicos, informáticos, científicos, predicadores, etc., para poder desarrollar el Estado.
No debe quedar la duda a nadie de que el islam mayoritario condena a este grupo. Y no puede ser de otro modo porque éste considera infiel a todo musulmán que viva en Occidente o en cualquier país musulmán donde no impere la ley islámica estricta. Pero no le vencerá ni con armas ni con condenas sino con una desmitologización y un verdadero estudio crítico sobre sus orígenes. Mientras, el islam seguirá engendrando hijos terroristas no deseados, y Occidente les dará de comer con su nefasta política exterior.

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