Revista
Proceso
No. 2008, a 25 de abril de 2015...
La
población de Tamaulipas, entre dos, tres, muchos fuegos...
LA
REDACCIÓN
Algo
pasa en Tamaulipas, donde no funcionan las estrategias que en otras partes han
llevado por lo menos a la baja de las cifras oficiales de muertes por la
narcoviolencia. A la infernal ofensiva que lanzaron las bandas criminales el
viernes 17 en Reynosa, se sumó el miércoles 22 otra en Tampico. La explicación
para una –la reacción de los narcos por la captura de un capo– no aplica para
la otra. Y mientras el gobierno federal aprende con prueba y error, la población
está atrapada entre muchos fuegos. La violencia es muy necia: no cede.
REYNOSA,
Tamps.- En menos de una semana la ciudad fronteriza de Reynosa y el puerto de
Tampico padecieron sendas jornadas de violencia que paralizaron las actividades
laborales, escolares, el comercio internacional, las campañas políticas, lo que
causó pérdidas millonarias.
El
secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, atribuye esa violencia a
la captura de capos y afirma que se reducirá gracias a esas detenciones. No obstante,
investigadores expertos en narcotráfico, empresarios y ciudadanos le recuerdan
al funcionario que Tamaulipas es el estado donde se han capturado y matado más
capos de todos los niveles, pero “la necia violencia no cede”.
Los
entrevistados destacan que la violencia en la entidad revela cuán arraigado
está aquí el crimen organizado, con la complicidad de funcionarios de los tres
niveles de gobierno, y que para erradicarlo se requieren estrategias muy
diferentes a las que se han aplicado en otras regiones del país.
En
uno de los estallidos de violencia más importantes del año, a las 10:30 horas
del viernes 17 se escucharon las primeras ráfagas de fusil automático en varias
zonas de Reynosa. Aproximadamente a la misma hora del miércoles 22, en la zona
metropolitana de Tampico se desató otra balacera con armas de grueso calibre
que comenzó en la carretera a Mante.
Pobladores
de estas ciudades, entrevistados por este semanario, describen lo que hacen
cuando se encuentran atrapados entre disparos, granadazos y narcobloqueos con
vehículos incendiados.
Al
escuchar los primeros tiros de armas largas se echa a andar el sistema de
alerta para Situaciones de Riesgo (SDR) y mediante las redes sociales se
advierte a los civiles que eviten transitar por la zona de la confrontación.
En
la medida que las alertas SDR se extienden hacia otros rumbos de la ciudad, la
población comprende que debe resguardarse porque hay enfrentamientos y
persecuciones en un área muy extensa.
En
las escuelas, los maestros piden a los alumnos que se tiendan en el piso tan
pronto oyen el seco estampido de los fusiles de asalto. En las primarias se
intenta que parezca un juego para no asustar más a los niños. Si hay padres y
transeúntes afuera, los directivos les dan refugio en los planteles, cierran la
puerta y suspenden todas las actividades.
También
se suspende el tránsito. Conforme se extienden las alertas, la gente intenta
abandonar la calle, entra en las tiendas, en las oficinas y, si están cerca, se
esconden en su casa. Todas las empresas cierran, el comercio baja las cortinas
y el transporte público deja de dar servicio.
Saben
lo que les espera si permanecen afuera: en pocos minutos aparecerán decenas de
jóvenes fuertemente armados para robar automóviles particulares, autobuses y tráileres
para atravesarlos en las avenidas importantes e incendiarlos.
Cuando
las alarmas suenan, por lo común ya circulan camionetas que siembran el
pavimento de estrellas de clavos que llaman “ponchallantas”, a fin de
dificultar el despliegue de vehículos de soldados y marinos.
Pese
a la huida general, en las zonas de conflicto quedan paralizados hombres,
mujeres, niños y ancianos por decenas. En pleno fuego cruzado se les ve pegados
desesperadamente al piso, escondiéndose tras cualquier pared o haciéndose poco
visibles entre los autos, cuya lámina atraviesan fácilmente las balas de los
cuernos de chivo y los fusiles de asalto de las fuerzas armadas.
Parecen
escenas de película: espesas nubes de humo, caravanas de al menos 15 camionetas
con hombres armados circulando a toda velocidad, vehículos militares que llegan
por distintos rumbos, helicópteros que sobrevuelan y estridentes sirenas de
patrullas.
A
veces los sicarios abandonan sus vehículos para escapar de las fuerzas armadas
e irrumpen en cualquier vivienda. Una mujer relata que en mayo del año pasado,
cuando en su casa de una exclusiva zona residencial de Tampico se realizaba una
fiesta con cerca de 20 niños, se escucharon explosiones y balazos muy cerca.
Los adultos reunieron a los niños en un baño y todas las mujeres se quedaron en
una recámara, tendidas en el piso por si había tiroteo desde afuera. Minutos
después entraron policías federales y soldados a registrar el inmueble.
Así,
la ciudad se detiene durante varias horas. Se siente el miedo aun después de
que cesan los disparos y las autoridades dicen que la situación “está
controlada”.
La
vida se detiene
La
cantidad de balas y granadas utilizadas casi siempre deja víctimas que no
entran en las estadísticas ni en los comunicados oficiales. La mayoría son
delincuentes, cuyos cuerpos recogen sus compañeros, pero el fuego también
alcanza a ciudadanos inocentes.
En
los enfrentamientos del viernes 17 en Reynosa murieron al menos tres hombres.
Uno de ellos, Édgar Cruz, era un obrero de 18 años. Le pegó una bala cuando
esperaba el camión. Y a bordo de una camioneta fallecieron dos, que no han sido
identificados ni registrados en el parte oficial.
Fuentes
de la presidencia municipal, que solicitaron no publicar sus nombres, señalan
que las balaceras que comenzaron a las 10:30 se debieron a la incursión de Los
Ciclones, una banda de Matamoros, en territorio de Los Metros, que controlan
Reynosa. El objetivo era entregar al líder de éstos, José Tiburcio Hernández
Fuentes, El Gafe, a las fuerzas federales. Su captura provocó que a partir de
las 14:00 horas se desataran nuevos enfrentamientos y narcobloqueos.
En
Tampico, la violencia se derivó de los enfrentamientos entre las fracciones del
Cártel del Golfo que se disputan la plaza: Los Fresitas y Dragones de Sheyla.
No se detuvo a ningún capo, sólo a sicarios y halcones que realizaban los
bloqueos. El rumor sobre la presunta captura de José Silvestre Haro Maya, El
Chive o el R1, fue difundido por un funcionario estatal.
Cabe
recordar que el 18 de octubre de 2014 también se informó la supuesta
aprehensión de Haro Maya, “cuando pretendía escapar de las fuerzas federales”.
Igual
que Reynosa, Tampico se paralizó. Se desalojó al personal de una empresa y
todas las escuelas suspendieron las clases. La delegación de la Cruz Roja fue
atacada por un grupo de hombres armados cuando unos heridos llegaban a sus
instalaciones.
Por
el intenso tiroteo, los estudiantes del Campus Tampico-Madero del Tec de
Monterrey fueron retenidos en las aulas, pues a pocos metros de la entrada
ardía un vehículo y se reportaban disparos de armas de gruesos calibre.
Las
autoridades informaron que decenas de camiones, autos y tráileres, también en
llamas, obstruían el paso en 25 lugares, entre ellos importantes cruceros de la
zona metropolitana.
Empresarios
de Tampico y Reynosa dicen en entrevista que las cámaras de comercio aún están
evaluando las pérdidas que provocó la ola de violencia, tanto por la
destrucción de bienes como por el cese de actividades productivas, pero
adelantan que fueron millonarias.
Recuerdan
que Tampico es la tercera ciudad del país con mayor número de secuestros,
mientras que en Reynosa cerraron cientos de negocios por las extorsiones de
bandas protegidas por funcionarios de todos los niveles. Estiman que los ingresos
que obtienen los criminales de la industria maquiladora, tan sólo por ese
delito, son de alrededor de 100 millones de pesos por año.
Y
el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal, en su
dossier Seguridad, Justicia y Paz Tamaulipas, calcula que en general “los
grupos criminales obtuvieron 784 millones de pesos en el año 2013 por concepto
de cobro de derecho de piso y otras formas de extorsión”.
Peligrosa
fragmentación
La
violencia extrema en Tijuana, Ciudad Juárez y Monterrey comenzó a reducirse
durante el sexenio de Felipe Calderón, observa el periodista británico Ioan
Grillo, autor del libro El narco. Y se pregunta: si en el de Enrique Peña Nieto
también disminuyeron en varios estados los traumáticos enfrentamientos en las calles,
¿por qué la violencia no se reduce en Tamaulipas? “Parece el estado más necio,
donde la violencia no cede”, comenta.
Enfatiza
que un factor es que los cárteles no están concentrados en una sola ciudad,
como ocurre en otras entidades: “Aquí tenemos urbes, como Matamoros, Reynosa,
Nuevo Laredo, Tampico y Ciudad Victoria, donde se registran continuos
enfrentamientos y las fuerzas federales no se pueden enfocar en un solo punto.
En Michoacán, por ejemplo, la violencia se concentra en algunas regiones, como
Tierra Caliente”.
En
su opinión, la estrategia anunciada por Osorio Chong para Tamaulipas no cambia
en esencia la que aplicaba el gobierno de Felipe Calderón: concentra un gran
número de fuerzas federales y da prioridad a la captura de los capos de mayor
jerarquía.
Por
eso, recuerda, Tamaulipas es donde se ha capturado a más capos en los últimos
años. Desde el gobierno de Calderón hasta la fecha cayeron aquí cerca de un
centenar de ellos, más otros 700 clasificados como lugartenientes. Entre los
primeros, detenidos o muertos, se cuentan Osiel Cárdenas, su hermano Tony
Tormenta, Heriberto Lazcano, Jorge Eduardo Costilla (El Coss), Miguel Ángel
Treviño (El Z-40) y su hermano Omar, El Z-42.
Y
la violencia no se reduce pese a lo que diga el secretario de Gobernación.
El
gobierno federal ha difundido que los cárteles del estado ya están muy
fragmentados. Grillo destaca que el Cártel del Golfo y Los Zetas ya no tienen
“capos supremos”, de la talla de El Chapo, Amado Carrillo, Heriberto Lazcano,
El Coss o El Z-40.
Tales
divisiones y escisiones implican que ahora hay muchos cabecillas menores que se
disputan las plazas y la dirección de las bandas criminales. Por ejemplo, las
plazas controladas por el Cártel del Golfo, como Matamoros, Reynosa y Tampico,
se las pelean al menos dos facciones: Metros contra Ciclones, Fresitas contra
Dragones. Lo mismo ocurre en las plazas de Los Zetas.
El
periodista subraya que el crimen organizado usa la violencia extrema para
someter a la población y a los gobiernos locales. “De esa manera protegen sus
intereses”, ya que ni el gobierno federal se ha atrevido a tocar la gran
infraestructura de negocios que tienen en Tamaulipas.
Para
Grillo, la guerra irregular que padece Tamaulipas desde 2004 es similar a las
que desgarran el Medio Oriente y África, “donde los niños han crecido con la
violencia. La ven como normal en la medida en que van creciendo. Los jóvenes
escucharon desde que eran niños las historias de los grandes capos y ahora
quieren tener su propia historia, lo que perpetúa la violencia”.
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