En
evidencia, una historia de errores y complicidades/ANABEL
HERNÁNDEZ
–Se fue por hoyo (sic) de la regadera –respondió literalmente el agente del Cisen.
Revista Proceso # 2022, 1 de agosto de 2015
La
fuga del Chapo Guzmán estuvo aceitada desde las instituciones del Estado. Una
evidente cadena de omisiones o de plano complicidades le permitió al líder del
Cártel de Sinaloa salir sin mayor problema del penal de alta seguridad El
Altiplano. La investigación que realiza la PGR sobre el escape del narcotraficante
–la cual Proceso pudo revisar– pone en evidencia, además, las contradicciones y
falsedades en que han incurrido el secretario de Gobernación y el comisionado
nacional de Seguridad, en el afán de minimizar la responsabilidad del Cisen y
de la Policía Federal.
El
gobierno de Enrique Peña Nieto dio una versión de la fuga de Joaquín El Chapo
Guzmán Loera –quien presuntamente huyó del Centro Federal de Readaptación
Social (Cefereso) número 1 El Altiplano por un túnel de 1.5 kilómetros, una de
cuyas entradas estaba en el área de regadera de su celda–, pero no ha contado
la historia completa.
Proceso
pudo ver el expediente de la causa penal 48/2015, donde se asientan
declaraciones, peritajes y constancias ministeriales, todo ello recabado por la
Procuraduría General de la República (PGR). La información contradice gran
parte de la versión del gobierno.
El
documento revela complicidades, simulación y omisiones de diversas oficinas de
la Secretaría de Gobernación (Segob) antes, durante y después de la fuga; y
demuestra que el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y el
comisionado nacional de Seguridad, Monte Alejandro Rubido, dieron información
irreal sobre las circunstancias de la huida.
Según
los testimonios recabados por la PGR, desde principios de 2015 el Centro de
Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) tuvo información de que gente del
Chapo estaba consiguiendo planos del Cefereso 1. Y sus agentes asignados al
penal reportaron actividades atípicas del interno. Pero ninguna autoridad
actuó.
El
narcotraficante Teodoro García Simental, El Teo, quien ocupa una celda en el
mismo módulo que El Chapo, declaró a la PGR que 15 días antes de la fuga se
escuchaba un ruido excesivo, “como que estaban taladrando o perforando
cemento”. Pero ninguna de las autoridades responsables de vigilar al líder del
Cártel de Sinaloa reportó eso.
Aún
más. De acuerdo con informes obtenidos por la PGR, el código rojo no fue
emitido hasta las 21:35 horas –43 minutos después de que El Chapo dejó de ser
visto en la cámara de vigilancia– por la directora jurídica del penal, Leonor
García García, quien esa noche era la máxima responsable del Altiplano. Y no
fue sino hasta las 22:04 horas cuando el Ejército acordonó las zonas aledañas a
la cárcel, con lo cual el capo tuvo 72 minutos para salir y desaparecer.
El
12 de julio, un día después del escape, la PGR hizo un peritaje al video de la
cámara que vigilaba a Guzmán en su celda; en el informe se asegura que la
grabación tiene audio e imagen y que por lo menos desde las 20:45 horas se
escuchaban los golpes de metal contra el concreto mientras El Chapo estaba
acostado en su cama y durante el tiempo que dio vueltas por la celda, antes de
escapar a las 20:52. En el boquete de entrada al túnel se encontraron un rotomartillo
y un gato hidráulico.
El
martes 14 , en conferencia de prensa y por órdenes de Osorio Chong, Rubido
presentó el mismo video, pero sin audio para omitir el sonido de los golpes.
Aunque el capo aparece vestido y con zapatos para meterse a la regadera, el
comisionado afirmó: “El comportamiento del interno el día de los hechos era,
hasta ese momento, cotidiano, natural de un interno que pasa largas horas
dentro de su celda”.
Daniel
Aurioles, uno de los responsables del Cisen encargado de monitorear a Guzmán,
declaró a la PGR que desde marzo o abril de 2014 se le colocó al Chapo el
brazalete de geolocalización, pero al poco tiempo se rompió el extensible que
debía sujetarlo. Valentín Cárdenas, director general del Altiplano, dijo a la
PGR que el brazalete fue encontrado dentro de la regadera, a un costado del
boquete. “Estaba abierto de la correa”, dijo. No estaba cortado ni había sido
forzado.
Osorio
Chong afirmó el lunes 13 de julio que el Altiplano cumplía con todos los
estándares internacionales de un reclusorio de máxima seguridad. “Además de
estas medidas, especialmente a Joaquín Guzmán Loera se le había colocado un
brazalete preventivo para su localización dentro del penal”.
Para
justificar que el capo hubiera escapado aun con el brazalete, el secretario de
Gobernación afirmó: “Lo deja en la parte superior, antes de bajar al túnel, ahí
lo corta”. Ahora se sabe que tampoco esa información es verdadera.
La
cadena de corrupción, omisiones y simulación tuvo su punto crítico cuando la
noche de la fuga los funcionarios del Cisen, responsables directos de vigilar a
Guzmán, lo perdieron de vista durante alrededor de media hora y no alertaron a
ningún funcionario del penal ni a sus superiores. Y cuando lo hicieron, sus
jefes les dijeron que estuvieran tranquilos y sólo escribieran sus reportes.
Cisen
y PF, actores principales
De
acuerdo con la investigación de la PGR, Guzmán era vigilado por al menos 10
funcionarios dentro del penal, quienes tenían acceso a lo registrado por las
cámaras de seguridad colocadas en la celda del Chapo (la número 20), en el área
de locutorios y en las de visita familiar y visita íntima, donde él recibía a
su esposa, Emma Coronel.
Dos
funcionarios vigilaban al capo desde el Centro de Control (dependiente de la
División de Inteligencia de la Policía Federal, cuyo jefe era entonces Ramón
Pequeño), comandado por Vicente Flores Hernández.
Uno
lo vigilaba desde la “estación 8”, donde se monitoreaban las 20 estancias de
Tratamientos Especiales. Otro, desde la “estación 13”, donde se checaba a los
“objetivos prioritarios”: El Chapo, en la celda 20; Héctor Beltrán Leyva, El H,
en la 2; Servando Gómez, La Tuta, en la 4; Omar Treviño Morales, El Z-42, en la
10; y Miguel Ángel Treviño Morales, El Z-40, quien en ese momento estaba en el Centro
de Observación y Clasificación, pese a su alta peligrosidad. Esa noche los
policías federales responsables del monitoreo eran Luis Alberto Aguilar y
Emmanuel Galicia Conchillos.
En
marzo de 2014 se acondicionó en el Departamento de Informática del penal un
centro de monitoreo exclusivo del Cisen. El jefe de este centro era en esa
época José Luis Licona Cabrera; el subjefe, Javier Aguilar González; los
agentes eran Juan Carlos Sánchez García, Daniel Aurioles Tavares, Carlos Tello,
José Antonio Yépez y dos personas más a quienes sólo se identifica como Víctor
y Andrés.
Según
la inspección de la PGR realizada un día después de la fuga, había dos equipos
y dos pantallas para monitorear y grabar en video y audio todas las actividades
del locutorio 12, asignado a Guzmán para la visita de sus abogados, la sala de
visitas familiares y hasta el área de visita íntima, cuya imagen estaba
bloqueada. Su trabajo era “vigilar, monitorear y reportar cualquier
eventualidad” relacionada con El Chapo. Y debían enviar reportes a sus
superiores cada dos horas.
De
acuerdo con la declaración de Aurioles, el jefe directo de ese equipo en el
Cisen era José Luis Colín Elías, director de Seguridad Institucional, quien
depende directamente de Gerardo García Benavente, coordinador general de
Contrainteligencia, colocado en ese puesto por el subsecretario de Gobernación,
Luis Enrique Miranda. La noche de la fuga, Miranda era la máxima autoridad en
la Segob, pues Osorio Chong viajaba a París con Peña Nieto.
“…
Se nos instruyó que en caso de una emergencia (respecto al Chapo) se tendría
que hablar inmediatamente a una lista de teléfonos de Gobernación, lista que se
encontraba en la oficina, pero no contábamos con un protocolo de actuación como
tal; así también se nos prohibió tener relación con personal del penal”,
declaró el agente Aurioles.
Explicó
a la PGR que en marzo o abril de este año, Aguilar González había comentado que
“gente del Chapo andaba consiguiendo los planos del penal (…) pero no lo
cuestionamos respecto de la procedencia del rumor, ya que nos pareció algo
sarcástico; pero aun así, fue debidamente informado a nuestros directivos”.
Señaló
que cuando se iniciaron las obras de la Comisión Nacional del Agua afuera del
penal, les dijeron que debían poner más atención. “Para esto realizamos una
contravigilancia; es decir, enfocamos más atención al exterior o de personas
extrañas alrededor del penal”.
Agregó
en su declaración que desde ocho o nueve días antes del escape, el líder del
Cártel de Sinaloa comenzó a ejercitarse más de lo habitual: “Caminaba en el
interior de la celda como una hora aproximadamente, ejercitaba sus brazos con
botellas de agua y realizaba sentadillas agarrado de la reja. Pero todos
coincidíamos que era por los días de su visita íntima”.
Al
momento de la fuga, los responsables de la vigilancia del Chapo, por parte del
Cisen, eran Sánchez García y Aurioles. Sus declaraciones son contradictorias,
aunque hicieron el monitoreo juntos.
El
primero declaró que mientras monitoreaban la celda de Guzmán, a las 20:48 horas
la imagen se congeló y la pantalla se puso en blanco cerca de 30 minutos, pero
que no reportaron el incidente ni a personal del penal ni a sus superiores.
Señaló que cuando la imagen regresó, a las 21:18, el capo ya no se veía en su
celda. Según él, intentó llamar al Centro de Control del penal a las 20:55,
pero nadie le contestó; la segunda llamada la hizo a las 21:15 y supuestamente
tampoco obtuvo respuesta.
“No
se le da aviso a mi superior en el momento en que ocurrió la falla en el
sistema, porque la prioridad era tenerlo a la vista, por eso se le trató de dar
aviso al Centro de Control, sin obtener respuesta, y nosotros en el parte de
novedades que se hace cada dos horas, se pretendía dar aviso a nuestros
superiores de lo ocurrido”, dijo. No llamó a sus superiores del Cisen hasta
pasadas las 21:20 horas, después de haber sido notificado por Flores Hernández
de que había un boquete en la celda del Chapo.
Primero
le reportó el incidente a Fernando Villeda, su superior inmediato.
–Tenemos
problemas, se fue por hoyo (sic) de la regadera– le dijo Sánchez García, según
su testimonio. Después le dio la noticia a Colín Elías.
–¿Qué
pasó, Juan Carlos? –preguntó Colín.
–Se
fue por hoyo (sic) de la regadera –respondió literalmente el agente del Cisen.
–Ya
di aviso a los superiores, tranquilos –dijo Colín y sólo le ordenó que fuera
haciendo un reporte de las novedades que ocurrieran.
En
su declaración, Aurioles contó una historia distinta. Dijo que a las 20:48
horas, cuando Guzmán estaba acostado en la cama de la celda viendo televisión,
falló el monitor. Se congeló la imagen sólo dos minutos y que cuando regresó,
ya no vieron al interno en la celda. Pero según el video revisado por la PGR,
El Chapo desaparece a las 20:52. Dice que llamaron al Centro de Control, pero
nadie respondió y que no llamaron a los números que tenían para reportar
emergencias.
“Siendo
que no fue intencional el descuido de no haber avisado inmediatamente, ya que
teníamos que corroborar tal situación de emergencia ya que no teníamos la
certeza de que se había fugado, por lo que dejamos pasar todo este tiempo y es
hasta las 21 horas con 20 minutos aproximadamente cuando damos aviso”, señaló y
agregó desconocer “por qué Juan Carlos no habló a los teléfonos que nos habían
instruido… yo le recomendé a Juan Carlos que teníamos que hablar a los
teléfonos de Gobernación que nos habían dejado en caso de emergencia, por lo
que Juan Carlos decidió actuar de la manera en la que lo hizo”.
Respecto
al personal de la Policía Federal (PF) que monitoreó esa noche a Guzmán, Miguel
Ángel Flores Mirafuentes, del Centro de Control, declaró a la PGR que desde las
20:53 horas su compañero Galicia Cuchillos notó en el monitor la ausencia del
Chapo, pero llamó a los custodios para que fueran a revisar la celda, aunque
nadie respondió.
No
fueron personalmente ellos a la celda, argumentó, porque supuestamente el
Centro de Control estaba muy lejos. Pero el policía federal Herminio González
Albarrán, también adscrito al área de monitoreo, declaró que la distancia de la
celda al Centro de Control se recorre apenas en tres minutos.
Vicente
Flores Hernández, jefe del Centro de Control, estaba en su oficina pero tampoco
se movió de ahí. Fue a las 21:20 horas cuando, de acuerdo con los videos del
penal, llegó el primer custodio a la celda.
Ninguno
de los funcionarios de la PF o del Cisen reconoció ante la PGR haber escuchado
ruidos esa noche, pese a las evidencias de audio de los golpes de objetos de
metal contra el concreto. Y ninguno reconoció los privilegios de los cuales
gozaba Guzmán en la prisión.
Tres
cuartos de hora después
Leonor
García García, directora jurídica de El Altiplano, era la “funcionaria de
guardia” la noche de la fuga. Ese día era la autoridad máxima del penal, pues
los dos principales directivos del mismo, Valentín Cárdenas y el director
técnico, Librado Carmona, tenían descanso.
García
García entregó a la PGR un parte informativo firmado el 12 de julio, donde
afirmó que no fue sino hasta las 21:35 horas cuando ella fue notificada por Flores
Hernández de que el personal que monitoreaba a R-5 –clave asignada a Guzmán– no
lo veía en su celda y que la última vez que lo vieron “fue cuando éste se
dirigió al baño y se agachó”.
“En
ese mismo instante la suscrita comunica vía telefónica al comandante Vicente
Flores Hernández, encargado del Centro de Control con el director general
(Valentín Cárdenas), informándole en ese momento que no logran ver por las
cámaras al interno Guzmán Loera. Por lo que siendo aproximadamente las 21:35
horas, en coordinación con el comandante de Seguridad se establece el código
rojo en todo el penal y el lugar específico del evento, además de asegurar a la
población interna”, indica en su informe.
Sólo
a partir de ese momento, explicó la funcionaria, se suspendió toda entrada y
salida de personas y el Centro de Control realizó un pase de lista
extraordinario. Afirmó que no fue hasta las 21:40 horas cuando a ella le
confirmaron que Guzmán no estaba en la celda y que en la regadera había un
agujero en el piso, y que policías federales entraron por éste.
Según
su informe, fue a las 21:45 horas cuando se estableció comunicación con el
Octavo Regimiento Militar, ubicado muy cerca del penal. “Por lo que a las 22:04
horas se comunica al centro federal el general Sigüenza (David Enrique Velarde
Sigüenza), al cual se le solicita que acordone el área”, dijo la directora
jurídica.
Juan
Carlos Ortiz Calderón, director de Seguridad de El Altiplano, escribió la nota
informativa DS/1421/2015, fechada el 12 de julio.
“Aproximadamente
a las 21:25 horas, vía radio, el Centro de Control me reporta que por la cámara
que vigilan a R-5 no lo veían por la cámara, por lo que de manera inmediata,
vía radio, le llamó al comandante Roberto Cruz Bernal, comandante de la Primera
Compañía (de los custodios del penal), la cual estaba de guardia ese día, que
acudiera súper rápido a verificar eso.”
Asimismo,
la nota informativa señala que instruyó al comandante Elmer Martínez Hernández,
quien era responsable del Área de Seguridad y Guarda, que alertaran a las
torres para que con sus faros buscaran en las zonas restringidas y el área de
Tratamientos Especiales, donde estaba el reo fugado. Afirmó que fueron siete
los funcionarios que entraron al túnel, entre policías federales y custodios, y
no se comunicaron hasta una hora y media después, supuestamente tras haber
salido del otro lado del túnel, en una casa en obra negra en medio del campo.
Ortiz
Calderón declaró que él se trasladó a la casucha, donde no observaron mayor
movimiento. “Aun así, se continuaban con los rondines tanto adentro como afuera
de la institución, y se observaba un helicóptero sobrevolar en las cercanías
del Cefereso”, pero no especificó si el aparato era particular o de las
autoridades.
Tres
empresas en el penal
En
su declaración ministerial, Cárdenas dijo que no fue informado de la fuga hasta
después de las nueve de la noche y llegó al penal a las 22:30 horas, para luego
salir a supervisar la salida del túnel, donde afirma haber visto una huella del
zapato de Guzmán. Y le dijo a la PGR que el Cisen y la PF podrían haber estado
involucradas en el escape.
–Que
diga el de la voz si sospecha de alguna persona o personas que pudieran haber
ayudado o facilitado la fuga de Joaquín Guzmán Loera –cuestionó el agente del
Ministerio Público.
–Sólo
tengo la suspicacia de por qué las dos áreas, es decir tanto el Centro de
Control y el Cisen, tardaron tanto en informar –respondió.
Aclaró
que él se enteró de la fuga por otra vía y no por las áreas que acababa de
mencionar. Reconoció que desde hacía por lo menos tres meses había tres
empresas trabajando dentro del penal, causando mucho ruido; incluso que alguno
de esos ruidos podría confundirse con disparos. Dos de las empresas fueron
contratadas por la PF y una por el Órgano Administrativo Desconcentrado de
Prevención y Readaptación Social (OADPRS).
Librado
Carmona, acusado por los presos de Tratamientos Especiales de recibir dinero de
Guzmán, aseguró que él no se enteró de la fuga hasta cuando llegó a trabajar al
penal, el 12 de julio a las 09:00 horas.
“Por
cuanto hace a la fuga de Joaquín Guzmán Loera, alias El Chapo Guzmán, he de
referir que es un hecho que me causó total sorpresa y consternación; hasta el
momento me ha costado trabajo creer y asimilar dicho acontecimiento, me resulta
increíble el hecho de que se haya vulnerado la seguridad… deseo agregar que
hasta donde tengo conocimiento, el área de monitoreo siempre estuvo al
pendiente de todos los movimientos de Joaquín Guzmán Loera”, declaró ante la
PGR.
Agregó
que durante el tiempo en que el líder del Cártel de Sinaloa estuvo en la
cárcel, sólo lo vio tres veces.
“Dijeron
que estaba muerto”
Teodoro
García Simental, El Teo, acusado de ser jefe de sicarios del Cártel de los
Arellano Félix en Baja California, fue arrestado en enero de 2010 y está preso
en El Altiplano, en el área donde se hallan los internos más peligrosos: la de
Tratamientos Especiales.
Interrogado
por la PGR, afirmó que Carmona y el comandante Felipe Hernández Espinosa,
empleados del OADPRS, daban un trato privilegiado al Chapo. Se le permitían más
horas de visita familiar y visita íntima, y a él no se le hacían revisiones
vejatorias, como quitarle la ropa y obligarlo a hacer sentadillas.
“El
señor Joaquín Guzmán Loera tenía un arreglo con ellos; es decir les estaba pagando
alguna cantidad de dinero para que le dieran ese trato de privilegios”, afirmó.
La
noche de la fuga, El Teo estaba en el pasillo 1, en la celda 3. En el área de
Tratamientos Especiales hay un efecto acústico que permite que todo se escuche.
En su declaración, afirmó que fueron los internos del pasillo 2, cercanos a la
celda de Guzmán, quienes empezaron a llamar a los guardias porque no había
señales del Chapo.
“A
las 21:30 horas, aproximadamente, nos gritaron del otro pasillo que el señor
Joaquín Guzmán Loera no respondía y le estaban hablando, por lo cual suponían
le había pasado algo respecto a la salud, y estaban pegándole todos a las
puertas para que los oficiales fueran a ver (…) nos pidieron de favor
gritándonos, de manera alertante (sic) que les habláramos a los oficiales, ya
que el cuartito de los oficiales está más cerca del pasillo 1”, declaró. Ahí
estaban, dijo, el comandante Roberto Cruz Bernal y Esteban Estrada, quienes
preguntaron qué querían.
“Le
dijimos que el señor de la estancia 20 no contestaba, por lo cual deducíamos
que el señor se encontraba mal de salud, que si podían checar de favor,
verificar en su estancia si se encontraba bien, a lo que ellos, los dos, se
dirigieron directamente a la estancia 20 y, una vez parados en la puerta de la
estancia 20, hablaron en voz alta y fuerte, diciendo: ‘¡Señor Guzmán Loera!’,
repitiéndolo tres veces.
“Diciéndonos
en voz fuerte, para que escucháramos todos, que el señor estaba desmayado,
desvanecido, pero que ya se había incorporado y que ya estaba sentado en su
cama, diciéndonos que estaba bien.”
García
Simental narró a la PGR que a las 22:00 horas llegaron más funcionarios, cerca
de 20. “Estaban haciendo maniobras, desconociendo qué era lo que hacían, e
hicieron una especie de valla los oficiales para que no observáramos nosotros
hacia el pasillo dos, estancia 20, ya que varias estancias del pasillo uno son
de puerta de reja, donde se puede acercar a la reja y se puede observar hacia
el otro pasillo (…) Nos dijeron que Joaquín Guzmán Loera había fallecido (…)
hasta que ya vimos nosotros por las noticias que el señor Joaquín Guzmán Loera
se había fugado”. l
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