30 nov 2015

La defensa de Samuel Ruiz García por Antonio Roqueñí.

La defensa de Samuel Ruiz García por Antonio Roqueñí.
Era octubre de 1993..
 Parte de una entrevista con el Dr. Antonio Roqueñí, realizada el 22 de abril de 1997 por Carlos Martínez Assad, Sara Setfovich y Fred Álvarez
Nos dijo Roqueñí de don Samuel:
“A don Samuel (Ruiz) se lo traía mareado, la verdad es que se lo traía verdaderamente de un ala. ¡Lo mandaba llamar, lo regañaba!.. Incluso había pactado con Manuel Bartlett ue lo sacaría de la diócesis, nada más de que le diera tiempo, y Manuel ciertamente tenía una gran espina clavada con don Samuel porque estaba el problema de los refugiados guatemaltecos. 
Pero no podían encontrarle la cuadratura al círculo de cómo hacer a un lado a don Samuel, ¿por qué? porque pues reconocían los políticos de ese momento que don Samuel era un líder, y no podían hacerlo a un lado así tan fácilmente.
Entonces (Girolamo) Prigione les pidió tiempo, les pidió tiempo, les pidió tiempo, y en el momento en que llega el nuevo gobierno, ya de (Carlos) Salinas de Gortari y empieza la relación formal dijo ahora sí es la mía. Entonces pactan con Patrocinio (González Garrido) el cómo sacar a Samuel, y empieza el hostigamiento verdadero, apoyado por Prigione.
Lo que Prigione pretendía -me parece a mí- es hacerle ver a la Santa Sede que Samuel Ruiz era un problema nacional y que por lo tanto había que removerlo.
Pero con esta ambigüedad del gobierno no acababa de ser don Samuel, menos cuando estalla lo de Chiapas, no acababa de ser don Samuel tan incómodo para el gobierno, porque el gobierno veía que como líder él podía ser un factor de unidad. Inmediatamente pide la mediación y se la dan.

Nombran a (Manuel) Camacho como representante y éste se alía con don Samuel, entonces se vuelve una figura indispensable.
En ese momento Prigione es cuando desesperadamente manda ya su comunicado a la Santa Sede que hay que remover a don Samuel por estos y estos y estos otros motivos, y entonces la Congregación de obispos, presidida por el cardenal Bernardín Gantin, le manda a don Samuel una nota ciega, sin fecha ni firma en donde se le señalan algunos errores muy duros y que por lo tanto debería de pensar en estos errores, casi como invitándolo a que él pidiera su renuncia.
 Don Samuel al recibir esta carta obviamente se queda muy intranquilo, porque él es muy ortodoxo y muy unido con el papa, y no sabe qué hacer.
Entonces va con su amigo el Cardenal (Ernesto) Corripio, y le dice: “-Señor Cardenal me mandan de la Santa Sede esto, y dice ¿cómo le hago? El asumir esto significa que yo me salga del panorama y siento una enorme responsabilidad, no puedo hacerlo, no me leo yo aquí como para hacerme a un lado. Sin embargo,- me dicen que tengo defensa- señala.
-¿Quién le dice eso?-, le pregunta Corripio.
-Pues (Antonio) Roqueñí, Soto, Guerrero y una serie de gentes más-, responde don Samuel.
Y ahí el cardenal Corripio da la orden:  ¡qué lo ayuden!.
Entonces –dice Roqueñí- me llama el Cardenal Corripio y me dice: “échale una mano a don Samuel, asesóralo canónicamente”.
Yo vi aquello y dije: don Samuel esto está muy fácil. ¡Pero hay que pelear con la Santa Sede!
Entonces preparamos entre un equipo de personas muy amplio, donde había canonistas,  teólogos,  pastoralistas, había gente muy destacada, amigos de don Samuel, y nos abocamos a estudiar la posible defensa.
Y lo primero que hicimos fue hablar con Gantin y le dijimos precísenos señor Cardenal;  he recibido esta nota de manos del señor Prigione, precísenos los puntos que dice usted que enuncia, precísenoslos y díganos qué quiere, dígame qué quiere de mí. (dijo don Samuel).
Entonces ya el cardenal Gantin le manda una carta de plano abierta, sugiriéndole que debe pedir la renuncia. 
Y el otro (don Samuel) le pide largas, le dice que no es el momento porque la guerra de Chiapas, porque tal, porque está convocando un sínodo, porque esto, y que en este momento sería más perjudicial que saliera, pero que él está unido con la Santa Sede, y le da una de cal y una de arena, y ese raqueteo de cartas, idas y venidas nos duró un año.
Nosotros teníamos previsto que si llegaba la carta en donde de plano se le removía, en ese mismo momento metíamos -ya no por la vía administrativa-, sino por la vía judicial un recurso a través de la Signatura Apostólica, el máximo tribunal del Papa, un recurso en contra de esta disposición. Y entonces empezaba la vía judicial y por lo menos teníamos otros 3 años.
Ya no fue necesario, porque la Santa Sede se dio cuenta de que mejor le metía a un coadjutor.
¡Prigione perdió la partida!
En el momento en que la Santa Sede le mete a un coadjutor, y cayó en don Raúl Vera, en el que todos pensábamos que podía ser, dijimos, pues ya ganamos, ya la Santa Sede ya no actuó, se desistió y no hubo juicio.

¡Le ganamos la partida a Prigione!, dijo Roqueñi.

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