24 abr 2016

Dejar el horror atrás: los refugiados sirios que rescató Francisco rehacen su vida en Italia

Dejar el horror atrás: los refugiados sirios que rescató Francisco rehacen su vida en Italia
Tras completar los trámites para pedir el asilo político, empezaron a tomar clases de italiano en Roma; "el Papa es un ángel que nos salvó", dijo uno de ellos, que escapó de su país por Estado Islámico
Nota de Elisabetta Piqué/
LA NACION, SÁBADO 23 DE ABRIL DE 2016
ROMA.- La sonrisa de Rama, de 51 años, es la de un sobreviviente. Docente de Historia de un secundario de Deir Ezzor hasta que el grupo jihadista Estado Islámico conquistó su ciudad, es uno de los 12 refugiados sirios que, hace una semana, el Papa rescató del agujero negro de la isla griega de Lesbos.

Junto a su mujer, Shaila (49), y sus tres hijos -Rachid (18), Abdel Majid (16) y Al Quds (que significa Jerusalén en árabe, de 7)-, hasta hace una semana dormía en el gélido piso de una carpa del campo de refugiados de Kara Tepe, en la isla de Lesbos.
Allí, estaba atrapado en una pesadilla, como el resto de los más de 52.000 refugiados bloqueados en Grecia desde que el 20 de marzo la Unión Europea selló un controvertido acuerdo con Turquía para frenar la oleada migratoria.
Hoy, para su familia, todo cambió. Pasó a vivir en el Palazzo Leopardi, un centro de acogida para inmigrantes que se levanta en un antiguo y señorial edificio del barrio romano de Trastevere. Y contra todos sus pronósticos, empezó una nueva vida en Italia. Como los otros 11 refugiados que Francisco se llevó de Lesbos a Roma, Rama aún no puede creer la suerte que tuvo.
"Cuando, el viernes a la noche de la semana pasada, nos dijeron que al día siguiente nos íbamos con el Papa a Italia, nuestra felicidad fue máxima. El Papa es un ángel que nos salvó", dice a LA NACION, lleno de entusiasmo.
"¡Estábamos en el fondo del mar y hoy estamos en la cima, en el Eve-rest!", ilustra, en árabe, traducido por Daud, un joven egipcio que vive desde hace cuatro años en Italia y que trabaja como "mediador cultural" en la comunidad de San Egidio. Este movimiento católico laico nació en Roma en 1968, y se ocupa de las tres familias de sirios salvadas por Francisco.
"Ahora estamos trabajando para su integración y el primer paso es que aprendan el idioma. Todos los adultos ya comenzaron a tomar clases en nuestra escuela para inmigrantes, que funciona desde hace 30 años y tiene 1900 inscriptos", cuenta a LA NACION Daniela Pompei, de la Comunidad de San Egidio. Fue ella quien, en el secreto más absoluto, viajó a Lesbos cuatro días antes de la visita del Papa, con una misión más que difícil: entrevistar a familias del campo de refugiados de Kara Tepe, verificar quiénes tenían los papeles en regla y cumplían con los requisitos básicos -ser personas vulnerables, con hogares destruidos en Siria, llegados a Lesbos antes del 20 de marzo-, y seleccionar a los afortunados que regresarían con Francisco a Roma.
Entre los seis adultos hay dos ingenieros, una peluquera, un docente (Rama), una costurera (Shaila) y un tipógrafo.
"En verdad, ninguno de ellos aspiraba a irse a Italia, país que no está entre los mitos de los refugiados. Por lo general, apuntan hacia Alemania u otros países nórdicos, ya que se sabe que aquí hay menos perspectivas de trabajo", admite Pompei. "Pero ahora están felices y súper agradecidos al Papa, al que ven como un padre", agrega. El Vaticano se está haciendo cargo de todos sus gastos, destaca.
Al margen de haber comenzado a tomar clases de italiano, en su primera semana en Roma los 12 afortunados, que fueron recibidos con una cena siria, sin contar el acoso mediático, se lo pasaron haciendo trámites. Dejaron sus huellas digitales en el departamento policial, hicieron el pedido formal de asilo político, y completaron los papeles burocráticos para el permiso de residencia y para el código fiscal, que les permite acceder a la tarjeta sanitaria. Todavía no tuvieron tiempo de hacer turismo, y sólo pudieron ver el Coliseo al pasar, cuando regresaban de la oficina para inmigrantes de la policía.
Emoción
Con el pelo tapado con un pañuelo, robusta y costurera de profesión, a Shaila, la mujer de Rama, se le iluminan los ojos negros al recordar cuando le dijeron que había sido seleccionada para irse con el Papa.
"No lo pudimos creer hasta que nos llevaron al aeropuerto y subimos al avión. Durante el vuelo el Papa comió con nosotros lasaña y jugó con los chicos. Es un hombre con un gran corazón y espero que los líderes del mundo árabe lo imiten", dice. ¿Cómo se sintió frente a los otros refugiados que se quedaron en Lesbos? "Fue muy difícil; conocíamos gente que viajó con nosotros desde Siria y otra en Grecia. Espero que ellos tengan la misma suerte que tuvimos nosotros con el Papa."
¿Qué espera de Italia? "Inshallah [si Dios quiere], queremos recuperar los años perdidos por la guerra, que nuestros hijos retomen sus estudios y poder vivir en paz", dice Shaila, quien no le suelta la mano a Al Quds, que ostenta una típica sonrisa desdentada de 7 años.
¿Qué recuerda de su última noche en Siria? "Los bombardeos, la sangre", contesta Rama, que cambia de expresión y casi se quiebra al contar que nueve hermanos suyos se quedaron en Deir Ezzor. "Por ahora están bien", dice, con una expresión de preocupación y sin ocultar, ante las preguntas, el terror que le provoca Estado Islámico.
"Son feroces, son monstruos. No son humanos", denuncia, aunque también critica, por otro lado, al presidente sirio, Bashar al-Assad, "que es también un terrorista".
Además de vivir en paz en Italia -quizá trabajando como entrenador de boxeo, uno de sus primeros trabajos, confiesa- y poder educar a sus hijos, Rama tiene otro deseo. "Quiero transmitir una imagen verdadera de los musulmanes a quienes no nos conocen. La nuestra es una religión de paz y amor; somos como los cristianos", afirma.
Llegó al momento de ir a la clase de italiano. Rama y Shaila se despiden, con sonrisa de sobrevivientes. Y agradecen: "Shukran [gracias] al papa Francisco, shukran a la Comunidad de San Egidio, shukran a Italia".
Suspenden un contrato
La Secretaría de Estado del Vaticano decidió "suspender" el contrato firmado en diciembre pasado con la famosa firma PricewaterhouseCoopers (PwC) para la auditoría en las finanzas de la Santa Sede, anunció anteayer la entidad. La suspensión fue motivada por deficiencias en el proceso de adjudicación del contrato.

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