2 abr 2016

Rio natal…, poema “...Todos los sinaloenses nacimos a la orilla de un río

 “...Todos los sinaloenses nacimos a la orilla de un río  (...) toda la vida estaba en las márgenes de los ríos y el agua, el río mismo, se identificaba en nuestro subconsciente con la vida; entonces, siempre pensamos que el agua es la vida, que el río es la vida, que el río es el espíritu, que el río es todo lo que vive, se ahí que a veces surja la imagen del río como una de las más entrañables que uno puede concebir... Alejandro Avilés
Poemas Rio natal de Alejandro Avilés tomado del libro Don del viento
Rio natal.
No huyas, forma en luz transfigurada,
memoria fiel de la canción oída,
oh forma de la vida,
eternidad al tiempo encadenada
Permanencia que afloras de pasada,
flor de las soledades encendida,
agua de sol vestida
y en el árbol sediento derramada
Memoria de la luz, aliento mío,
no abandonarme intentes
a prematuro invierno en el estío
Suave esplendor, no huyas a tus fuentes
Alegra, oh dulce río,
mis riberas de sombra en tus corrientes

#’’
Alejandro Avilés: el viento nos remonta al origen
Revista Proceso REDACCIÓN ,   20 AGOSTO, 1977
Rosendo García Leyva
Estamos con el poeta Premio Nacional de Poesía con motivo del IV Centenario de la Fundación de la Ciudad de Saltillo. En la dirección de la Escuela de Periodismo, Alejandro Avilés con voz grave, natural, responde a la entrevista
—Usted es un poeta del misterio, ¿cómo fue posible, dígame, que las palabras llegaran hasta ahí, cómo se le iluminó esa región?
—Yo diría que la experiencia vivida, la vida misma incendiando sobre nuestra conciencia, va quedando impresa en una región profunda, en lo que Jacques Maritain llamara “la noche traslúcida del inconsciente espiritual” y cuando, en un momento dado, las potencias se juntan en la raíz del alma y quieren hablar juntas, se vierten en palabras y en un momento feliz, un claro día, aquello se produce y para uno mismo es una revelación.
—Su poesía nunca me recuerda a nadie, ¿dónde cifra su originalidad? ¿cuáles han sido sus aguas nacientes?
—Esta locura que es hacer poesía comenzó en mi adolescencia, hacia los catorce años, como suele comenzar con los hombres muy jóvenes, con el conocimiento de una muchacha que lo traía a uno de cabeza y uno quiere decirle las cosas y entonces, como el amor requiere de algo semejante a la oración, uno —a semejanza de las oraciones que aprendió de niño— empieza a hablar y de pronto, se encuentra con que esas expresiones están cargadas de significaciones extrañas, de un ritmo también misterioso que no se sabe por qué nació, pero como que hay un vuelo, una forma de convocar las palabras, una fuerza, una especie de imantación del lenguaje que hace que las palabras se agrupen de determinada manera para expresar el amor, para expresar la admiración, la belleza de un paisaje, de algo que estéticamente nos sacude, nos conmueve y desde entonces, desde esa adolescencia sentí necesidad de expresar esos estados de alma, así nació
Usted en cada libro suyo vuelve a su infancia ¿Qué región de su persona le ha movido a escribir más encendidamente; aquella infancia original o su agudeza, su lucidez crítica?
—Uno no sabe nunca, uno sencillamente busca en su interior un hontanar de luz o de agua clara y siente que el lenguaje es capaz de chapuzarse allí, de bajar a eso y luego, recién lavado, ascender al plano de la conciencia y manifestarse Y claro, ¿qué es lo más original en nosotros, lo originario? Pues es la infancia, el momento aquél en que nos empezamos a asomar al mundo y lo hicimos con la mayor pureza posible, porque no estábamos contaminados de imágenes extrañas y de lugares comunes que después nos envuelven, sino que teníamos una forma propia de ver la vida, de contemplar el mundo y, entonces, uno siente una nostalgia de aquella época.
Es lo que podríamos llamar, como (Marcel) Proust, la búsqueda del tiempo perdido, o sea del tiempo aquél de infancia, del tiempo del Paraíso, del Génesis que ya no volverá
—De alguna o de todas maneras, usted es un poeta religioso ¿Qué tiene que ver su experiencia religiosa con su experiencia poética?
—Yo creo que el hombre es uno y que al expresarse, al manifestar sus vivencias interiores, tienen que proyectarse sus mayores adhesiones, sus más profundas lealtades Y si uno es religioso, al momento de escribir, aunque no se lo proponga, tienen que salir imágenes religiosas, frases religiosas, ritmos de índole religiosa, quizá hasta oraciones; porque está uno moviéndose en las profundas aguas y no puede uno separar y decir: “Esto es la poesía, esto es la religión, esto es la filosofía”, no lo puede uno separar Parece contradictorio con lo que decía hace un rato, que una cosa es la filosofía y otra cosa es la poesía; sí, son cosas diferentes como disciplinas espirituales, como disciplinas del hombre; la filosofía tiene su propio método, su propio rigor, la poesía tiene el suyo, pero las ideas filosóficas, los sentimientos religiosos y todas las adhesiones profundas del alma no pueden abandonarlo a uno y entonces, se manifiestan también en la poesía, no a la manera de un razonamiento de un raciocinio filosófico, no, sino en la forma de sueño, de esplendor y de música propios de la poesía
—Ahora recuerdo su Río de infancia, su Río natal, usted vuelve a su primer río ¿Cómo era, cuénteme, qué iba a hacer al río, de qué color es?
—Decía José Vasconcelos que uno no sabe nunca de qué color son los ojos de la mujer amada.
Y mi mujer amada, la poesía, y el río que subyace con ella ¡quién sabe de qué color serán! Pero tal vez haya en esto una circunstancia biográfica: todos los sinaloenses nacimos a la orilla de un río Cuando nosotros nacimos, allá en siglos pretéritos, Sinaloa era una gran extensión semidesértica, surcada por once ríos. Entonces, toda la vida estaba en las márgenes de los ríos y el agua, el río mismo, se identificaba en nuestro subconsciente con la vida Entonces, siempre pensamos que el agua es la vida, que el río es la vida, que el río es el espíritu, que el río es todo lo que vive, se ahí que a veces surja la imagen del río como una de las más entrañables que uno puede concebir.
—Esta entrevista fue motivada por su premio, por su libro Don del Viento ¿Qué necesita decirme de su libro? Platíquemelo
—Necesitar decirle Tanto como eso, no Yo diría que el libro debe decirse a sí mismo. Sin embargo, yo puedo anticipar que consta de dos partes. La primera se intitula Don del Viento, que es precisamente la que da nombre al libro y significa para mí, eso que se me dio como un don gratuito que yo recibí, y del viento porque “el espíritu sopla donde quiere” Esta parte está compuesta por poemas que se refieren a las vivencias más entrañables de la vida: el amor, la amistad, la esperanza, la muerte, las grandes palabras con las que está uno en pugna, se encuentran contenidas en esta parte del libro. La segunda —es algo curioso—, también se refiere a esas cosas, pero ya muy concretas, conectadas directamente con el padre, con la madre, con el hermano, con la novia, con la esposa, con el amigo, con la amiga, con el grupo amistoso. Entonces son poemas de circunstancia, pero no circunstanciales, es decir, que la idea no es hacer una anécdota Un poema no debe ser una anécdota, debe trascender la anécdota. Así es que estos poemas, partiendo de la anécdota, partiendo de una vivencia concreta, expresan el amor, la esperanza, la fe, pero vinculados estrechamente con la esposa, con el padre, con el amigo.
—Hablando de juventud Entre jóvenes que nadie conoce, ¿sabe usted de algunos poetas?
—¿Qué nadie conoce?
 ¡Ah!, pues eso sí es difícil Hay por ahí un joven que es un gran poeta y que ya empieza a ser conocido por todo el mundo, que es Raúl Navarrete+, sobre todo con ese libro: Memoria de la Especie. Hay una muchacha, poeta, de apellido Berman, su nombre se me escapa; lo que no se me escapa es el impacto que han causado en mí sus poemas, realmente la obra de Sabina Berman es estremecedora, y entre los muchachos que han estudiado en la Escuela, hay uno que creo que tiene un gran porvenir como poeta, es Daniel Sada apenas comienza a ser conocido también, pero para su poca edad tiene una gran madurez y una gran fuerza expresiva, un resplandor de misterio
—Veo que una característica suya es la clara conciencia lírica; quiero decir, que su poesía no ha perdido la inocencia original Seguramente usted lo sabe, porque la inocencia permite conocer sin confusión ¿Qué me dice de esto?
—Sobre la inocencia nadie puede hablar En el momento en que hable y conozca la inocencia, ya la perdió, por eso, yo prefiero confesar que ignoro esto. Recuerdo usted el pecado original decía Efrén Hernández  (1904-1958) : “El día que perdimos la inocencia” Hay algo que quizá el poeta no pueda hacer, psicoanalizarse, hurgar demasiado en sus secretos, porque en el momento en que dejen de ser secretos como que pierden también su fecundidad, su capacidad de traducirse en música, en verbo creativo; en fin, de todas esas cosas. Si la inocencia es fuente de poesía, yo quisiera tenerla, porque para mí no hay nada más importante en las obras del hombre que expresarse, expresar el misterio con que vive, lo más profundo de sí mismo y de los demás, lo esencial de la vida del hombre, sus afectos, sus lealtades, su vinculación con el ser de las cosas, con la armonía del Universo. Y eso no se da en conceptos claros y distintos, sino que viene mezclado con imágenes, con música, con un ritmo Efrén Hernández decía: “A la derecha el logos, del otro lado, la música” Es como si hubiera dos alas y es el momento, los pequeños momentos del vuelo Uno generalmente no está volando, sino que está muy apegado a la tierra y es incapaz de cernirse en los aires, es muy difícil eso pero tal vez hay un momento en que se puede lograr gracias a esa vinculación del logos y la música.
—¿Qué preferencia ha tenido como poeta lector entre los clásicos? ¿Entre sus contemporáneos mexicanos y de otras partes?
—El poeta que más me ha sacudido es Dante Alighieri creo que es el poeta total, como decía Saint-John Perse, en su discurso del homenaje del séptimo centenario de Dante, en Florencia: “Aún vivimos bajo su sombra”; y tal vez por esa afinidad entre los poetas contemporáneos, yo soy un devoto de Saint-John Perse, y lo fui mucho antes de saber que él lo era de Dante; pero hay alguna afinidad, algo que nos conduce a un viento, a un mar, a un mundo comunes.
Entre los españoles, por supuesto, está San Juan de la Cruz, Fray Luis de León, aquel gran sonetista que fue don Francisco Quevedo.
De los mexicanos contemporáneos yo considero el más grande de todos a José Gorostiza. Puedo mencionar a Efrén Hernández —lo menciono siempre porque es un gran poeta casi desconocido y debe ser dado a conocer—, creo que los poetas mexicanos y los jóvenes y toda la gente de México, ganarían mucho con leerlo. También Francisco Alday en el ámbito de la poesía religiosa. Rosario Castellanos, entre las mujeres, y ahora estoy en la onda de leer a Dolores Castro porque estoy preparando un libro de ella que vamos a editar: es también una gran poeta. Eso no quiere decir que yo olvide a los que son más reconocidos, digamos, Octavio Paz, Carlos Pellicer, Jaime Sabines, sn conocidos y muy reconocidos y son muy buenos poetas, pero poetas tan grandes, tan buenos como ellos son esos que voy mencionando y, sin embargo, son ignorados…
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Raúl Navarrete, narrador y poeta fue alumno del profe Avilés. Nació en Arandas, Jalisco, el 5 de noviembre de 1942 y urió en la ciudad de México el 7 de noviembre de 1981. . Estudió periodismo en la Carlos Septién García.
Premio Nacional de Literatura Carlos Trouyet 1970 y Latinoamericano de Cuento 1974 por Las olas del mar mudo. Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 1977 por Memorias de la especie, poemario que se incluye en la compilación Premio de Poesía Aguascalientes 30 años, 1968-1977, Joaquín Mortiz/Gob. del Edo. de Aguascalientes/INBA, 1997.
Daniel Sada Villareal (1953-2011). “Yo no invento palabras, las oigo o, en todo caso, las deformo“. Originario de Mexicali, Baja California, donde nació el 25 de febrero de 1953, y murió a las 23 horas dle viernes 18 de noviembre de 2011, ustamente unas horas después de que fuera anunciado como uno de los ganadores – el otro fue José Agustín Ramírez Gómez- del Premio Nacional de Ciencias y Artes 2011, él no se enteró que fue galardonado.
Fue discípulo de Aviles y de Juan Rulfo, y dos de sus novelas, Una de dos y Luces artificiales fueron llevadas al cine por el director Marcel Sisniega. Su obra fue reconocida por premios como el Xavier Villaurrutia en 1992, el Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares en 1999 o el Premio Herralde de Novela 2008, entre otros.
Era licenciado en Letras Hispánica y en Periodismo por la Escuela Carlos Septién García, fue amigo del profe Alejandro Avilés quien lo envió  a Culiacan  para “foguearse” en El Noroeste de Sinaloa, trabajo durante cinco años por allá, y fue cuando empezó a escribir Lampa vida; fue catedrático en la Universidad de Zacatecas y profesor en diversas instituciones universitarias, y tallerista. (Impartía talleres literarios).

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