11 may 2016

10 de mayo?/Sylvia Manríquez

 10 de mayo?/Sylvia Manríquez
 Dice Inés que ya no está triste, ahora está enojada. Pregunta ¿Quién dio la orden y por qué? Con el ceño fruncido esta mujer de 37 años exige justicia, su hijo Daniel de 18 años, normalista, no ha vuelto a casa hace más de 500 días.
Mientras leo las palabras de Inés las redes sociales se llenan de imágenes de flores, corazones y mensajes sobre el amor materno.
 Es 10 de mayo y aunque valoro el afecto, amor y compañía de quienes amo, porque me hacen sentir plena y cierta, no puedo dejar de pensar en todas esas mujeres para quienes el día de las madres es dolor sin consuelo.
 Me remonto al origen de esta fecha. En su investigación Martha Acevedo encontró que fue creada como una medida política para contrarrestar las iniciativas liberales que sobre educación y liberación de las mujeres se desarrollaban en Yucatán, en los años veinte.

 El diario nacional Excélsior en apoyo a José Vasconcelos, entonces Secretario de Educación y Cultura, promovió la creación de una fecha conmemorativa. Así, en 1922 se creó una campaña mundial para rendir homenaje un día al año a las madres, contrarrestando el movimiento surgido en Yucatán que buscaba crear conciencia en las mujeres de los beneficios de la planificación familiar; campaña promovida por el Consejo de Educación Pública.
 Rafael Alducín desde el diario Excélsior alertó sobre el peligro de difundir ideas que no iban con “nuestra moral social” y se creó el 10 de mayo. Al mismo tiempo en Yucatán se distribuía el folleto “La Brújula del Hogar” escrito por Margarita Sangler, en el que se orientaba a las mujeres  sobre la forma de evitar embarazos no deseados. Entre las iniciativas que se promovían en aquella época estaba la de que fueran las propias mujeres las que discutieran su situación social y política.
 Recuerdo las palabras de  Margarita, mujer que se dedica al campo y a la venta de atole; es madre de Miguel Ángel, normalista desaparecido. Ella dice que sobrevive gracias a la ayuda de la gente porque ya no puede trabajar. Ha dejado trabajo, casa y familia. Ahora tiene preocupación, dolor por lo que puede estar sufriendo su hijo, y miedo y angustia por los hijos que dejó en su casa para buscar al desaparecido y exigir justicia.
 Miedo… Recuerdo que Lydia Cacho escribió sobre el miedo. En su columna Plan b, compartió cómo durante 15 años, preguntó a víctimas de violencia sobre la frustración de interponer una denuncia en este país. En las respuestas encontró una constante: la palabra miedo. Miedo a que no les crean, a que le avisen al agresor, a que se les humille, a quedarse sin trabajo por tener que ocuparse de su caso, a no tener dinero para pagar un buen abogado, miedo al castigo por decir la verdad.
 Así son los miedos Inés y Margarita. Sin embargo, ellas y las demás madres de los jóvenes desaparecidos han pasado del miedo y el dolor a la auto organización para resistir.
 Mientras, a su alrededor se celebra una fecha totalmente comercializada, sin la menor alusión de lo que es su espíritu: animar a las mujeres para que se empoderen de su vida, su entorno y su futuro.
 Entonces ¿Qué se le dice en el 10 de mayo a las madres que esperan por sus hijos e hijas desparecidas en guerras ajenas, a las madres explotadas en jornadas laborales extenuantes, a las madres que esperan a que sus hijos e hijas regresen del sueño americano, a las que los vieron partir en la bestia, a las madres de la guardería ABC, a tantas más que esperan justicia y dignidad?
 Un “felicidades en tu día” no basta. Se requiere sororidad y solidaridad, brazos, pies y voces, que resistan con ellas, que sostengan en ese camino incierto que se ha vuelto la esperanza en este país.

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