17 mar 2017

Muere el poeta Derek Walcott, premio Nobel de Literatura

"...He girado en torno a muchas posibilidades
para llegar a lo siguiente:
una pequeña casa a la orilla de un agua gris,
con las ventanas siempre abiertas
hacia el mar añejo. No elegimos estas cosas.
Mas somos lo que hemos hecho...."Derek Walcott, premio Nobel de Literatura, 1992.
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Muere el poeta Derek Walcott, premio Nobel de Literatura
El escritor ha fallecido a los 87 años en su casa de la isla de Santa Lucía tras una larga enfermedad
Nota de ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA
El País, 17 MAR 2017

Derek Walcott, en Saint-Malo (Francia) en 1993. ULF ANDERSEN GETTY IMAGES
"Las biografías de poetas difícilmente son creíbles", escribió en una inolvidable página Derek Walcott, fallecido hoy a los 87 años. Menos creíbles todavía resultarían, en rigor, los perfiles rápidos y apresurados de poetas cuya riqueza, complejidad y luminosidad se vuelven inapresables en unas palabras urgentes que se quisieran mínimamente justas. El caso del propio Derek Walcott, que recibió el Nobel de Literatura en 1992, es un buen ejemplo de ello: no es fácil, no es ni siquiera posible, resumir el sentido de una escritura de largo y muy fecundo recorrido tanto en la poesía como en el teatro, y que incluso en el ensayo crítico mostró una absoluta singularidad. Véase, en este sentido, su libro de 1998 What the Twilight Says (traducido entre nosotros dos años más tarde como La voz del crepúsculo por Catalina Martínez Muñoz), en el que el poeta caribeño examina las obras de, entre otros, Ted Hugues, Les Murray, V. S. Naipaul o Ernest Hemingway.

Nacido en la isla de Santa Lucía en 1931, Walcott tuvo tiempo de escribir una obra muy extensa y variada, llena de matices, y que supo ofrecer —como la de otro caribeño, Saint-John Perse— una versión personalísima de la cultura de su territorio natal. Pero, curiosamente —admirador como era de Giorgione y de Cézanne—, al principio se dio a conocer como pintor; una lengua, de la pintura, que dejó larga huella en su obra literaria. La radical plasticidad de su visión del mundo pudo ser observada desde su primer libro, 25 Poems, en 1948, y quedó confirmada en 1962 con la edición de su primera gran recopilación poética, In a Green Night (En una noche verde), título procedente de un verso del metafísico inglés Andrew Marvell en el que este habla de las relucientes naranjas de las Bermudas como lámparas doradas en la noche verde del árbol (like golden lamps in a green night). Pocas imágenes más apropiadas para simbolizar una obra poética caracterizada por la abundancia, la variedad, el colorido de la cornucopia. Nunca abandonó la pintura: en el año 2000 reunió todas sus acuarelas en Tiepolo’s Hound (El sabueso de Tiepolo).
Desde In a Green Night hasta White Egrets (Penachos blancos), de 2010, se extiende una escritura atravesada por la seducción de la geografía y por lo que el mismo Walcott llamó "el murmullo" de la historia. Libros suyos como, entre otros, Another Life (Otra vida), de 1973, o The Arkansas Testament (El testamento de Arkansas), de 1987, que en España tradujeron Antonio Resines y Herminia Bevia, muestran una concepción de la palabra poética como fusión de pasado y presente, de instantaneidad y eternidad, de territorialidad y extraterritorialidad. "La poesía —escribió— es una isla que se desgaja del continente". Conviene subrayar el profundo sentido del sentimiento de la insularidad que preside toda esta obra poética, y que es visible incluso en el libro más conocido del autor, Omeros, de 1990, traducido en 1994 por José Luis Rivas, a quien se debe igualmente la versión de Midsummer (Pleno verano). Ya desde su misma concepción poética, Omeros parece un imposible creador: una épica renacida en el siglo XX que traslada la visión de la vieja historia mítica a pescadores del Caribe, con una Helena que ahora es una criada negra y un Ulises que va en busca de sus raíces y sus antepasados en la costa occidental de África, todo ello desde el punto de vista de un narrador aprendiz de brujo, trasunto del poeta, un Walcott-Homero ya no ciego, sino poseedor de una mirada llena de la hiriente luz caribeña.
Leí por vez primera a Walcott en 1987 en la revista mexicana Vuelta, dirigida por Octavio Paz. El poema se llamaba El mar es historia, traducido por Rafael Vargas. El título, revelador, constituye toda una poética. Y nombro siempre a los traductores porque nunca debe olvidarse la importancia de la traducción en el proceso de la transmisión poética. En España, si no me equivoco, fue pionera la antología Islas, traducida en 1993 por José Carlos Llop. Yo mismo me atreví con algún poema, Islands, que recogí en mi Cuaderno de las islas, un poema en el que se lee que "las islas pueden solamente existir si hemos amado en ellas".
En la primavera de 2001, Walcott visitó Madrid y dio algunas lecturas públicas de su obra. Fueron recordadas en esa ocasión unas palabras de Joseph Brodsky: "La poesía de Walcott representa la fusión de dos versiones fieles del infinito: el lenguaje y el océano. Y el padre común de ambos es el tiempo". Desde un tiempo sin tiempo, decimos adiós a Derek Walcott en su verde noche caribeña.
EL CARIBE MARCÓ SU VIDA Y SU OBRA
Derek Walcott nació y murió en la isla de Santa Lucía (1930 -2017). Descendiente de esclavos negros e hijo de un pintor británico blanco, el mar Caribe marcó la vida y la carrera del poeta y dramaturgo que unió la tradición antillana con la poesía. Prueba de ello es Omeros (1990), una de sus obras más conocidas en la que reinterpreta la Ilíada la traslada al Caribe.
De 1959 a 1976 dirigió el Taller de Teatro de Trinidad, que él mismo fundó y donde estrenó algunas de sus primeras obras teatrales.
Escribió más de 15 poemarios, entre los que destacan Otra vida (1973), Uvas de mar (1976), El viajero afortunado (1981), El testamento de Arkansas (1987) y como dramaturgo es destacable su Sueño en la montaña del mono (1970).
En 1992 recibió el Premio Nobel de Literatura “por una obra poética de gran luminosidad, con una visión histórica, fruto de un compromiso multicultural”. Poco después, la Unesco lo nombró miembro de la Comisión Mundial de la Cultura y el Desarrollo.
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"...He girado en torno a muchas posibilidades
para llegar a lo siguiente:
una pequeña casa a la orilla de un agua gris,
con las ventanas siempre abiertas
hacia el mar añejo. No elegimos estas cosas.
Mas somos lo que hemos hecho...."
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"El tiempo vendrá
cuando, con gran alegría,
tú saludarás al tú mismo que llega
a tu puerta, en tu espejo,
y cada uno sonreirá a la bienvenida del otro,
y dirá, siéntate aquí. Come.
Seguirás amando al extraño que fue tú mismo.
Ofrece vino. Ofrece pan. Devuelve tu amor
a ti mismo, al extraño que te amó
toda tu vida, a quien no has conocido
para conocer a otro corazón, 
que te conoce de memoria.
Recoge las cartas del escritorio,
las fotografías, las desesperadas líneas,
despega tu imagen del espejo.
Siéntate. Celebra tu vida.
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"...El genio llegará a contradecir la historia,
y está ahí en sus cuerpos tostados, en las olivas de los ojos,
como cuando los chulos de la Atenas demótica entretejieron el caos
de Asia, y las chicas de las aldeas de estacas, putas teñidas de alheña,
eran las hetairas. La marea vespertina baja, y el hedor
de imperios ulteriores -alzándose de bayas que orlan
los dobladillos de tiranos y playas- alcanza un tribunal
donde las nubes descienden sus escalones como senados que pasan,
no diferentes de cuando, bajo hojas de mirto que canturrean,
compartieron una sombra, el poeta y el asesino.
Versión de Vicente  Araguas
Huerga y Fierro Editores
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"Nunca he pretendido que el verano fuese el paraíso,
o que esas vírgenes fueran virginales; en sus bandejas de madera
están los frutos de mi conocimiento, radiante de morbo,
y te ofrecen esto, en sus ojos de almendras marinas maduras,
los pechos de arcilla brillando como lingotes en un horno...."
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"Si estuviese aquí, en este cuarto blanco, en este hotel,
cuyas bisagras permanecen calientes, incluso bajo el viento marino,
te repanchigarías, dejado inconsciente por la hora de siesta;
no podría levantarte la campana de la resurrección
ni el gong del mar con su retintín plateado, seguirías echado...."
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