31 jul 2017

Asesinado el octavo periodista mexicano en lo que va de año

Asesinado el octavo periodista mexicano en lo que va de año
El reportero Luciano Rivera recibió un disparo en la cabeza en un bar en la localidad costera de Rosarito (Baja California)

EL PAÍS, México 31 JUL 2017 - 22:12
El reportero mexicano Luciano Rivera estaba en un bar con unas amigas la noche del domingo antes de convertirse en el octavo periodista asesinado en lo que va de año. Alrededor de la 1.40 de la madrugada del lunes, cinco hombres entraron al local, ubicado en Rosarito (Baja California), y tuvieron una discusión con él. Uno de ellos sacó una pistola y le descerrajó un tiro en la nariz que le atravesó hasta la nuca. Con su muerte, se suman casi dos reporteros asesinados al día desde marzo a julio de este año. Y México se reafirma como uno de los rincones del mundo más letales para ejercer este oficio.
"Descanse en paz nuestro compañero Luciano Rivera, a nombre de quienes laboramos en CNR TV, gracias a todos los que han enviado mensajes y a quienes nos han hablado por teléfono al canal", informaba la mañana del lunes en un comunicado la televisora local CNR, donde trabajaba el periodista además de dirigir la revista Dictamen. 

La noche del domingo al lunes, Rivera estaba en un conocido bar de la localidad costera de Rosarito llamado La Antigua, ubicado en una de las vías principales. Ahí entraron cinco hombres, según ha señalado la subprocuradora de la zona Patricia Librada Ortega. Las primeras investigaciones apuntan a que tuvieron una discusión con el reportero por una de las amigas con las que se encontraba. "No tenemos ningún dato de que tenga alguna relación con la actividad periodística de la víctima", ha precisado la funcionaria.
El grupo de agresores salió del lugar y se subió al mismo taxi en el que habían llegado. Más tarde, las autoridades detuvieron al que manejaba el vehículo y en él encontraron una pistola, a la que se refieren como presunta arma del crimen. De momento es el único detenido por el crimen. En un vídeo de una cámara de seguridad del establecimiento se observa a la gente salir conmocionada del lugar de los hechos. 
De los ocho reporteros asesinados este año en el país, ninguno vivía en la capital. Cecilio Pineda, asesinado en marzo, vivía en un pueblo de Guerrero; Ricardo Monluí, en una ciudad pequeña de Veracruz; Miroslava Breach en Chihuahua; Maximinio Rodríguez, en Baja California Sur, Javier Valdez en Sinaloa y Jonathan Rodríguez en un pueblo de Jalisco. El caso más reciente fue el de Salvador Adame, que dirigía un canal de televisión en la Tierra Caliente de Michoacán, región de historial violento, al amparo de los cárteles de la droga y demás grupos delictivos. 
El asesinato de Javier Valdez en mayo se convirtió en un catalizador de la reacción del Gobierno. Ejecutado a plena luz del día en Culiacán, Valdez era un reportero respetado en México y Estados Unidos. La saña y el descaro de los sicarios, que le dispararon en repetidas ocasiones en pleno centro de la ciudad, generaron tal reacción del gremio que obligó al presidente, Enrique Peña Nieto, a anunciar nuevas medidas para la protección de periodistas. Aunque las críticas aparecieron casi al instante, cuando los propios compañeros de Valdez recordaron que el Gobierno ya gestiona un mecanismo de protección de periodistas, y que, visto los visto, no funciona demasiado bien.

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