¿Se convertirán Macri y Peña Nieto en los paladines latinoamericanos del Acuerdo de París?/
Oscar Soria es un ambientalista argentino y portavoz del movimiento cívico global Avaaz.org. Fue directivo internacional de las organizaciones Greenpeace y World Wildlife Fund.
The New York Times, 9/Jul/2017
La canciller alemana Angela Merkel y el presidente mexicano Enrique Peña Nieto durante una reunión en Ciudad de México, el 10 de junio de 2017. Ambos líderes han abogado por los acuerdos contra el cambio climático. Credit Rebecca Blackwell / Associated Press
No contento con retirarse del Acuerdo de París, el presidente estadounidense Donald Trump quiere debilitar el impulso existente en las naciones más poderosas del mundo que quieren combatir el cambio climático y para ello usará la cumbre del G20 en Hamburgo. Alemania preside la reunión que busca progresos hacia una transición al 100 por ciento de energías limpias, junto a otras naciones europeas, además de India y China.
Pero con Brasil sumida en los escándalos y Canadá fuertemente dependiente de sus exportaciones de energías sucias a Estados Unidos, la pregunta que surge es quién hablará por América Latina: ¿Se animarán Mauricio Macri y Enrique Peña Nieto a hacer causa común frente a Trump?
La región es una de las más vulnerables frente al calentamiento global, bien sea por el aumento del nivel del mar, la escasez de agua, las oleadas de calor o las migraciones generadas por los eventos extremos. Pero también es una de las regiones que más ha trabajado para concretar el Acuerdo de París. Ahora que Estados Unidos anunció que saldrá de ese proceso, y ante el débil liderazgo de Brasil, la coyuntura de este G20 encuentra a Macri y Peña Nieto con la responsabilidad y la oportunidad de ser las voces de América Latina.
Se vienen momentos definitorios. México, que en una muy medida declaración oficial se diferenciaba de Estados Unidos posicionándose como uno de los líderes de la negociación del Acuerdo de París, ahora tiene que sopesar si le conviene abrir en el G20 otro frente de tensión con su mayor socio comercial. Y Argentina, sede de la próxima presidencia del G20, se mostró un poco más crítica al decir que “lamenta profundamente” las medidas de Trump y todavía evalúa alinearse con Alemania, Francia e Italia, sus socios poderosos de la Eurozona, que en un tono más contundente indicaron que el proceso de París es “irreversible” y “no puede renegociarse”.
La visita de la canciller alemana Angela Merkel a estos dos países en junio es una clara indicación del creciente interés de Europa en apoyar al liderazgo argentino-mexicano en la “cruzada climática”. En Argentina, Merkel escuchaba complacida a Macri que le expresaba “el compromiso inquebrantable” en la lucha contra el cambio climático y el apoyo al proceso de París y a las energías renovables. Y en México, ante un Peña Nieto mucho más prudente, Merkel igual lo felicitaba por el hecho de que “podamos cooperar” en materia climática.
Argentina, que gracias a sus diplomáticos de carrera tuvo un papel clave en las negociaciones del Protocolo de Kioto, la herramienta legal internacional predecesora del Acuerdo de París que buscaba que los países industrializados redujeran sus emisiones, aspira hoy a recuperar el protagonismo que tuvo en el debate climático, y lo está haciendo con “Renovar”, un plan para promover las energías renovables hasta el 2025, a través de incentivos financieros e impositivos, el cual se encuentra en marcha y en camino a cumplir con su metas de cubrir para el 2025 un 20 por ciento del consumo energético con fuentes limpias.
Sin embargo, eso no será suficiente para que Macri pueda erigirse como defensor de las renovables si al mismo tiempo persiste en invertir en la costosa energía nuclear; si continúa con los proyectos carboníferos o de hidrocarburos como los de Vaca Muerta o Río Turbio en la sureña región de la Patagonia, o si sigue ignorando a la bomba de tiempo que tiene en sus manos con los subsidios a los combustibles fósiles: su reducción gradual implica un alza de tarifas y su consecuente impacto social y económico.
Pero aún más importante, en un país agrícola como Argentina, es la destrucción de los bosques porque contribuye poderosamente a las emisiones de dióxido de carbono, y los expertos recomiendan que la deforestación se reduzca en forma urgente, idealmente a cero.
México, por su parte, ha ganado prestigio en los círculos de la ONU por su destreza para mediar en difíciles negociaciones sobre el clima, y su diplomacia ocupa el rol de líder de pensamiento: ha creado novedosas leyes como el plan nacional de acción climática o la ley de transición energética, y teorías políticas que se destacan por su creatividad e innovación, y siempre son motivo de atención en la región y la comunidad especializada en políticas climáticas.
Pero eso tampoco alcanza, porque un 60 por ciento de la población mexicana es vulnerable al cambio climático. Para ser un actor creíble en la política climática global, Peña Nieto debe refrendar en casa lo que dice afuera. La apertura a la exploración de petróleo en aguas profundas no acompaña al espíritu transicional de su reforma energética.
La torpeza con la que se manejaron los contratos eólicos ha afectado derechos indígenas y esa innecesaria conflictividad social ha dejado en pausa el crecimiento de la energía del viento en Tehuantepec, al sur del país. En el norte, la promesa de explotar la potencialidad de la energía solar sigue en los papeles debido a la falta de presupuesto para impulsar al sector. Y la idea de transformar a la petrolera estatal Pemex en una empresa sustentable ahora parece un chiste.
En el mundo complejo que nos toca vivir, Macri y Peña Nieto tienen en sus manos la credibilidad de sus naciones en la escena mundial, pero también puertas adentro. Tanto en Argentina como en México, donde la aceptación a Trump es muy baja, en la última década la opinión pública entiende que es urgente promover las energías limpias ante la crisis climática.
Macri y Peña Nieto deben apoyar el plan de acción de Merkel no solo por sus principios, sino por el interés económico de sus respectivas naciones. Basta ver lo que sucede dentro de Estados Unidos, donde un creciente número de gobernadores, alcaldes, universidades y empresas han desafiado a Trump al comprometerse públicamente con las metas de París, con o sin él. Y no lo hacen por ambientalistas: los puestos de trabajo en los sectores solar y eólico son los que más crecen en la economía estadounidense, 12 veces más rápido que cualquier otro sector, mientras que los puestos laborales carboníferos en ese país siguen en franco declive.
Desde el sur, América Latina marcó un norte moral en la cumbre de París y hoy ese norte debe defenderse a toda costa en la cumbre del G20. Los presidentes de Argentina y México tienen la oportunidad geopolítica y la responsabilidad histórica de hablar por una región azotada por la crisis climática, y que clama por un futuro de paz con la Tierra.
La ciudadanía espera de ellos que ayuden a Merkel a “detener” a Trump: argentinos, mexicanos y personas de todas partes del mundo están firmando una carta abierta a Merkel para que impulse un plan de energías 100 por ciento limpias en el G20. Todo un coro de voces busca enfrentar una política de división y negacionismo frente al cambio climático. Esas voces son una apuesta a la esperanza.
La revolución de las energías limpias y renovables es imparable e inevitable. Y Macri y Peña Nieto no pueden, ni deben, perder este tren de la historia.
Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
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