1 ago 2017

El director de Ríodoce “No podemos dejar que nos gane el miedo”

Revista Proceso #2126, 31 de julio de 2017
El director de Ríodoce “No podemos dejar que nos gane el miedo”/José 
PATRICIA DÁVILA
Ismael Bojórquez, director del semanario sinaloense Ríodoce –que fundó junto con Javier Valdez y otros dos periodistas–, lo admite: en Sinaloa se vive con miedo, pero ello no impide a sus compañeros ejercer su trabajo cotidiano. Hace una remembranza de su amistad con Javier, de la columna que escribió desde el primer número y se publicó hasta su muerte, del dolor que embarga al gremio y de su indoblegable tarea de informar a la sociedad sobre los temas candentes que pocos se atreven a abordar.

En Sinaloa se trabaja “administrando el miedo”, sostiene Ismael Bojórquez, director del semanario Ríodoce, fundado en febrero de 2003 por él y Javier Valdez Cárdenas, quien fue asesinado el pasado 15 de mayo.
Y se pregunta: “¿Que si hay miedo? Siempre lo ha habido.
“Javier solía decirlo: en Sinaloa los reporteros trabajamos con la mano en el culo. No importa si es más grande el miedo que el compromiso periodístico. Si te gana el miedo tienes que aprender a administrarlo”, comenta Bojórquez a Proceso.

Los reporteros de Ríodoce no traen escoltas, pese a que tanto el gobierno de Sinaloa como el federal les ofrecieron apoyo por medio del Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas.
“No he querido. Llevo una vida normal en mi casa, con mi familia, mis hijos. Siempre, por supuesto, con el riesgo de que algo me pueda ocurrir”, dice Bojórquez.
No obstante, admite, tras el asesinato de Javier “a manos del narco” comenzó a tomar precauciones para reducir el nivel de riesgo. “Renuncias a tu vida social, a tu vida nocturna, a las cervezas con los amigos. Fuera de eso, tratamos de llevar una vida normal sin que nos gane el miedo”, reitera el director de Ríodoce.
Por primera vez habla sobre su labor periodística después de la ejecución de Valdez Cárdenas en una entidad que, dice, es cuna de los cultivos de amapola, mariguana y los narcotraficantes del país más poderosos.
–¿Qué ha significado para ti la muerte de Javier?
–Es una perdida muy grande. Conocí a Javier hace 25 años; trabajamos juntos poco más de 20. Estuvimos en el periódico Noroeste cuando yo era jefe de información; allí comencé a conocerlo profesionalmente y nos hicimos muy amigos. Platicábamos mucho en su casa o en la mía.
Fue por Valdez que Bojórquez se acercó a la música del español Joaquín Sabina, así como al blues y el jazz. Esos dos géneros le encantaban al corresponsal del periódico La Jornada.
“Nos identificaba la visión que teníamos de la sociedad, de la problemática que azotaba a Sinaloa y, de alguna forma, al país. Por esas coincidencias trabajamos juntos a partir de 1996. Eso nos ayudó a entendernos como personas y como periodistas. En 2002 salimos de aquel periódico; hubo cambios que no nos gustaron porque acotaban la libertad que habíamos tenido.”
Junto con Valdez y él se salieron otros dos compañeros. Los cuatro formaron una sociedad anónima y fundaron Ríodoce: “Hicimos acciones, promovimos el periódico en Culiacán, Mazatlán y Guasave, fuimos con el PAN y el PRD. Arrancamos prácticamente sin un cinco y en un contexto de muchas asechanzas por parte del gobierno de Juan S. Millán Lizárraga.
“Él venía de la CTM y era muy autoritario, despótico. Le gustaba cachondear a los periodistas. Nosotros no éramos así y bloqueó a nuestros posibles inversionistas. Lo peor eran las asechanzas políticas, no las del narcotráfico. Pese a ello, avanzamos”, expone Bojórquez.
Los primeros años 
Desde su inicio, Ríodoce marcó su línea editorial basada en la investigación y publicación de casos polémicos, como el de Jorge Julián Chávez Castro, ejecutado el 17 de febrero de 2003. Él fue procurador estatal, alcalde de Culiacán, coordinador del Consejo Estatal de Seguridad Pública; fue un personaje clave en el diálogo entre las cámaras industriales y la Iglesia. Ríodoce publicó un reportaje titulado Los demonios que prohijaron las administraciones de gobierno a las que él perteneció, regresaron.
La columna Malayerba, escrita por Javier, tuvo un lugar muy importante en el ­semanario.
“Quince o 20 días antes de que saliera el primer número de Ríodoce tomábamos unas cervezas mientras circulábamos por la avenida principal de Culiacán, la Álvaro Obregón. No recuerdo si fue en su carro o en el mío.
“De repente me dijo: ‘Quiero hacer una columna para escribir crónicas del narco. Tendrá datos duros, metiéndole algo de prosa’. Sugirió dos nombres; el de ‘Malayerba’ me gustó. Es una expresión que tiene que ver con la mariguana.”
Ambos diseñaron el logotipo de la columna. Lo ilustraba un fusil con una hoja de mariguana en la punta del cañón. Así nació Malayerba, que se publicó desde el primer número de Ríodoce.
Cuenta Bojórquez: “Javier empezó a tocar temas interesantes sobre hechos concretos que si bien comentaba la gente, nadie los había publicado. La columna se hizo famosa rápidamente y fortaleció el perfil del periódico”.
A raíz de la ejecución de Javier, el espacio de su columna se publica en blanco: “La primera vez fue una decisión de protesta, igual que todos los artículos que se firmaron con el nombre de Javier. No fue planeado. Fue una forma de decir que no había miedo, que le estábamos haciendo frente con valentía, aquí seguimos, aquí estamos. Hoy, no hemos tomado una decisión acerca de qué vamos a hacer con Malayerba”, cuenta el entrevistado.
–¿Cómo es reportear temas del narcotráfico después de Javier?
–Si revisas las ediciones después del asesinato, no verás ningún cambio. Cuando presentamos el proyecto editorial, nuestro eje principal era la investigación sobre la corrupción administrativa, la pobreza, asuntos relacionados con la cultura, la Iglesia y, claro, la seguridad. Sinaloa siempre ha sido violento. El narcotráfico como tal no se planteó como cobertura editorial; simplemente se nos fue imponiendo.
“En primer lugar nacimos en un estado cuna de los principales narcotraficantes del país. Actualmente no puedes hacer periodismo si no cubres el tema. Cuando nacimos, el narco no presentaba tanto conflicto porque eran más uniformes los mandos.
“Las estructuras estaban más definidas con dos, tres cabezas al mando, y no había conflicto entre ellas. El problema se inició entre 2005 y 2006, cuando entraron en ­disputa, generando un ambiente de violencia.”
Cuando el narco irrumpió
Fue a partir de esa época que Ríodoce se metió de lleno a la cobertura del narco.
Cuenta Bojórquez: “A la vuelta de cinco o seis años llegamos a la conclusión de que estábamos haciendo un periodismo de sobrevivencia, por lo que teníamos primero que garantizar nuestra seguridad. Estábamos conscientes de que nunca hay garantías. Así trabajamos todos estos años”.
No obstante, reconoce que con el asesinato de Javier los colaboradores del semanario están obligados a ajustar esos criterios sin dejar de cubrir un solo tema:
“Hace poco publicamos una nota que nadie se atrevió a cubrir: el asesinato de Ignacio Avendaño Ojeda, integrante de una familia boletinada por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos. Un comando entró a su casa y le disparó en la cabeza. Los agresores no dejaron acercarse a los periodistas. La policía llegó dos horas después. Publicamos la nota ese mismo día en el portal en internet. Nadie más lo hizo. Al día siguiente sólo El Noroeste la sacó en su edición impresa”, cuenta el entrevistado.
Ese día por la tarde, a través de Facebook, llegó un mensaje a Ríodoce en la que les pedían retirar la nota porque la familia Avendaño Ojeda no quería que se divulgara el asesinato de Ignacio. El equipo de Ríodoce mantuvo la nota en su portal.
–¿Dijiste que tratan de hacer un periodismo de sobrevivencia?
–Mientras que las fiscalías no demuestren otra cosa, sostendremos que Javier fue asesinado por el narco. Él murió justo cuando estalló el conflicto entre dos células del Cártel de Sinaloa: una liderada por los hijos de Joaquín El Chapo Guzmán, líder del Cártel de Sinaloa, y otra por Damaso López.
El asunto llegó a las páginas de Ríodoce y de otro periódico quincenal de Sinaloa. “La publicación (de esa información) generó un ambiente tenso que no habíamos vivido desde hace mucho tiempo. Pensamos que Javier tenía que salir de la ciudad. No lo hizo y lo mataron. Decimos que fue el narco local; igual pudo ser un tercero interesado en calentar la plaza.
–¿A partir de entonces ajustaron criterios para trabajar?
–Sí. No tenemos un protocolo, pero establecimos ser más estrictos para saber qué no tiene caso investigar, porque no lo vamos a manejar; y si lo hacemos, ver cómo lo podemos publicar. Por ejemplo, sacar información sin firma, algo a lo que nos resistimos mucho tiempo. Quizá fue erróneo, pero a partir de la muerte de Javier lo hacemos.
Bojórquez habla de la solidaridad gremial que ha recibido Ríodoce en las últimas semanas de la Ciudad de México, de la prensa internacional y en las redes sociales. Hoy, dice, “nuestro compromiso es mucho más grande con la gente que nos lee. Javier nos ha jalado a las calles en demanda de justicia.
“Les preocupa que caigamos en un bache. Eso es muy positivo, lo podemos aprovechar para romper con el aislamiento en que luego los reporteros nos encontramos.”
Y sobre las investigaciones en torno al homicidio del autor de Malayerba, subraya: “Estamos en espera de que la fiscalía estatal y la Procuraduría General de la República informen sobre avances en la investigación. Hasta ahora se han escudado en el debido proceso; argumentan que deben guardar información para que la imputación no se les caiga”.
Bojórquez y sus compañeros piden a la fiscalía estatal y a la PGR definir quién va a tomar la investigación, porque cada dependencia tiene abierta una carpeta.
En septiembre de 2009, a las dos de la mañana, cuando los colaboradores del semanario estaban en el piso superior del inmueble, estalló una granada en la planta baja, donde había una imprenta que no pertenecía a Ríodoce. El artefacto dañó varias máquinas de ese negocio que, dice Bojórquez, no pertenecía al semanario. Pese a ello, presentó una denuncia ante la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Cometidos en contra de la Libertad de Expresión. Ocho años después la dependencia no ha informado sobre los avances de la ­investigación.
–Tu familia, ¿cómo está? ¿Hay miedo, zozobra en ellos?
–En un principio había mucho dolor… Nunca volveremos a la normalidad, aunque en la redacción se trabaja como todos los días. Las familias influyen en el ánimo de todos, siempre nos apoyan las esposas, los hijos, los padres.

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