7 jul 2019

Neoliberalismo estilo 4T

Neoliberalismo estilo 4T
POR JOSÉ RAÚL LINARES/REPORTAJE ESPECIAL
Revista Proceso # 2226, 30 de junio de 2019
El pasado marzo, el presidente López Obrador habló de la construcción en su gobierno de una “política posneoliberal”, con lo que dio por terminado el “pillaje” del neoliberalismo. Pero especialistas advierten que esa corriente de pensamiento económico y político –cuya fecha de nacimiento es precisa: 1938– no podrá desaparecer por decreto. Y abundan: las medidas aplicadas en los primeros seis meses del lopezobradorismo son esencialmente neoliberales.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- El presidente Andrés Manuel López Obrador decretó el “fin de la política neoliberal”, pero especialistas y estudiosos de dicho modelo dudan que el neoliberalismo pueda ser eliminado en seis meses de gobierno.

Desde su toma de posesión, el pasado 1 de diciembre, hasta la “abolición” del neoliberalismo el 17 de marzo –durante las reuniones preparatorias del Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024–, López Obrador ha insistido en que su gobierno rompió con un régimen de “pillaje”, “antipopular” y “entreguista”, lo que daría paso a la construcción de una “política posneoliberal”.
Para el doctor en sociología Fernando Escalante Gonzalbo, autor de diversas obras consagradas a explicar esta “revolución económica”, como Historia mínima del neoliberalismo (El Colegio de México, 2015), los efectos de este modelo son todavía más agresivos en la nueva administración.
–¿Ve una política posneoliberal en el nuevo gobierno?

–No. Básicamente porque no hay un programa mínimamente claro, consistente, ni mucho menos una alternativa –asegura.
“La mayor parte de las políticas que se han adoptado en los primeros meses son estrictamente neoliberales, empezando por la de austeridad draconiana, siguiendo con la sustitución de las mediaciones institucionales por el reparto en efectivo. Hay retórica contra el neoliberalismo, invectivas, frases huecas, pero hasta ahora nada más”, añade.
Esta incredulidad es compartida por la doctora María Eugenia Romero Sotelo, especialista en historia económica mexicana y autora de Los orígenes del neoliberalismo en México. La escuela austriaca (UNAM-Fondo de Cultura Económica, 2016).
“Me cae muy bien el presidente, pero el neoliberalismo no lo saca uno con una patada”, asegura en entrevista.
“El presidente se está enfrentando a poderes muy fuertes. Le cambiaron la Constitución y ahora existe un nuevo marco de diseño institucional. Esto va a tardar mucho, porque la política económica neoliberal es institucional y ahí se mantiene. A los neoliberales les costó 30 años desmontar el estado de bienestar y desmontar el neoliberalismo es un proceso que va a llevar tiempo. Es una cultura y un proceso. Es algo más complejo porque también implica una visión del mundo”, señala.
“No obstante, el enfrentamiento contra el modelo dominante sufre también el riesgo de disolverse en diversas batallas ideológicas, insultos y epítetos que no conducen al diseño de una ‘alternativa’ y surgimiento de una política ‘posneoliberal’”, advierte el politólogo Alberto Fernández, candidato a doctor por The New School for Social Research, de Nueva York. Según el ensayista, el término “neoliberal” se ha vulgarizado hasta perder sentido.

“Ahora hablamos del neoliberalismo en términos casi estrictamente morales: una inmoralidad, una tendencia a la corrupción, como un término oscuro y difuso que termina siendo culpable de los divorcios, los secuestros, desapariciones y demás calamidades”, señala en entrevista.

“Desde la Cuarta Transformación, especialmente por el presidente y muchos de sus simpatizantes, se habla del neoliberalismo no como un conjunto de políticas económicas, medidas de gobierno y uso de valores, que entendíamos como la valorización del individuo, desregulación del mercado y desmantelamiento del estado de bienestar”, añade.

Para Escalante, el neoliberalismo fue planteado originalmente como un programa intelectual, una idea del hombre, de la sociedad y la economía y del derecho. “Y es también un programa político derivado de esas ideas. Tiene la misma amplitud y la misma complejidad que otros programas, como el marxismo”, explica.

Advierte que las políticas neoliberales en México se adaptaron al desarrollo de este modelo que se asentó en otros países en los setenta y ochenta: “Privatizaciones, desregulación de mercados, liberalización y apertura comercial; las peculiaridades derivan de lo que quedaba del arreglo institucional del régimen revolucionario”.

Coloquio Lippmann
A diferencia de otros movimientos, cuyo arranque no se puede datar con exactitud, el neoliberalismo sí tuvo una fecha de nacimiento que puede rastrearse en las actas del Coloquio Lippmann, celebrado entre el 26 y el 30 de agosto de 1938 en París, y que reunió a una gran cantidad de intelectuales liberales.

El coloquio convocó a pensadores como Raymond Aron, Friedrich Hayek, ­Ludwig von Mises, Étienne Mantoux, Louis Rougier, Michael Polanyi, entre otros, en homenaje a la publicación del libro The Good Society, del periodista financiero estadunidense Walter Lippmann.
Añade Escalante: “A partir de ese momento se adoptó el término ‘neoliberalismo’ y se perfiló un programa que compartieron la mayoría de sus asistentes, cuyo epicentro es la centralidad del individuo sobre el colectivo. El individuo sobre el Estado. Y el mercado como la relación que confiere la libertad económica y política que subrayaron los fundadores del movimiento”.

Los puntos centrales del programa, según el sociólogo, fueron: la necesidad de un Estado fuerte para proteger y ampliar el mercado; la necesidad de poner a las libertades económicas por encima de las políticas; y la convicción de que lo privado es moral y técnicamente superior a lo público.

Hasta los setenta y ochenta, durante los gobiernos de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, y en América Latina el golpe de Estado en Chile que instaló a Augusto Pinochet, el neoliberalismo se mantuvo como una teoría marginal, que se fortaleció con el ocaso de los modelos de desarrollo inspirados en la teoría keynesiana, enfocada en financiar el gasto público mediante la intervención estatal.

–¿Por qué el neoliberalismo ha sufrido tanto descrédito y ha generado tanta polémica? –se le pregunta a Escalante.

–En los setenta –explica–, el gobierno del general Pinochet en Chile fue asesorado por un grupo de economistas de Chicago, discípulos de Milton Friedman, que se llamaban neoliberales, y se estableció la asociación: puesto que los neoliberales asesoran a Pinochet, Pinochet es neoliberal, por lo tanto el neoliberalismo equivale a pinochetismo.

“Más tarde, a partir de finales de los ochenta, el programa básico del neoliberalismo se impuso en todo el mundo con estrategias de liberalización comercial, desregulación de los mercados, y privatización de bienes y servicios públicos. Fue el modelo dominante durante tres décadas, hasta la crisis de 2008”, dice.

Historia de élites

Entre el 5 y el 10 de enero de 1953, el banquero y economista Luis Montes de Oca escribió una serie de artículos en el periódico Excélsior, enfocada a criticar la política económica del gobierno de Miguel Alemán, basada en el financiamiento del gasto público mediante la emisión de moneda.

“Sin estar de acuerdo con la fórmula, puede expresarse como sigue: menos gobierno en los negocios y más negocios en el gobierno”, escribió en uno de sus artículos, el 10 de enero de 1953, Montes de Oca, quien fungió como director del Banco de México en el gobierno de Lázaro Cárdenas, pero terminó distanciado de éste.

La anterior es parte de la historia del neoliberalismo en México, que nació arropado por el surgimiento de un sector bancario privado, explica la doctora Romero Sotelo. “Si hay algo que odiaron esos intelectuales y banqueros fue al cardenismo. Al presidente, desde entonces, lo empezaron a llamar ‘populista’, ‘intervencionista’, etcétera. Él, en efecto, se propone intervenir en la economía desde las fuerzas del Estado”.

A partir de las crisis económicas que padeció el país en los setenta y ochenta, durante los gobiernos de Luis Echeverría y José López Portillo, las ideas neoliberales se volverían dominantes mediante ajustes estructurales que impuso el Banco Mundial: la privatizaciones de industrias estatales y la autonomía del Banco de México, entre otras.
“Hubo un ambiente internacional que también permitió el ascenso del neoliberalismo; no sólo fueron los excesos de Luis Echeverría y José López Portillo. En ellos hubo un desfase cuando el mundo estaba cambiando. Los países desarrollados habían comenzado a aceptar los postulados neoliberales; en México el terreno de las ideas se preparó tres década antes”, explica Romero.

La historiadora sostiene que Montes de Oca fue difusor, enlace y uno de los principales polemistas del naciente movimiento neoliberal en el país, cuyas ideas, de hecho, trajo y ayudó a conservar mediante instituciones educativas, como el Instituto Tecnológico de México (antecedente del Instituto Tecnológico Autónomo de México), cuya fundación trataba de alejarse del pensamiento marxista, que decían que se había “colado” en las escuelas públicas.

Montes de Oca también tradujo la obra de pensadores de la ortodoxia neoliberal, según Romero Sotelo, como el economista austriaco Ludwig von Mises y el pensamiento de Lippmann. Su difusión estuvo a cargo de otros intelectuales fincados en México, como Faustino Ballvé, Gustavo R. Velasco y Aníbal de Iturbide.

“Muchos piensan que el neoliberalismo significa la no intervención del Estado. No, ellos creen que la intervención del Estado debe fortalecer al mercado y al capital y tenemos que crear las instituciones que impulsen este planteamiento. También que tienen que formar sus élites”, explica Romero.

Según la también economista, la herencia del pensamiento económico revolucionario fue el parteaguas para iniciar un debate con los diversos secretarios de Hacienda emanados del nacionalismo revolucionario. La polémica muchas veces fue impulsada por banqueros. Por ejemplo, el apoyo que recibieron del llamado grupo BUDA, encabezado por el empresario Raúl Bailleres (padre de Alberto Bailleres), seguido de Salvador Ugarte, Mario Domínguez y Ernesto J. Amezcua, quienes apoyaron el proyecto intelectual de Montes de Oca. También Manuel Gómez Morin, quien fue pieza importante en la fundación de ese grupo de banqueros, aunque posteriormente se inclinó a la militancia política a través del PAN.

“Si hay una disputa que pervive hasta nuestros días se centra en el gasto público; es decir el gasto por parte del Estado para financiar el desarrollo”, señala. “Especialmente porque los herederos y portadores del pensamiento neoliberal, actualmente, forman un poderoso sector económico y concentran buena parte de la economía mexicana”.

Futuro incierto
El politólogo Alberto Fernández advierte que la posibilidad de la construcción de una política “posneoliberal” se encuentra estancada a nivel mundial. No sólo porque existe una discusión “estéril que se reduce a hashtags en Twitter”, sino también porque los cambios en la política continúan “sin lanzar un nuevo horizonte político y económico”, y “existen vacíos en la historia reciente que es necesario llenar ante la falta de alternativas”.

–¿El neoliberalismo se puede acabar por decreto? –se le pregunta al académico.

–Yo creo que no –señala el articulista de Letras Libres. El neoliberalismo se puede acabar al presentar un modelo alternativo de desarrollo que no resulta de sólo anunciar una mañana: “Desde el día de hoy todo lo que haga para adelante es posneoliberal”. Más bien tiene que ver con el contenido concreto de las medidas a impulsar. Creo que el momento decisivo en la batalla contra la política neoliberal, en los últimos 20 años, han sido las movilizaciones contra las cumbres de la Organización Mundial de Comercio y las protestas de Seattle o Génova, un poco al lado del zapatismo.

“Pero a partir de la gran crisis económica de 2008, aun los más grandes creyentes de las recetas neoliberales, como los funcionarios del FMI o del Banco Mundial, comenzaron a tener sus crisis de fe. Me parece que desde ahí se empezó a socavar la hegemonía del pensamiento neoliberal y el problema fue que las alternativas no empezaron a surgir con claridad. Ahí estamos”, finaliza.

Pero el problema persiste. Según datos de la organización Oxfam México, nos encontramos en la lista de los 25 países más desiguales del mundo y el descenso de los salarios y el estancamiento económico coinciden precisamente con los 36 años que el presidente López Obrador señala como “neoliberales”.


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