23 sept 2007

Memorias de un fiscal Ignacio Carrillo Prieto (i)

Una historia y algunos cuentos (I)/ Ignacio Carrillo Prieto
Testimonio. Memorias de un fiscal. (Primera de tres entregas)
Publicado en el Suplemento Enfoque, de Reforma, 23 septiembre 2007;
Hoy se cumplen 42 años del ataque al cuartel militar de Ciudad Madera, Chihuahua, hecho precursor de luchas sociales y del surgimiento de la Liga Comunista 23 de Septiembre, que llegó a ser el principal grupo guerrillero en México, combatido por el gobierno mediante la Guerra Sucia de los setenta. El reclamo por la desaparición forzada de los integrantes de ése y otros grupos, la demanda de esclarecimiento de hechos como la matanza estudiantil del 2 de octubre de 1968 y el "halconazo" de 1971 derivaron en la promesa hecha por Vicente Fox de hacer justicia y cerrar ese capítulo negro de la historia.

 El encargado de esa tarea fue Ignacio Carrillo Prieto, quien escribe en exclusiva algunas memorias de su paso por la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado
A Raúl Álvarez Garín.
Vengo a relatarles algunas cosas que ocurrieron y a retratar a las personas principales que actuaron en la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado, para dejar testimonio de lo que hicimos y de lo que no hicimos en aquella vapuleada fiscalía.
Una historia. 

Que comienza un domingo por la tarde por obra de fortuito encuentro en cierto restaurante del sur de esta ciudad de los lagos muertos: durante la acostumbrada comida entre amigos un inusual movimiento de camareros y policías anuncia el arribo del procurador general de la República, allá por el mes de enero de 2002: el general Rafael Macedo de la Concha. Apenas habíamos sido presentados a las volandas por el licenciado Luis Octavio Porte Petit Moreno, subprocurador del doctor Sergio García Ramírez, pero a su paso frente a nuestra mesa tuvo don Rafael gesto de reconocimiento; nos saludamos y me propuso entrevista en días siguientes, que acepté gustoso. El encuentro en su oficina (que pronto cambiaría por una moderna de confección bancaria) no tuvo desperdicio:
-Hay necesidad de cumplir con un compromiso presidencial sobre el drama de los "desaparecidos" y acerca de los delitos que se cometieron contra los integrantes de fuerzas políticas y sociales durante los últimos 35 años. ¿Estaría usted de acuerdo en que su nombre fuera incluido en una terna que he de presentarle al presidente de la República?
-Sí, respondí de inmediato y de inmediato agregué: Sí, siempre y cuando no se predetermine ninguna conclusión y se cuente con el apoyo presidencial inequívoco, sin ninguna interferencia de las tramposas "razones de Estado".
-Puede usted estar seguro de ello -repuso el procurador- y, en consecuencia al nuevo fiscal le serán conferidas las autonomías técnica y operativa.
-Y, agregué, también es indispensable que usted delegue sus facultades exclusivas para los dictámenes de no ejercicio de la acción penal y las conexas con ellas.
-Eso será motivo, en todo caso, de un acuerdo que dictaré una vez que, de esa terna, sea designado el nuevo fiscal especial.
-Quedo a la espera de sus noticias, procurador.
-No tardará usted en saber el resultado. Hasta entonces.
En unos cuantos días, no sin buena dosis de suspenso, fui designado (ojo con el nombre del recién nacido) Fiscal Especial para la Atención de Hechos probablemente constitutivos de Delitos Federales cometidos, directa o indirectamente, por servidores públicos contra Personas vinculadas a Movimientos Sociales y Políticos del Pasado. De entrada la cosa era confusa e impronunciable. Nosotros implantamos, por economía verbal, otro letrero: Fiscal Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado.
Rendí la protesta de ley, ante el procurador y los altos funcionarios de su equipo de trabajo, después de lacónica entrevista con el licenciado Eduardo Medina-Mora Icaza, a la sazón director general del Centro de Investigación de Seguridad Nacional, en el búnker de Contreras, charla que signó el inicio de respetuosa relación, de "colegas distantes".
Al final de mi visita al Cisen me recomendó: "Visite usted hoy mismo al procurador Macedo". Repuse que no había sido convocado todavía por él. Su sonrisa, franca y cálida, ante mi escrúpulo, despejó cualquier duda protocolaria. Nos despedimos con un abrazo. Mi pobre imaginación no me dio para anticipar que, cinco años más tarde, el 12 de diciembre de 2006, en la renovada oficina del procurador encabezada por Eduardo, habría de asegurarle, con el dicho de Talleyrand, que el cierre en falso de la fiscalía era "antes que un crimen, algo peor: un error”. 
Las voces internacionales unánimemente, y muchas locales, han confirmado el sombrío pronóstico de aquella plomiza tarde, muy lejano por cierto, a conservación de "chamba", ni requerida ni deseada.
Horas antes de la ceremonia formal de asunción del cargo charlé largamente, en el antiguo edificio de la PGR (por cierto, el único fabricado ex profeso para ella) con el licenciado Alejandro Ramos, militar con licencia para trabajar al lado del procurador general de la República en calidad de coordinador de Asesores. Le recordé que mi prima hermana, Dení Prieto Stock, había militado en las clandestinas Fuerzas de Liberación Nacional (una de las semillas del EZLN), asesinada el 14 de febrero de 1974 en Nepantla, estado de México, en enfrentamiento monstruosamente desigual con las fuerzas del Estado autoritario, junto a compañeros jóvenes y valientes. Otros salvaron la vida, odisea jalonada de buena estrella y de algunas traiciones. Ésa es otra historia y la relataré con el ingrediente recién aparecido de un señor que no se llama como ha dicho que se llama.
La "casa de seguridad" guerrillera, ennegrecida y en ruinas, pretendió mi familia adquirirla por modesta suma; no lo logró pues la autoridad quiso mirar en la operación mercantil un inexistente anhelo de erigir sacrílego santuario. Mi tío Luis Prieto Reyes, especialista en Tucídides y en ejemplos de solidaria hombría de bien y de humor sarcástico y chispeante de la mejor factura, edificó un monumento a su entrañable memoria, con papel y tinta y muchas horas de trabajo, obra que lleva el rivapalaciano título de Un México a través de los Prieto. Cien años de opinión y participación políticas, editado por el gobierno ilustrado del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.
Al rememorar esto ante el licenciado y coronel Ramos le dejé ver que había necesidad de informar de ello a los medios en la inminente y obligada conferencia de prensa de mi estreno. Así se hizo, en el abarrotado recinto del sótano de la Procuraduría en cuyos muros quedó escrito sobre la cantera rosa de Aguascalientes la Suave Patria del poeta maderista, por la iniciativa del entonces procurador García Ramírez.
Los detractores que hay para toda obra que comienza y para toda acción que concluye encontraron incompatible el parentesco y la tarea que arrancaba aquel día, olvidando que la ley tiene contemplado el caso y su solución: inhibición ministerial para conocer y actuar en consecuencia. Pronto veríamos emerger de las más negras profundidades otras cabezas visibles con prestadas voces, que permanecían en la sombra, en contradictorias descalificaciones: el fiscal traiciona al mismo tiempo a su prima comunista y a su anticomunista abuelo: a la primera por servir a un gobierno de derechas; a su ancestro materno por pretender actuar en justicia para un segmento de la izquierda "revoltosa y bravucona". Ya se ve la imposibilidad de ser el "monedita de oro" del refranero.
Al llegar por primera vez a las más que modestas oficinas de la fiscalía fuimos explicándonos algunas cosas aparentemente inconexas. Si el nombre era larguísimo, el edificio cortísimo y vergonzante, pues ningún símbolo, signo, letrero o anuncio advertía al ciudadano que aquello era oficina de la Federación, sede de agentes del Ministerio Público, lugar para procurar justicia, que no debe actuar oculta o disfrazada.
En los cinco años siguientes nadie de la administración central prestó oídos a nuestro reclamo por intitular aquel inmueble que, además, había sido sede diplomática sudamericana y ¡sucursal bancaria!, cuyos haberes fueron "decomisados" en los setenta por algún grupo guerrillero. Lo paradójico de la sede lo tomamos, tirios y troyanos, como involuntario (¿lo era?) humor negro. A la postre el tiempo fue poniendo las cosas claras. No todo era fortuito o inmeditado. Se había elegido un muy inconveniente escenario para la tarea y había un fondo permanente de oscilación dubitativa en la cima del Estado, en la que no estaba el presidente Fox, para estos efectos. Por lo menos ésa es mi convicción fundada, hasta el día de hoy.
En todo caso asomaba la oreja un peligroso intento, oficial u oficioso, de quedar bien con dios y con el diablo, que había que cortar de tajo. Kevin Sullivan, corresponsal de The New York Times en México, lo percibió en la entrevista de las siguientes 48 horas: "esta es -dijo mirando de reojo la oficina de cartón-piedra- la expresión material de una pobre voluntad política que está detrás de usted. No logrará gran cosa, se lo puedo anticipar. Además ¿no debería haber recaído el nombramiento en alguno de los antiguos procuradores de la República?" Repuse que ellos, eminentes los más y "colmilludos" todos, no se embarcarían en tan impredecible travesía ni asumirían tan modesto servicio, incompatible con sus dignidades y preseas. Que, de cualquier modo era asunto ya arbitrado y que en cambio requería de él informara y difundiera la fórmula de Santiago Creel Miranda, secretario de Gobernación de aquel entonces, que se llamaría a comparecer a todos a quien les resultara cita y, "cuando digo todos, todos son todos".
Así ocurrió, como queda constante en los papeles oficiales: a nadie se le conminó por la fuerza; todos los que acudieron lo hicieron voluntariamente, en honor a la verdad. Pero a ninguno, civil o militar, se le dispensó de acudir al llamado de la justicia: una sola excepción hubiera sido mortal de necesidad para la empresa recién fundada.
La presupuestación de la nueva entidad ministerial era -lo fue siempre- insuficiente y desproporcionada a la tarea. Se arrancaba partiendo de 30 escritorios para los agentes, ¡otras tantas secretarias! Lo digo a propósito: primero hubo escritorios; después llegaron las personas, de los cuatro rumbos cardinales de la PGR sin orden ni concierto, a secretaria por cabeza. No deja de ser ilustrativo de la elefantiasis institucional, además paquidérmica por insensible a muchos y muy variados requerimientos indispensables. Pero el empeño y el talento de los compañeros lograron que la obesidad burocrática aprendiera el ballet folclórico que era preciso ejecutar. Algunos tropezarían en pleno escenario, ante candilejas internacionales. Fue necesario reemplazarlos. Pero, en su conjunto, la compañía obtuvo desempeño armónico, sin pretensiones ridículas de clasicismo.
Luego, los responsables de las dos áreas fundacionales, (68 con 10 de junio y desapariciones forzadas respectivamente) fueron reclutando y proponiendo a los cuadros y al resto de la legión. Más tarde se abriría la brecha para la activísima participación de los ciudadanos y la convocatoria a contribuir en la escritura de nuestra historia reciente, no sin interferencias dizque desinteresadas de los autoinvestidos apóstoles de los derechos humanos y su modus vivendi de varios lustros. Sus nombres y renombres, algunos legítimos y otros de oropel, visibles estatuas broncíneas con pies de barro, de lodo, pues están a la vista y me he referido a ellas en otras ocasiones.
 No hago desperdiciar al curioso lector su vista con las charolas de latón que ya exhibieron, sello de su linaje autoritario y represivo, tuertos administradores del país de ciegos. Requieren tratamiento judicial y ninguna consideración adicional.
A otra cosa.
En esas primeras y larguísimas jornadas una tarea central fue la de invitar a la conformación del Comité Ciudadano de Apoyo. La cosa no era tan sencilla porque, con las palabras de Joel Ortega Juárez, universitario a carta cabal y luchador incansable en las causas de la democracia mexicana recién nacida, la izquierda (así, difusa y desarticulada) no vería con simpatía que el gobierno de derecha (si es que tiene sentido el calificativo para el caso concreto, dada la presencia política, constante y sonante de los poderosos náufragos del autoritarismo, derechosísimo en los hechos e izquierdoso en los dichos) enarbolara el preciado estandarte de la reivindicación de la memoria histórica y del enjuiciamiento de los responsables de delitos contra la humanidad entera. Aquí sólo cabía aducir el lugar común del "arte de lo posible". Y lo posible era poquísimo, puesto que ello comprende pasiones y compasiones propias de nuestra humana naturaleza y de sus actos reflejos que afloraron, algunos inmediatamente y, otros, poco tiempo después, desistiendo, elegante o groseramente del esfuerzo comprometido y de la palabra empeñada. 
Debe subrayarse el importante y patriótico desempeño de Salvador Martínez della Rocca, El Pino universitario.
En efecto la presentación pública del plan de trabajo de la fiscalía conllevaba, por fuerza de necesidad, el arropamiento (que no blindaje) del Comité Ciudadano. La inevitable ceremonia, con cierto airecillo teatral, en el auditorio Jaime Torres Bodet del Museo que debemos a Pedro Ramírez Vázquez, arquitecto grandísimo, tenía fecha y hora. La víspera ya contaba con la anuencia de flamantes comisionados, entre ellos el ex rector potosino de Guerrero, José Enrique González Ruiz, quien, llevado por la razón que he expuesto arriba con las palabras de Ortega, incurrió en la sinrazón de dinamitar, desde la sombra, el cimiento del comité al que se habían integrado un próspero abogado (que perseveró y que se reconoce en el prestigioso nombre de José Luis Izunza) y un politólogo de cuyo nombre no quiero acordarme. 
Entre él y el ex rector de Chilpancingo, y otro personaje dedicado a humorismos periodísticos ya rutinarios, la noche anterior de la ceremonia de su presentación en sociedad democrática (en la que evidentemente no se sentirían confortables) me anunciaron su peregrina negativa, que equivalía a desairar al procurador Macedo de la Concha, cosa que no les preocupó en lo absoluto. Es en ese momento crítico que Martínez della Rocca acudió a nuestro llamado y en nuestro auxilio, comprometiéndose a unirse a la autoridad moral de Juliana González Valenzuela, mujer excepcional por la calidad de su inteligencia superior y la cualidad insuperable de su corazón. Así las cosas, el frustrado boicot ideado por esos mínimos maximalistas erró en el blanco y el secretario de Gobernación con el procurador general de la República pudo declarar formalmente inaugurados ímprobos trabajos a los que también se unieron mi muy querido alumno don Miguel Arroyo Ramírez, jurista de polendas, y el muy estimable psicólogo Luis González de Alba, emblemático del 68. Rolando Cordera Campos también contribuyó valiosamente al inicio de esos esfuerzos; después, ya no tuvo tiempo.
Dos mujeres, damas respetabilísimas ambas, acuden a mi memoria en la síntesis retrospectiva que intento: María Teresa Franco y Rosario Ibarra viuda de Piedra. Doña María Teresa, esposa de un hombre de una sola pieza, solidísimo, física y moralmente hablando, don Vicente Estrada, preso político del autoritarismo y compañero de Lucio Cabañas, llegó a la Oficina del Fiscal para hablarme con claridad meridiana, recordándome la gravedad de mi compromiso, lo exiguo de los medios, en el más amplio sentido de la expresión, y su disposición, revocable al primer momento de vacilación que yo tuviera, para contribuir en la rendición de cuentas del pasado mortífero. Al ofrecerme y aceptar gustoso y conmovido su generoso apoyo me regaló también la llave que abriría la puerta de una amistad imprescriptible con Vicente Estrada, quien mucho contribuyó a la ponderación objetiva de los problemas, aparentemente insalvables, que teníamos frente a nosotros.
Con doña Rosario Ibarra viuda de Piedra tuve tres conversaciones telefónicas (a pesar de mi solicitud de presentarle personalmente mis respetos), gracias a los buenos oficios de Luis Prieto R. En la primera de ellas le expuse los trazos generales del plan de trabajo, poniéndome a sus órdenes. La mamá de Jesús, hecho desaparecer en Monterrey por la policía política de un pasado infausto, repuso que no podía adoptar en ese momento decisión alguna porque Eureka era una "federación democrática" y debía realizar las consultas del caso, ofreciéndome respuesta para los días siguientes.
Nuestra segunda y muy breve (a mi pesar) conversación se tradujo en el inicio de su negativa constante e inexplicable: no había confianza en la fiscalía de Fox. Aduje que dicho crédito lo ganaríamos en los hechos, proponiéndole diera una nueva oportunidad a la justicia que reclamaba. La negativa inicial, que prefiguraba la definitiva, se mantuvo inconmovible.
Una tercera llamada telefónica clausuró para siempre nuestra comunicación y su ausencia fue agravio para las víctimas y ofendidos que pusieron su tiempo sin tasa y en este esfuerzo inconcluso. Después quiso referirse a nosotros permanentemente con desdén que todavía duele. Su "grito" reciente, incluyendo a los desaparecidos, hubiera resonado claro y fortísimo en los altavoces deficientes de la justicia que poníamos a su renuente disposición.
Polémica fiscalía
Durante su campaña electoral, Vicente Fox se comprometió a aclarar los crímenes de la Guerra Sucia.
· Noviembre, 2001. Ya como presidente, Fox anuncia la creación de la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado.
· 4 de enero, 2002. Ignacio Carrillo Prieto es nombrado fiscal.
· Mayo, 2006. Se difunde que Carrillo Prieto enfrenta cuatro procedimientos administrativos por un mal ejercicio de los recursos a su disposición.
· 17 de mayo, 2006. Human Rights Watch califica como "decepcionantes" los resultados de la Femospp: 27 procesos penales en trámite, 20 órdenes de aprehensión contra servidores públicos y 630 averiguaciones previas iniciadas. Ningún consignado.
· Octubre, 2006. Se difunden diversas versiones sobre el presupuesto ejercido por la Femospp. El fiscal asegura que recibió 42 millones de pesos en casi seis años; la Secretaría de Hacienda aclara que fueron 168 millones, y especialistas afirman que fueron 247 millones de pesos.
· Noviembre, 2006. A punto de concluir sus labores, el fiscal denuncia que hubo una campaña en su contra.

· 18 de noviembre, 2006. La Femospp entrega su informe final de 861 páginas, en el que concluye que en las últimas décadas se registraron en México al menos 12 masacres, 120 ejecuciones extrajudiciales, 800 desapariciones forzadas, 2 mil actos de tortura a detenidos y masivas violaciones a los derechos humanos de la población.

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