3 nov 2008

Un asesino en Ciudad Juárez

Asesino de mujeres en Juárez
José Granados, extraditado temporalmente de EE UU admitió ante un tribunal que él y otros dos hombres mataron a por lo menos diez mujeres en Ciudad Juárez, Chihuaha.
El sujeto confesó el pasado 29 de octubre a un juez que entre los tres mataron a las víctimas entre 1993 y el 2006; agregó cinicamente que incluso tenía enterrada a una de ellas en su jardín y que Edgar Alvarez, fue quién orquestó los secuestros y asesinatos.
Granados fue enviado de regreso a Estados Unidos para que complete una sentencia de tres años por trasgresiones a las leyes inmigratorias mientras prosigue su juicio en México
Diego E. Osorno, nor regala en Milenio Diario, unos fragmentos de la comparecencia que dice, duro 8 horas.
Asesino en Cd. Juárez
“...aquí las tiramos y nadie se dará cuenta”
En su declaración ministerial, el detenido dijo haber participado, junto con dos hombres, en una decena de feminicidios en Ciudad Juárez. Presentamos algunos fragmentos de una comparecencia que se prolongó durante ocho horas.
Nota de Diego E. Osorno
Milenio Diario, 3-Noviembre-08
Yo había tomado como tres pastillas y me dieron otras tantas, pero necesitaba algo dulce para que me explotaran. Estuvimos como 20 minutos parados afuera de la tienda y Édgar dijo: ‘Aquí podemos levantar a una ruca, la tiramos y nadie se dará cuenta’. El Cala nos respaldó”.
Durante ocho horas grabadas en video, José Francisco Granados de la Paz relata la manera en que él y dos hombres más asesinaron a una decena de mujeres en Ciudad Juárez. En un juzgado de Chihuahua, el hombre de 30 años confesó el pasado 28 de octubre esos crímenes, aunque algunas madres de las asesinadas toman con reserva la declaración.
Granados de la Paz fue detenido en Texas por violar la ley de migración. Durante sus días de encierro confesó que estaba implicado en los asesinatos de Ciudad Juárez, junto con Édgar Álvarez Cruz, detenido posteriormente. Al poco tiempo de ese suceso, el embajador Antonio Garza informó en un comunicado que su país había detenido a sospechosos que ayudarían a esclarecer varios crímenes de la ciudad fronteriza.
El pasado 28 de octubre, a raíz de una solicitud formal de México, Granados de la Paz fue traído a declarar a Chihuahua, donde ratificó y amplió lo que dijo a la policía estadunidense, antes de ser llevado de nuevo a la penitenciaría de Pensylvania, donde duerme esta noche.
En su declaración, a la cual MILENIO tuvo acceso, el multihomicida confeso relata su andanza criminal. Relata el horror.
I
“Respecto a las mujeres que matamos, creo que la primera vez fue en 1993; empecé a recordar estas muertes porque en la prisión de Las Cruces, Nuevo México, me desesperé y me corté las venas. Entonces abrí La Biblia y recordé el Cristo Negro. Fue cuando empecé a hacer memoria y recordé lo que estoy narrando. En esa época me drogaba mucho”.
II
“No recuerdo físicamente a las mujeres, recuerdo que había una que tenía unas calcetas rojas o rosas, unos tenis y un short azul; al parecer una pechera, pero de eso no me acuerdo. De la otra no recuerdo nada. Cuando pasó eso yo trabajaba en la CCC5. Recuerdo que en esa ocasión íbamos El Cala, Édgar y yo. No puedo recordar cómo las matamos. Sólo me acuerdo que cuando las fuimos a tirar iba bien drogado, me iba a caer en un mezquite y me rasguñé el brazo izquierdo. Me acuerdo que estaba en el carro y, ya de regreso, Édgar me dijo que si había dejado algo tirado con los cuerpos, como una marca. Recuerdo que eran dos mujeres porque donde las tiramos había un canalito, como un arroyito seco.”
III
“No recuerdo si fue en Valle Verde donde vimos una muchacha y Édgar le dijo que si la llevábamos; ella volteó a verme y me sonrió. Pienso que le gusté. Ella se subió atrás conmigo. Édgar iba manejado el carro, yo iba de copiloto. La muchacha llevaba una blusa roja, floreada de manga corta. No llevaba bata de trabajo, llevaba pantalón de mezclilla azul claro y tenis blancos. Édgar la invitó a cotorrear (divertirse) y a tomar cerveza, ella no quiso tomar. Estuvimos dando vueltas esperando a que oscureciera, después Édgar me obligó a que le hiciera el amor y yo le acaricié las piernas; ella me rasguñó y le dije a Édgar que no lo haría porque ella no quería. Después él se enojó y se detuvo. Se brincó al asiento de atrás y le cestó una puñalada en el corazón con un cuchillo cebollero que medía unas 14 pulgadas aproximadamente. El vehículo lo detuvo Édgar frente a un árbol.”
IV
“Un fin de semana, como a las tres de la tarde, Édgar y El Cala en compañía de una mujer fueron por mí a mi casa. Ellos iban en el carro rojo de Édgar; el tablero es de color gris. Al subirme, El Cala me dijo: ‘Esta morra le chingó dos kilos de mariguana a un compa, así que ya sabes la misión’. Ella es de 19 a 22 años de edad, de complexión robusta, morena clara, de cabello rizado corto a la altura de los hombros; vestía pantalón azul, blusa café de manga corta y zapatos o tenis, no recuerdo bien. Le dije a la mujer que por qué le robó unos kilos de mariguana. Ella estaba en la parte de atrás del carro, del lado del copiloto, y después, como a las cinco de la tarde nos fuimos a dar la vuelta por el Parque Industrial, esperando a que oscureciera.
“Como a las siete de la tarde tomamos avenida Juárez, por el río, rumbo a Zaragoza. Dimos vuelta a la derecha y circulé hacía otra ampliación, colonia Ejército Nacional; antes de llegar a la siguiente avenida dimos vuelta hacia la derecha y tomamos caminos de terracería. Llegamos a un canal. Cerca de ese canal había una barra de bloque. Nos metimos a un fraccionamiento de casas de dos pisos, donde al parecer se sembraba algodón. Al llegar al canal ella pidió que no le hiciéramos nada porque su familia iba a hacer algo. El Cala le pegó para callarla. Le dije que por qué le había pegado. Después Édgar se pasó a la parte de atrás del vehículo y apuñaló a la muchacha en el corazón en dos ocasiones. Yo me quedé callado. Después les dije que por qué lo hacían y me respondieron que eran ofrendas para Satanás.
V
“Ya no quise bailar cuando llegó Édgar y me dijo ‘vámonos’. Le pregunté que dónde estaban la morra y El Cala, y me dijo que en el carro y que la morra estaba atrás como dormida, que ya no hablaba. Volteé y les pregunté que qué pasaba. Me dijeron que se había echado unas píldoras, que le habían hecho efecto y que se había puesto bien caliente para tener sexo. Se paró el carro después de media hora a 45 minutos. Les dije que fuéramos a dejar a la morra pero nos fuimos a El Asa. Édgar me dijo que si tenía huevos la matara y yo le dije que no tenía fierro; me dio uno, lo agarré y le dije ‘órale’. La morrita seguía dormida y le enfierré un par de veces en el corazón.
VI
“Nos llegó una invitación para estar con las chicas y hacer oración porque habían encontrado unas muertitas en el canal. Había muchas señoras y gente de otros centros de rehabilitación. Estando ahí fue cuando me acerqué al canal donde tiramos a las morras. Sentí las miradas, yo baje la mirada y me puse a agarrar tierra. Se acercó una señora con joyas. Ella me dijo ‘¿Piensas que no sé quién eres tú? Yo le pregunté que qué decía. En eso se acercó otra y nos dijo ‘Vénganse para acá mijo, ayúdanos’. En eso se oyó la voz de una mujer que dijo: ‘Aquí están los asesinos’. Otra señora dijo: ‘No es cierto’. Alguien nos puso a orar y luego nos fuimos.”
En este momento el compareciente solicitó suspender la diligencia por sentirse cansado.

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