Cartas en El Correo Ilustrado de La Jornada, 26 de diciembre de 2008;
Abrahm Nuncio, comenta desplegado
El desplegado que publicó un grupo de la comunidad judía contra Alfredo Jalife-Rahme es no sólo un enorme despropósito, sino un acto inhibitorio de la libertad de expresión. La gran importancia concedida a sus análisis quizá pueda no haber sorprendido a Jalife-Rahme; en esencia es una amenaza que no debe pasar sin registro. Los primeros en aplaudir el ataque debieron ser numerosos personajes ligados a notables centros de poder: desde el gobierno de Bush hasta Wall Street y Tel Aviv, pasando por la London Stock Exchange. Porque, ¿quién se ocupa de la inanidad? Nadie. Y menos un grupo con el poder que parece tener el responsable de la publicación. Un poder que logra convertir en signatarios de su fobia a varios de los intelectuales destacados del país. Hemos llegado al pobre extremo de que los intelectuales atraviesen su firma en un pronunciamiento bizarro pudiendo cada uno de ellos escribir su opinión sobre las de Jalife-Rahme, vaya, como lo hizo en su prolija carta Adolfo Gilly. Porque ese pronunciamiento nada tiene que ver con una causa. Se trata más bien de una anticausa: la del chantaje de un antisemitismo a modo inventado por los tiburones de la ideología glamorizada, las finanzas y la guerra. Antisemitismo manipulado que sirve, por lo demás, para encubrir acciones perversas y crímenes de lesa humanidad cometidos por individuos de origen o identidad judíos. Lamento este tipo de expresiones, sobre todo porque implican a intelectuales a quienes quiero y admiro.
Abraham Nuncio
El desplegado que publicó un grupo de la comunidad judía contra Alfredo Jalife-Rahme es no sólo un enorme despropósito, sino un acto inhibitorio de la libertad de expresión. La gran importancia concedida a sus análisis quizá pueda no haber sorprendido a Jalife-Rahme; en esencia es una amenaza que no debe pasar sin registro. Los primeros en aplaudir el ataque debieron ser numerosos personajes ligados a notables centros de poder: desde el gobierno de Bush hasta Wall Street y Tel Aviv, pasando por la London Stock Exchange. Porque, ¿quién se ocupa de la inanidad? Nadie. Y menos un grupo con el poder que parece tener el responsable de la publicación. Un poder que logra convertir en signatarios de su fobia a varios de los intelectuales destacados del país. Hemos llegado al pobre extremo de que los intelectuales atraviesen su firma en un pronunciamiento bizarro pudiendo cada uno de ellos escribir su opinión sobre las de Jalife-Rahme, vaya, como lo hizo en su prolija carta Adolfo Gilly. Porque ese pronunciamiento nada tiene que ver con una causa. Se trata más bien de una anticausa: la del chantaje de un antisemitismo a modo inventado por los tiburones de la ideología glamorizada, las finanzas y la guerra. Antisemitismo manipulado que sirve, por lo demás, para encubrir acciones perversas y crímenes de lesa humanidad cometidos por individuos de origen o identidad judíos. Lamento este tipo de expresiones, sobre todo porque implican a intelectuales a quienes quiero y admiro.
Abraham Nuncio
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Carta a Alfredo Jalife-Rahme
El desplegado (La Jornada, 19/12/08) escrito por Alejandro Frank y por mí está suscrito por alrededor de 500 firmas, 82 de las cuales pertenecen a personalidades con prestigio público. ¿Acaso son todos ellos aliados –por ejemplo Rosa Albina Garavito, Marta Lamas, Carlos Martínez Assad o Carlos Monsiváis– de lo que usted llama el “eje estadunidense-israelí”? ¿Es Adolfo Gilly (La Jornada, 28/06/2002, 21/12/08) agente del Mossad? Escribe usted el 20/12/08: “¿Se trata de equiparar a la víctima histórica [judía] con el verdugo [judío] contemporáneo?” No, justamente: de suscribir eso tendríamos que suscribir el racismo que convierte a todo árabe (perteneciente en el siglo XII a una cultura muy avanzada) en terrorista. Millones de judíos no son aliados de Bush y de Sharon. Mis padres, por ejemplo, no eran religiosos; eran ateos, socialistas e internacionalistas. Muchos como ellos luchan, incluso desde dentro de Israel (Edward Said lo sabía bien), por la paz en Medio Oriente y por la creación de dos naciones modernas, laicas, democráticas e incluyentes; porque el mundo resarza la fuerte deuda que tiene con ambos pueblos. Hay que castigar a los criminales Madoff y Succar Kuri con todo el peso de la ley, pero no por ser el primero judío y el segundo de origen libanés. Finalmente, usted es libre de no coincidir políticamente hablando con Enrique Krauze o con Jorge Castañeda (La Jornada, 9, 10, 14 y 18/04/08), quienes por cierto muchas ocasiones no coinciden entre sí. Sin embargo, “adereza” usted siempre esta opinión haciendo alusión a los dos apellidos de ambos. ¿Acaso insinúa que Krauze y Castañeda pertenecen a lo que usted llama “la internacional neofascista liberal” (¿?, La Jornada, 9/04/08) porque son judíos? Eso, señor Jalife, es antisemitismo, y no nos confundamos, todo mundo sabe lo que significa.
Olivia Gall
Carta a Alfredo Jalife-Rahme
El desplegado (La Jornada, 19/12/08) escrito por Alejandro Frank y por mí está suscrito por alrededor de 500 firmas, 82 de las cuales pertenecen a personalidades con prestigio público. ¿Acaso son todos ellos aliados –por ejemplo Rosa Albina Garavito, Marta Lamas, Carlos Martínez Assad o Carlos Monsiváis– de lo que usted llama el “eje estadunidense-israelí”? ¿Es Adolfo Gilly (La Jornada, 28/06/2002, 21/12/08) agente del Mossad? Escribe usted el 20/12/08: “¿Se trata de equiparar a la víctima histórica [judía] con el verdugo [judío] contemporáneo?” No, justamente: de suscribir eso tendríamos que suscribir el racismo que convierte a todo árabe (perteneciente en el siglo XII a una cultura muy avanzada) en terrorista. Millones de judíos no son aliados de Bush y de Sharon. Mis padres, por ejemplo, no eran religiosos; eran ateos, socialistas e internacionalistas. Muchos como ellos luchan, incluso desde dentro de Israel (Edward Said lo sabía bien), por la paz en Medio Oriente y por la creación de dos naciones modernas, laicas, democráticas e incluyentes; porque el mundo resarza la fuerte deuda que tiene con ambos pueblos. Hay que castigar a los criminales Madoff y Succar Kuri con todo el peso de la ley, pero no por ser el primero judío y el segundo de origen libanés. Finalmente, usted es libre de no coincidir políticamente hablando con Enrique Krauze o con Jorge Castañeda (La Jornada, 9, 10, 14 y 18/04/08), quienes por cierto muchas ocasiones no coinciden entre sí. Sin embargo, “adereza” usted siempre esta opinión haciendo alusión a los dos apellidos de ambos. ¿Acaso insinúa que Krauze y Castañeda pertenecen a lo que usted llama “la internacional neofascista liberal” (¿?, La Jornada, 9/04/08) porque son judíos? Eso, señor Jalife, es antisemitismo, y no nos confundamos, todo mundo sabe lo que significa.
Olivia Gall
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Humberto Musacchio, comenta carta de Nuncio
Abraham Nuncio hace referencia al “desplegado que publicó un grupo de la comunidad judía contra Alfredo Jalife-Rahme” (La Jornada, 19/12/08) y lo tilda de “acto inhibitorio de la libertad de expresión” y aun de “amenaza que no debe pasar sin registro”. Ese desplegado lo firman numerosos judíos, pero también decenas de personas que no pertenecemos a dicha comunidad ni a una misma filiación política o ideológica, quienes no pedimos que Jalife abandone su “periodismo” ni que La Jornada deje de publicarlo, si bien expresamos nuestra desazón por el hecho de que un periódico que nació con amplio apoyo social le regale tan generoso espacio al antijudaísmo, la difamación y la mentira.
Pero Nuncio ofende a los firmantes al suponer que hay un grupo (¿tal vez representante de la gran conspiración judeo-masónica?) con un poder tal “que logra convertir en signatarios de su fobia a varios intelectuales destacados del país”, cuando éstos podían expresar por escrito su opinión sobre Jalife-Rahme. Se equivoca Nuncio. Cada uno de los firmantes es muy capaz de decidir por sí mismo lo que suscribe y al hacerlo no renuncia en forma alguna a combatir el antisemitismo en otros espacios.
El desplegado, agrega, implica el “chantaje de un antisemitismo a modo”, un “antisemitismo manipulado que sirve –dice Nuncio– para encubrir acciones perversas y crímenes de lesa humanidad cometidos por individuos de origen o identidad judíos”. ¿Como cuáles, como quiénes? Lamento que el “estilo” de Jalife haya ganado un émulo.
Humberto Musacchio
Abraham Nuncio hace referencia al “desplegado que publicó un grupo de la comunidad judía contra Alfredo Jalife-Rahme” (La Jornada, 19/12/08) y lo tilda de “acto inhibitorio de la libertad de expresión” y aun de “amenaza que no debe pasar sin registro”. Ese desplegado lo firman numerosos judíos, pero también decenas de personas que no pertenecemos a dicha comunidad ni a una misma filiación política o ideológica, quienes no pedimos que Jalife abandone su “periodismo” ni que La Jornada deje de publicarlo, si bien expresamos nuestra desazón por el hecho de que un periódico que nació con amplio apoyo social le regale tan generoso espacio al antijudaísmo, la difamación y la mentira.
Pero Nuncio ofende a los firmantes al suponer que hay un grupo (¿tal vez representante de la gran conspiración judeo-masónica?) con un poder tal “que logra convertir en signatarios de su fobia a varios intelectuales destacados del país”, cuando éstos podían expresar por escrito su opinión sobre Jalife-Rahme. Se equivoca Nuncio. Cada uno de los firmantes es muy capaz de decidir por sí mismo lo que suscribe y al hacerlo no renuncia en forma alguna a combatir el antisemitismo en otros espacios.
El desplegado, agrega, implica el “chantaje de un antisemitismo a modo”, un “antisemitismo manipulado que sirve –dice Nuncio– para encubrir acciones perversas y crímenes de lesa humanidad cometidos por individuos de origen o identidad judíos”. ¿Como cuáles, como quiénes? Lamento que el “estilo” de Jalife haya ganado un émulo.
Humberto Musacchio
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¿Antisemitismo?
Soy Alberto Sladogna, judío, hijo de madre judía (Freme Ceimann), y por consiguiente si Alfredo Jalife-Rahme se dignara designarme con mi doble apellido: Sladogna Ceimann, no vería en eso muestra de antisemitismo. ¿Cómo podría tomar como antisemita que se me recordara –se mentara, en todos los sentidos– el apellido judío de mi madre? Por el contrario, es algo de orgullo. Si no empleo el doble apellido se debe a que provengo de una tradición –la argentina– en que no suelen emplearse, salvo en los sectores aristocráticos. Mi documento mexicano los ostenta sin ninguna carga de ofensa, pues es un honor. En México, como lo demostró el doctor Néstor de Buen, soy un ciudadano de segunda, soy un “naturalizado”. Por ejemplo, en varios concursos no puedo participar, por esa condición. Entonces, si Jalife-Rahme mentara mi segundo apellido no lo tomaré como insulto, sino como la clara indicación de haber nacido –como cualquier otro de la cintura hacia abajo– del cuerpo de una mujer judía, proletaria y milonguera.
Aclaro que –Jalife-Rahme lo sabe– no concuerdo con sus apreciaciones, sus formas de leer o de citar autores tales como Leo Strauss, pero reconozco que quizás él comparte una confusión con otros, la de tomar “todo” lo judío como perteneciente al Estado de Israel. Esa tradición es el resultado de viejas tradiciones racistas y xenófobas de México, al igual que otros países. En México el antisemitismo descansa en el racismo contra los indios, y últimamente, contra los nacos, en particular contra uno de ellos, Andrés Manuel López Obrador, el mismo a quien Enrique Krauze, con o sin doble apellido, agrede bajo un nuevo racismo siquiátrico al calificarlo de “mesías tropical”. A los firmantes denunciantes del posible antisemitismo de Jalife-Rahme no los he visto denunciado los decretos racistas aún vigentes de Plutarco Elías Calles y otros. Tampoco dijeron nada al “Comité Central” que en el Club Israelita del DF otorgó su apoyo al licenciado Calderón, en nombre de “toda la comunidad”, reduciendo la diversidad de la comunidad judía sólo a ser “empresarios textiles” afectados por los productos chinos. Adolfo Gilly criticó a Jalife por tomar en serio un chiste de una publicación. Adolfo, ¿olvidaste que los judíos presentamos como chiste lo serio? El estafador gringo se llevó los dineros del Mossad. Es una broma que muestra la altura de esa pirámide capitalista más la complicidad de quienes le dieron su dinero. Tres instituciones judías perdieron 200 millones de dólares. Una pregunta: ¿nunca sospecharon acerca de cómo eran factibles sus altos rendimientos?
Alberto Sladogna
¿Antisemitismo?
Soy Alberto Sladogna, judío, hijo de madre judía (Freme Ceimann), y por consiguiente si Alfredo Jalife-Rahme se dignara designarme con mi doble apellido: Sladogna Ceimann, no vería en eso muestra de antisemitismo. ¿Cómo podría tomar como antisemita que se me recordara –se mentara, en todos los sentidos– el apellido judío de mi madre? Por el contrario, es algo de orgullo. Si no empleo el doble apellido se debe a que provengo de una tradición –la argentina– en que no suelen emplearse, salvo en los sectores aristocráticos. Mi documento mexicano los ostenta sin ninguna carga de ofensa, pues es un honor. En México, como lo demostró el doctor Néstor de Buen, soy un ciudadano de segunda, soy un “naturalizado”. Por ejemplo, en varios concursos no puedo participar, por esa condición. Entonces, si Jalife-Rahme mentara mi segundo apellido no lo tomaré como insulto, sino como la clara indicación de haber nacido –como cualquier otro de la cintura hacia abajo– del cuerpo de una mujer judía, proletaria y milonguera.
Aclaro que –Jalife-Rahme lo sabe– no concuerdo con sus apreciaciones, sus formas de leer o de citar autores tales como Leo Strauss, pero reconozco que quizás él comparte una confusión con otros, la de tomar “todo” lo judío como perteneciente al Estado de Israel. Esa tradición es el resultado de viejas tradiciones racistas y xenófobas de México, al igual que otros países. En México el antisemitismo descansa en el racismo contra los indios, y últimamente, contra los nacos, en particular contra uno de ellos, Andrés Manuel López Obrador, el mismo a quien Enrique Krauze, con o sin doble apellido, agrede bajo un nuevo racismo siquiátrico al calificarlo de “mesías tropical”. A los firmantes denunciantes del posible antisemitismo de Jalife-Rahme no los he visto denunciado los decretos racistas aún vigentes de Plutarco Elías Calles y otros. Tampoco dijeron nada al “Comité Central” que en el Club Israelita del DF otorgó su apoyo al licenciado Calderón, en nombre de “toda la comunidad”, reduciendo la diversidad de la comunidad judía sólo a ser “empresarios textiles” afectados por los productos chinos. Adolfo Gilly criticó a Jalife por tomar en serio un chiste de una publicación. Adolfo, ¿olvidaste que los judíos presentamos como chiste lo serio? El estafador gringo se llevó los dineros del Mossad. Es una broma que muestra la altura de esa pirámide capitalista más la complicidad de quienes le dieron su dinero. Tres instituciones judías perdieron 200 millones de dólares. Una pregunta: ¿nunca sospecharon acerca de cómo eran factibles sus altos rendimientos?
Alberto Sladogna
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