9 jul 2009

Benedicto XVI

El Papa de la ‘antiglobalización’/Borja Vivanco Díaz, doctor en Economía y Licenciado en Sociología
Publicado en EL CORREO DIGITAL, 09/07/09;
Es la tercera encíclica de Benedicto XVI, la más densa y también la más esperada. La sensibilidad social que Joseph Ratzinger ha demostrado y su propuesta de un orden mundial más justo, equilibrado, ético y ecológico van a convertir la encíclica ‘Caritas in veritate’ en la iniciativa más aplaudida de su pontificado, dentro y fuera de la Iglesia católica. Y, por supuesto, como cualquier otro de los documentos que Joseph Ratzinger ha publicado, en los últimos cincuenta años, su encíclica social no es retórica, sino -al contrario- una reflexión académica, fina y concienzuda, a la luz del pensamiento cristiano y del análisis de la estructura socioeconómica internacional.
Dentro de la Iglesia católica pervivía una gran expectación para que Joseph Ratzinger reformulara o actualizase la doctrina social. Hacía casi veinte años que no se publicaba una encíclica de esta naturaleza y, en concreto, desde que -en 1991- Juan Pablo II escribió ‘Centesimus annus’, con ocasión del centenario de la ‘Rerum novarum’ de León XIII, que inauguró la doctrina social. Era necesario, por consiguiente, que Benedicto XVI, como cabeza de la Iglesia y de la manera más solemne, es decir, redactando una encíclica, denunciase -sin tapujos- las desigualdades sociales que no cesan de reproducirse en un mundo globalizado, dominado por la ya incuestionable economía de mercado y determinado, al mismo tiempo, por el uso de las nuevas tecnologías.
No podemos eludir la influencia que, a lo largo del siglo XX, ha ejercido la doctrina social de la Iglesia. Principalmente en la primera mitad de la centuria pasada, las encíclicas de naturaleza social sostuvieron ideológicamente el sindicalismo católico y los partidos políticos democratacristianos; algunos de cuyos miembros lideraron la construcción de la Comunidad Económica Europea (CEE) después de la Segunda Guerra Mundial. Asimismo, en las últimas décadas y junto a los partidos de inspiración socialdemócrata, los democristianos han jugado un papel fundamental en la consolidación de los Estados del Bienestar.
Acercándonos a nuestra historia, es un hecho ya olvidado pero, en sus orígenes, el sindicato ELA, muy alejado de los postulados socialistas o anarquistas, gustaba de autocalificarse como católico e inspirarse en las encíclicas sociales. Cabe decir lo mismo del EAJ-PNV, cuyo decidido interés por asimilar la doctrina social de la Iglesia le ayudó a despojarse definitivamente del ideario integrista -que heredó del carlismo- y abrazar de manera plena, en los años 20 y 30 del siglo XX, la cultura democrática.
Además, que la publicación de la encíclica ‘Caritas in veritate’ coincida con la virulenta crisis económica internacional que vivimos hace que gane sobremanera en actualidad. «La vía solidaria hacia el desarrollo de los países pobres puede ser un proyecto de solución de la crisis global actual», llega el Papa a proponer, y no ingenuamente. «En las relaciones mercantiles el principio de gratuidad y la lógica del don, como expresiones de fraternidad, pueden y deben tener espacio en la actividad económica ordinaria», continúa más adelante. Si algunos pueden tachar las pretensiones de Ratzinger como puros utopismos, para él son imperativos éticos irrenunciables.
Aunque el Papa reconoce que «la Iglesia no tiene soluciones técnicas que ofrecer», sí hace algunas propuestas concretas, como el incremento de la ayuda al desarrollo, por parte de los países ricos, o la reforma de las Naciones Unidas. Sin buscarlo, Ratzinger se va a convertir, con su ‘Caritas in veritate’, en uno de los aliados intelectuales más firmes del movimiento internacional antiglobalización.
De hecho, ‘Caritas in veritate’ se desarrolla, en buena parte, desde los presupuestos y los objetivos de la encíclica de Pablo VI ‘Populorum Progressio’. Aquella olvidada encíclica escrita en 1967, a caballo del Concilio Vaticano II y Mayo del 68, siempre se calificó como el documento publicado por El Vaticano más cercano a la izquierda política.
En consecuencia
, espero que ‘Caritas in veritate’ acabe ya con el infundado y tan injusto estereotipo de que las reservas de Ratzinger hacia la Teología de la Liberación fueron debidas a su desinterés o a su desatención hacia la opción por los pobres. Su suspicacia hacia la Teología de la Liberación, más bien, provino -como él aclaró- de la asimilación que ésta hizo de la dialéctica marxista. No me extrañaría, incluso, que ‘Caritas in veritate’ pase a ser uno de los libros de cabecera de los teólogos de la liberación. Yo, al menos, no he tenido opción de renunciar a subrayar, dibujar flechas y hacer círculos en frases o párrafos tan ricos en contenido.
Voy más allá y, si bien hoy todavía es pronto para valorarlo, opino que tal vez ‘Caritas in veritate’ pueda llegar a ser calificado como el documento más relevante editado en el seno de la Iglesia católica desde el Concilio Vaticano II. Ciertamente, la encíclica es también un ensayo de primera categoría que se nutre, a la vez, de disciplinas variadas como la ética, la teología, la economía o la sociología. El estilo literario bello y elegante, al que Ratzinger nos tiene acostumbrados, todavía hace más atractivo sumergirse en sus más de cien páginas.
Como es habitual en otras encíclicas de naturaleza social, ‘Caritas in veritate’ va dirigida no sólo a los católicos, sino «a todos los hombres de buena voluntad». Creo que muchos de los más laicistas y anticlericales llegarán a compartir con el Papa que «los valores del cristianismo no son sólo un elemento útil, sino indispensable para la construcción de una buena sociedad y un verdadero desarrollo humano integral». Cabe recordar, precisamente, que los cristianos reciben críticas no tanto por ser cristianos, sino por no serlo.
En suma, la lectura de la encíclica, por su alto significado ético y por su riqueza intelectual, es sugerente para creyentes y no creyentes y, sin duda alguna, abre las puertas para la colaboración, entre unos y otros, en favor de la justicia y el bien común.

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