13 feb 2012

Garzón, cara o cruz/José María Fuster-Fabra

Opinión hecha antes de la resolución dictada en contra de Garzón
Garzón, cara o cruz/José María Fuster-Fabra
Publicado en EL PERIÓDICO, 06/02/12:
Vaya por delante que estoy en las antípodas de aquellos que se manifiestan por las calles en defensa del juez Baltasar Garzón, que mi ideología y planteamientos jurídicos están muy lejos de los de otros juristas, como José María Mena o Carlos Jiménez Villarejo, que le apoyan. Vaya por delante que pocos abogados habrán presentado escritos tan duros contra resoluciones de Garzón en casos como el GAL, Pretoria, etcétera.
Vaya por delante que no hablo de oídas como otros, porque servidor ha vivido frente a Garzón situaciones de las más duras de la historia judicial española, como el careo fallido entre Roldán y el general Rodríguez Galindo, cuando este pronunció su ya conocida frase: «Soy guardia civil, y como guardia civil jamás me carearé con un superior del que solo espero órdenes, ni con un inferior, a quien yo se las doy».
Vaya por delante que personalmente, y como jurista, discrepo de la interpretación de la ley que hizo Garzón, tanto en el asunto de los abogados del caso Gürtel como en el de la memoria histórica, a cuya ley me declaro contrario. Lo digo para que quede claro el conocimiento personal y la discrepancia jurídica, en ocasiones muy dura, con el juez Garzón. Eso es una cosa y otra muy distinta creer que ha prevaricado en aquello de lo que se le acusa.
Lo cierto es que Garzón siempre ha interpretado la ley de forma extensiva, hasta el límite, por eso sus resoluciones han sido en ocasiones revocadas por los tribunales superiores.
Interpretó hasta el límite la ley en el caso Pinochet; en el de los desaparecidos en Argentina; cuando metió en prisión a Rafael Vera tras su paso por el Ministerio del Interior; cuando, antes de los Juegos Olímpicos, realizó la redada que acabó con la desarticulación de Terra Lliure, o cuando dictó el auto de ilegalización de Batasuna. Por cierto, entonces todos le aplaudieron, pero la verdad es que éramos una minoría quienes creíamos en aquella posibilidad y, cuando un grupo de abogados de víctimas del terrorismo entre los que yo estaba, elaboramos los informes sobre las finanzas de ETA encontramos muchos silencios, pero no el de Garzón, quien interpretó la ley y provocó el colapso financiero de ETA.
Veamos un ejemplo de diferencia entre lo que puede considerarse un error judicial y la prevaricación. El ordenamiento jurídico dice que solo podrán intervenirse las comunicaciones entre abogado y cliente cuando sea por orden judicial y en casos de terrorismo. Mi interpretación y la de la mayoría es que esta y significa que deben darse los dos requisitos. Luego, Garzón se equivoca, pero cuando él toma la resolución lo hace con el apoyo de los fiscales del caso, y, cuando resuelve la Sala de la Audiencia Nacional, hay un voto particular de varios jueces que lo interpretan como Garzón. Si Garzón ha prevaricado, la consecuencia lógica sería que todos esos jueces y los fiscales han prevaricado también, y eso no se sostiene.
Si hablamos de su interpretación al asumir la causa de la memoria histórica, podríamos decir otro tanto. La interpretación extensiva que hace Garzón es similar a la que utilizó para imputar a Pinochet y el hecho de que haya una ley específica de memoria histórica no impide la posible persecución penal a instancias de las posibles víctimas. A partir de ahí, podría decir todas las discrepancias que tengo sobre este tema y sobre el contenido jurídico de sus resoluciones, pero estoy convencido de que no hay prevaricación, sino que la norma es interpretable. En el caso de los cursos en Nueva York, podría afirmarse otro tanto porque no hay ninguna prueba de la relación directa entre la financiación de los mismos y los pagos al juez.
Por otra parte, resulta extraño que un juez que ha dictado resoluciones tan polémicas, de repente se convierta en triprevaricador, es decir, nunca había prevaricado y últimamente prevarica tres veces. Se equivocan quienes creen que han ido a por Garzón jueces de un determinado sector ideológico. Algunos de los que le han sentado en el banquillo son más de izquierdas que los que se manifiestan por las calles.
El problema de Garzón radica en que cuando lo que dicta nos gusta o coincide con nuestros planteamientos, lo aplaudimos, y cuando no lo linchamos. Si Garzón es un prevaricador, durante muchos años unos y otros han estado a su favor cuando la prevaricación les gustaba y en contra cuando no les favorecía. Para mí, Garzón es un juez con sus aciertos y sus errores, como otros muchos jueces. La diferencia está en la notoriedad de sus resoluciones, en las que habrá acertado y se habrá equivocado, como usted, como yo, como todos.
Si le absuelven, seguiré discrepando de él, pero más todavía con aquellos que, sin haber leído nunca una resolución suya, lo condenan de antemano por cuestiones ideológicas y no jurídicas, y sobre todo con aquellos que hipócritamente lo han ensalzado o lo han intentado destruir según lo que resolvía.
Mi confianza en el Tribunal Supremo es absoluta.

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