4 feb 2013

Atentado/Roberto Zamarripa


Columna TOLVANERA
Atentado/Roberto Zamarripa
Reforma, 4 Feb. 13
 Diversas versiones han circulado de manera extraoficial sobre la tragedia en las oficinas administrativas de Petróleos Mexicanos (Pemex). De todo: un atentado criminal con explosivos, una fuga de gas, un corto circuito como detonante, un incendio, una falla estructural en el edificio siniestrado, un acto provocado para destruir evidencias de corrupción. En fin. La obligada comparecencia de las autoridades responsables para dar una explicación exhaustiva y convincente ha sido contaminada ya por la especulación y la duda. 
 Igual ha sucedido con otras tragedias. El 22 de abril de 1992 Pemex tuvo su peor tragedia cuando volaron colonias enteras del centro de la Ciudad de Guadalajara tras la explosión de ductos que transportaban combustible. Aquel incidente provocó centenas de muertos, pérdidas de viviendas, la devastación de una zona tradicional de Guadalajara y con el tiempo la alternancia política en Jalisco, una entidad profundamente priista.


Pero los efectos de aquella tragedia se tradujeron en castigos para funcionarios políticos de las administraciones estatales y municipales. Renunciaron al gobernador de Jalisco, Guillermo Cosío, y fue encarcelado el alcalde de Guadalajara, Enrique Dau, junto con otros funcionarios. Pero en el terreno de Petróleos Mexicanos las pesquisas, los castigos y las penas fueron benevolentes. Lo que apuntaba a un muy probable tráfico clandestino de combustible, cuyo descontrol colapsó ductos y derramó cantidades extraordinarias que se colaron a drenajes y entraron directamente a las casas hasta que volaron con el primer chispazo, no llevó a un cambio drástico ni en el nivel directivo de Pemex ni en sus prácticas.

Entonces, en las especulaciones, también se habló de atentado, como se habla ahora referente al derrumbe en el edificio B2 de la denominada torre de Pemex. Era mejor perfilar una causa hacia un ente externo y diabólico que hacia los irresponsables y corruptos administradores de la empresa.

Aunque en estricto sentido, sí puede hablarse de un atentado. Y de responsabilidades específicas. Pemex ha sido colocada como una caja de enriquecimiento ilícito de funcionarios, contratistas, burócratas sindicales y ninguna de las proclamas electoreras de renovar o refundar a la empresa petrolera ha cristalizado en un cambio sino en un acendramiento de las peores prácticas. El atentado a Pemex ha derivado, inequívocamente, en el descuido de sus instalaciones, en la total falta de respeto a bienes y recursos, a su dilapidación premiada con la impunidad.

En el edificio B2 siniestrado laboraban expertos en cimientos en el momento del siniestro. Especialistas de una empresa subcontratada realizaban labores de mantenimiento de pilotaje según testimonios. Hasta el fin de semana pasado algunos de ellos estaban registrados como desaparecidos. Se sabe que laboraban en el sótano de una de las zonas a las que hasta el sábado no habían accedido los rescatistas. Era la zona de mayor destrucción y al parecer donde podría detectarse el origen del derrumbe y/o explosión.

Pudiera ser que las explicaciones definitivas de la tragedia, entonces, estuvieran en un accidente derivado de una labor de mantenimiento. Sería una explicación difícil de acreditar en medio del mar de especulaciones que quisieran encontrar a poderosos enemigos de Pemex o del gobierno federal actuando sin sentido y sin razón.

El atentado contra Pemex lleva rato y ha dejado incluso a sus edificios en condiciones de emergencia. Hay quienes consideran que ésta es la gran oportunidad para impulsar una reforma legislativa que posibilite una mayor intervención de capitales privados en Pemex. Modernizarla, dicen.

Efectivamente, ésta es una gran oportunidad pero para fincar una reforma ética en Pemex. Las especulaciones sobre el origen de la tragedia crecen y toman forma porque no hay quien tenga la conciencia tranquila en esa empresa en sus niveles directivos y en la casta sindical. Es tal el descuido que cualquier cosa puede pasar.

Antes que impulsar una reforma productiva para Pemex se debiera proponer una reforma ética; una estricta estrategia que modifique procesos, procedimientos, pactos y entuertos. Los derrumbes seguirán. Y es que Pemex está debilitada por una corrosión interna. Detenerla es paso necesario para cualquier otra reforma en la empresa. Ni la mejor reforma, ni la imitación del modelo brasileño, ni la fórmula mágica que se quiera podrá salir adelante con los niveles de corrupción y descuido que prevalecen en Pemex.

Demasiados cadáveres ante tamaña irresponsabilidad

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