23 jun 2013

"¿Existió Renato Leduc?/Antonio Saborit


 "¿Existió Renato Leduc?/Antonio Saborit
 Publicado en Nexos, 1 de enero de 1990,
Renato Leduc: Cuando éramos menos. Cal y Arena, México, 1989, 174 pp.
A finales de marzo de 1978 en México empezó a circular Interviú, una revista semanal, ilustrada. Pedro Alvarez del Villar la dirigió durante los cincuenta y tantos números iniciales, y entre su nómina de reporteros y colaboradores de planta reunió todo tipo de buenas (más que malas) famas periodísticas.
Desde el primer número, Renato Leduc le entregó a Interviú los capítulos que hoy integran este libro de memorias. Leduc era parte sustancial de la oferta de la revista, igual que Pedro Ocampo Ramírez, Helio Flores, Rius, Ricardo Garibay, José Ramón Garmabella, Miguel Reyes Razo, Alejandro Rossi. En sus páginas se hicieron un espacio los trabajos de dos dibujantes poco conocidos, Sergio Arau y Efrén, así como las colaboraciones de Irma Serrano. La sección del novelista Fernando del Paso, "Un mexicano en ultramar", de vida breve como pasa con frecuencia en el periodismo, no obstante tuvo mejor suerte y mayor vida que las colaboraciones prometidas de Ricardo Garibay y Alejandro Rossi. La entrevista se dio a granel, de Nacho Trelles a Jorge Luis Borges, de Acerina a Hank González, del arzobispo Obando y Bravo al Comandante Cero, en manos de nuevos y no tan intactos reporteros.

En el filo de la nota roja, de la nota social de cierto escándalo, de la investigación reporteril sobre sujetos y asuntos políticos -digamos: de Eugenio Méndez Docurro a Aldo Moro-, el éxito así como el perfil periodístico de la revista también tuvo que ver con las imágenes de sus dieciséis páginas en color, dedicadas casi por completo a ofrecer su propia, farandulesca Ronda de las Generaciones en los subyacentes desnudos tras las fotos de Alma Muriel, Blanca Guerra, Maritza Olivares, Arlette Pachecho, Angélica Chaín, Sasha Montenegro, Isela Vega, Wanda Seux, Lina Michel, Amira Gruzat, Grace Renat, Ivonne Govea, Kitty de Hoyos, Ana Luisa Peluffo y Silvia Pinal. Además, mucho alcance le dieron a la revista las notas escritas bajo el signo de los baños sauna, los dispensarios clandestinos, los camerinos del poder y los bares exclusivos; buena aceptación tuvo una de sus secciones, tal vez la entrevista más buscada en cada número, "Las mexicanas sin sostén". Cuando un año después, a mediados de abril de 1979, se canceló el proyecto inicial de Alvarez del Villar, el nombre y la sección de Leduc quedaron como una marca inexplicable en las páginas de la nueva publicación, Interviú en lucha, a la que entregó una decena más de sus colaboraciones bajo el mismo título,
 CUANDO ÉRAMOS MENOS.
 Interviú, a la distancia, la hacían muy pocas manos; y no siempre, por lo que parece, las de un experimentado y responsable equipo editorial amplio. Su mesa de redacción la imagino más bien como una literal agencia de colocaciones, la que en el último instante decidía el número de fotografías, el tamaño de los balazos y de las cabezas en las páginas interiores, los calados en la portada. Allí se marcaban las tres cuartillas semanales de Leduc. Diez puntos Futura, columnas de trece y medio cuadratines, diálogos y nombres propios en negras. Arriba, en un recuadro, los nombres de la columna y de su autor; abajo, el título de la entrega. Ilustración, de tantos por tantos, de un tal Pedro Pérez, admirador hasta el plagio de Edward Gorey. Nadie en la revista tocó los originales de Leduc para otra cosa. Por otra parte, Leduc escribía sus colaboraciones sujetándose a las indicaciones formales y externas de la revista. Es mérito suyo que un espacio tan reglamentado le bastara para tocar la esencia de la representación y la memoria.
Si alguien no hubiera tenido la precaución de guardar los número de Interviú -una revista que no se consigue en los repositorios públicos importantes del país-, hoy habría sido imposible hacer este libro. Fue uno de los títulos cuya publicación le interesaba a Leduc más que nada. La Editorial Domés descartó estas memorias hace años; en su lugar, Leduc le aceptó a la misma casa la proposición de hacer otro libro de recuerdos, pero a base de entrevistas colectivas, y el resultado se llamó Renato Leduc y sus amigos (1987). Del brazo de Oralba Castillo Nájera, el viejo escritor se reunió con sus amigos de toda la vida y lo dicho en estas pláticas es muestra de que Leduc no perdió en ningún momento las ganas de ver en entre pastas Cuando éramos menos.
 Para editar este libro trabajamos con las copias al carbón de sus artículos y con los ejemplares de Interviú que estaban entre los papeles de Leduc. El orden de estos papeles, o bien su orden aparente, me llamó mucho la atención; habría esperado, como la leyenda del autor exultante, andariego e imprevisible, finísimo pero en perenne, majadero desbarajuste, un archivo por lo menos caótico. O de plano habría esperado un descuido sin propósito, catastrófico, total, hasta el límite de un autor privado quizá no de sus libros pero sí en cambio de sus originales, que lo sobrepasan. Pero las cuartillas estaban con sus cuartillas, las carpetas con los nombres de la columna o sección correspondiente, bien localizados los sueltos o entregas de ocasión, las cajas de cartón en buen estado. Sus papeles guardan una parte considerable de la historia del múltiple trabajo periodístico de Leduc. Dicen lo que no nos dan las numerosas anécdotas que sobre él contaron sus amigos, contemporáneos y evangelistas. Los mismos papeles deben decir también la historia de su carrera poética, entre tanteos, realizaciones y vértigos.
 Cuando éramos menos responde parcialmente la pregunta que se hizo alguna vez José Alvarado: "¿Existe Renato Leduc?"; y tiene que ver con los primeros episodios de su fama vitalista. Sin embargo, la leyenda ofrece sus violencias con mesura, de tal forma que las memorias avanzan en su propia imbricación e intensidad.
 Un juego de postales evoca el perfil de la Ciudad de México en los principios de este siglo. Las imágenes recuperadas de la infancia en Tlalpan y en los ámbitos de La Villa de Guadalupe, preceden y dan sentido al retrato del padre, el escritor, periodista y traductor Alberto Leduc. La predilección del mayor de los Leduc por esta parte de la ciudad llegó a ser uno de sus rasgos característicos. La seña de su identidad avara. A tal punto lograda que vivir en las orillas del orden urbano, en el retiro familiar, íntimo y callado de La Villa, marcó con una señal duradera la relación de Renato Leduc con su ciudad a partir de las miserias, adversidades y sorpresas de su orfandad temprana. Los ritos de iniciación erótica y las curas con permanganato acompañan, y son esencia, de sus aventuras adolescentes en la capital del porfiriato, de los trabajos como aprendiz en la industria eléctrica, de sus días como telegrafista y soldadesca anónima en la revolución. En los escenarios de la ciudad secreta del porfiriato, la capital nocturna, crapulesca, de infatigables cantinas y piqueras de todo tipo, salta a la vista una de las más queridas influencias y amistades de Leduc, el poeta Miguel Othón Robledo. Las memorias terminan tan abruptamente como el miedo y el sueño que las alentó, o acaban tan sólo como acabó la colaboración de Leduc en Interviú en lucha. ¿O es que igual de repentinamente se interrumpió la vida de esta revista? Las páginas de Cuando éramos menos consignan una manera de ser periodista, si no exclusiva de Leduc si en cambio personal; tan personal como su oficio de poeta.
 Al recibir la noticia de la muerte del amigo, en agosto de 1986, Andrés Henestrosa -"Andreka" en El corsario Beige- señaló lo siguiente en su columna en El Día: "Con Renato Leduc se van muchos mexicanos, algunos de sus amigos de juventud, de su generación. Con él va un jirón de nuestra vida y alma, y de México, al que él conoció y defendió lúcido y alerta. Una manera de ser poeta, escritor, novelista y periodista se fue con Renato Leduc. Un modo de ser aquí, también. Un satánico orgullo de resistir adversidades y tentaciones".
 Tal vez, que no otro era el propósito al salvar estos escritos de su abundancia. Cuando éramos menos nos devuelva una parte de tanto que se fue con Leduc.

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