17 mar 2014

¿Qué dirá la carta escrita a Dios descubierta al cadáver de Nazario Moreno El Chayo?


 La carta de 'El Chayo'/Germán Martínez Cázares
Reforma, 17 Mar. 14
 ¿Qué dirá la carta escrita a Dios descubierta al cadáver de Nazario Moreno El Chayo? ¿Súplica de clemencia al cielo? ¿Alegato para su juicio final? ¿Encargos de más sangre a sus esbirros? ¿Palabras de rencor y amenazas? ¿Testimonios de ternura y amor a los suyos? A lo mejor sólo es un grito blasfemo para decirle ¡presente! a Satanás.
 En Michoacán hay una enigmática mezcla de temor a Dios, encanto por la violencia y devoción a la muerte. Algunos delincuentes ejecutan sus fechorías como un ritual de redención. Esos malhechores dictan sermones y quieren alcanzar la "santidad", provocando dolor, descuartizando personas y desparramando osamentas por doquier.
 El revoltijo entre tradición religiosa y delito tiene terreno fértil en la pobreza y el misticismo michoacano. Los "criminales espirituales" montan sus teatros, construyen sus iglesias, pagan sus fiestas, aprovechando las de algún santo patrono del pueblo. Si el quinto mandamiento de la Ley de Dios ordena "no matarás", después compran alivio a su alma con limosnas repartidas en alguna obra de beneficencia para sembrar y cosechar adeptos y devotos. Mercadeo del alma y de la miseria.

 Quizá se haya olvidado que en la Tierra Caliente michoacana -donde el cura Morelos encabezó hace dos siglos la lucha de Independencia-, unos renegados de la Iglesia Católica fundaron una "Nueva Jerusalén". Después de esa desmesura no debería sorprender que un grupo delictivo se autodenomine "Los Caballeros Templarios", como aquellos cruzados medievales que intentaron rescatar al auténtico Jerusalén de la ocupación musulmana. Atrevimientos rimbombantes. Los ejemplos michoacanos de vileza son espectaculares, pero también abunda la nobleza. Sí, El Chayo es sinónimo de extorsión y secuestro, pero también es michoacano el Premio Nobel de la Paz, Alfonso García Robles, galardonado por su lucha mundial contra el desarme. Marcial Maciel, el tristemente célebre sacerdote pederasta, es emblema de simulación y cretinismo, pero Luis María Martínez, arzobispo primado de México, es ejemplo de prudencia, sabiduría y conciliación. El secreto está en saber dónde se tuerce el árbol, ¿rama o raíz?
 Reforma reveló el "negro historial" de algunos jefes de las llamadas "autodefensas". Ahora reina el desconcierto y los que antes se sentían aliados se dicen perseguidos. ¿Se confunde a "malos" con "buenos"? ¿Todo policía es "Templario"? y ¿todos los "autodefensas" son monjas de la caridad?
 Si El Chayo aleccionaba con pasajes bíblicos y un párroco católico de Apatzingán azuzaba a los "autodefensas", la frontera entre delito y religión se desvanece, y la autoridades políticas están invitadas a delinquir en nombre de Dios.
 ¿No llegó la hora de preguntarse si existe un fanatismo religioso michoacano? Rezos, arcángeles, nichos, altares, ritos, y un largo etcétera esotérico acompañan a los crímenes. La pregunta no es ociosa, tiene que ver con otra duda más inquietante: ¿quién podría garantizar que los sanguinarios michoacanos no están en contacto con alguna célula yihadista musulmana que pretenda acercarse a Estados Unidos? La religión entendida como ese oscuro sendero para matar al "infiel" no tiene barreras. El peligro del monstruoso odio religioso puede llegar a Michoacán.
 Quizá no lo sepan sus fundadores pero la original Orden de los Templarios acabó en tragedia, víctima de codicias, envidias y traiciones, principalmente del rey de Francia, Felipe el Hermoso, quien los acusó de brujería, sodomía y blasfemia; fueron sometidos a crueles tormentos para arrancarles confesiones de supuestos o reales delitos y pecados. Muchos cayeron en manos de las "autodefensas" de entonces, órdenes rivales que les hicieron ver el infierno en la tierra. Luego fue el caos. No pocos desertores se disfrazaron de fieles y todos decía adorar al mismo Dios.
 Michoacán va camino de ese abismo demencial donde un "verdugo de Dios" sentencia por "hereje" a una persona y le dispara un balazo... ¿Tendrá respuesta la carta de El Chayo?

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