20 abr 2014

Canal Once, 55 años Urge debate sobre televisión pública


Canal Once, 55 años Urge debate sobre televisión pública/Judith Amador Tello
Revista Proceso # 1955, 19 de abril de 2014;
Para el analista político Ricardo Raphael, defensor de la audiencia de Canal Once, la televisora del Instituto Politécnico Nacional que cumple 55 años debería ser la columna vertebral del Organismo Promotor de Medios Audiovisuales (OPMA) y conservar su misión original, pedagógica y educativa, pero los gobiernos no lo han apoyado por falta de interés.
Al hacer un balance de los 55 años de Canal Once, en donde se desempeña como responsable interino de la Defensoría de la Audiencia, el analista político Ricardo Raphael es enfático al asegurar que se trata de la televisora pública más importante del país, “una BBC (British Broad­casting Corporation) mexicana, indisputablemente”, aunque el Estado mexicano no ha tenido el interés para invertir en su desarrollo.

Para él, la televisora del Instituto Politécnico Nacional (IPN) tendría que ser la columna vertebral del Organismo Promotor de Medios Audiovisuales (OPMA), pero lamentablemente no se sabe hacia dónde se dirigirá en los próximos años, ni el papel que se le asigna en la iniciativa presidencial sobre las leyes secundarias en telecomunicaciones, conocida ya como Ley Peña-Televisa.
 Canal Once, según su página web, es la televisora de servicio público más antigua de América Latina. Inició sus transmisiones el 2 de marzo de 1959, con una clase de matemáticas. A 55 años del suceso, cuenta con una programación disímil, que incluye producciones propias, como la recién estrenada serie de Daniel Giménez Cacho, Crónica de castas; el ya entrañable Aquí nos tocó vivir, con Cristina Pacheco; polémicos, como Primer plano o Dinero y poder; o importados, como Obsesivos y Aliméntate sexy, por mencionar sólo unos ejemplos.
 Conductor también del programa Espiral, que se transmite los miércoles a las 22:00 horas, Ricardo Raphael expone a Proceso tres razones por las cuales considera al Once la televisora pública más importante: Su trayectoria, “no hay ninguna otra con tantos años”; el volumen de audiencia o rating, que incluye a “migrantes mexicanos de primera y tercera generación en Estados Unidos”; y su presencia en “el futuro de la televisión, es decir internet”, por ser la televisora pública con mayor número de pod­cast, programas vía iTunes y YouTube, y comunicaciones por Twitter.
 Por todo ello la compara con la BBC. Y al considerar que crecerá el OPMA señala que debería ser la parte central de ese proyecto, iniciado en el gobierno de Felipe Calderón y cuestionado en su momento (Proceso 1794).
 Si bien el origen del canal fue en un pequeño estudio con un circuito cerrado de televisión, al interior del IPN, “su fortaleza radica en ello”, pues asumió la misión pedagógica y educativa y “sería gravísimo quitársela”. El defensor considera que ahora el IPN debe ser una plataforma para que el canal crezca:
 “Sería un desperdicio desmantelarlo, golpearlo, hacerlo a un lado, es decir, no considerarlo la columna vertebral de cualquier empresa pública que el Estado mexicano vaya a realizar en materia de radiodifusión y televisión… Creo que está llamado a jugar en los próximos 55 años un papel todavía más importante del que ha jugado.”
 Desde los primeros días de marzo, este semanario solicitó entrevista con Enriqueta Cabrera, directora de Canal Once, con motivo del aniversario. Luego de insistir en el área de Comunicación Social y con el coordinador de producción, Luis Eduardo Garzón, la respuesta fue finalmente negativa debido a que Cabrera ya no deseaba hablar sobre la ley de telecomunicaciones, que sería un tema obligado en la entrevista, pues argumentó que presentó su posición en un foro realizó por el Senado de la República.
 Es entonces Ricardo Raphael quien hace una evaluación sobre el canal: Defiende su perfil cultural y educativo y considera que ya no es necesario transmitir programas a manera de clases escolares para mostrar su carácter pedagógico. Hay series, como Kipatla, que forman para la tolerancia, la diversidad y la no discriminación.
 “Es una aproximación al conocimiento por la vía lúdica, por la vía del contagio, de sembrar la curiosidad.”
 E igual sucede con varios programas de la llamada barra de opinión. El propio Espiral, Primer Plano, Dinero y Poder o México Social están “diseñados para ofrecer análisis con fuerte componente pedagógico de lo que ocurre en el país a partir de una explicación que va más allá del escándalo de la nota amarilla, para demostrar los elementos estructurales de la economía, la política, la sociedad”.
 Ahora, agrega, hay que redefinir el papel del Once.
 Sin equivalente en pesos
 Se le pregunta al también economista político si lo que ha llegado a ser la televisora a lo largo de su trayectoria se refleja en el apoyo y en los presupuestos que el gobierno federal le otorga.
 No puede evitar reír a carcajadas. Enseguida aclara que su respuesta será no como el conductor de Espiral, sino como defensor de la audiencia interino, al cual define como un ombudsman del o la televidente (desde el niño hasta el adulto mayor e incluso el migrante en Estados Unidos) vis a vis el Canal Once, puesto que éste se financia con recursos del contribuyente.
 El televidente, dice en principio, es más que un consumidor, no basta entonces con la Procuraduría del Consumidor, como se quiere ahora. Tiene derechos, entre ellos a estar bien informado, tener análisis objetivos y equilibrados. Añade que la televisión debería ser accesible a los 120 millones de personas que viven en territorio nacional y a los 15 millones de mexicanos que habitan en el extranjero, con iguales derechos:
 “Desde esta lógica, su pregunta es: ¿Ha invertido el Estado mexicano lo suficiente? La respuesta es no, ¡contundentemente no! No ha habido interés. Cada sexenio hubo intereses distintos.”
 Hace un breve recuento desde Alejandra Lajous, nombrada en el gobierno de Ernesto Zedillo; Julio Di-Bella, con Vicente Fox; y Fernando Sariñana, con Calderón, quienes recibieron solo apoyo “político”. Sólo éste último logró mayores recursos, pero hasta hoy no se tiene cobertura total:
 “Su pregunta tiene que ver con infraestructura: ¿Llega el canal a todos los televidentes? ¡No! ¿Se están protegiendo los derechos de todos los televidentes? No, porque todos tendrían que ser todos los mexicanos.”
 Sariñana (de quien el público y trabajadores llegaron a solicitar su renuncia) sí recibió más recursos. En ese sexenio se comenzó a constituir el OPMA, “se construye un corporativo de televisoras y radiodifusoras públicas” y se ve al Once como su centro, recuerda el conductor y plantea:
 “¿Dónde estamos hoy? En una redefinición: Se está discutiendo la ley y mientras no esté lista no sabemos hacia dónde va el Canal Once… Hemos discutido todo en el tema de telecomunicaciones, menos el de la televisión pública. ¿Cuál va a ser? ¿Es principal, es secundario? ¿Es esferita del árbol? ¿Es tronco del árbol? ¿Para qué la queremos? ¿Es bien o patrimonio o no de los televidentes? ¿Qué papel va a jugar en su relación con la televisión privada?
 “Y, lo voy a decir muy fuerte: ¿Cómo le vamos a dar viabilidad financiera y económica al proyecto? ¿Por qué el contribuyente debe estar financiando todo lo que hace la televisión pública? ¿Qué, la televisión pública no podría estar participando un poco del pastel publicitario de este país?”
 Expresa su conformidad ante el hecho de que la televisara subsista con recursos fiscales, y que el Politécnico siga aportando, pero considera que se podrían recibir además recursos mediante patrocinios. El Canal 22 puede vender publicidad por ser concesionario, pero el Once, al ser permisionario, sólo recibe patrocinios y cuando logra alguno “inmediatamente hay llamadas telefónicas de las televisiones privadas para pedir que el Canal Once no participe del pastel publicitario”.
 En este sentido puntualiza que el canal del Poli debe llegar a ser el principal instrumento de comunicación con los mexicanos en el exterior, a quienes hoy no se mira. ¿Acaso, pregunta, las únicas vías para establecer contacto con ellos son Univisión y Telemundo?
 Se debe definir también su papel dentro del OPMA. Aquí expone dos vertientes de pensamiento, la de quienes opinan que en tanto es del Politécnico no tiene independencia suficiente y por ello debe ser una parte más dentro de ese organismo y la de quienes, como él, ven al Canal como su pieza clave:
 “Creo que la columna vertebral del OPMA debe ser el Once, tal y como se pensó hace tiempo, mi intuición mirando aquí (señala una enorme carpeta con una copia de la ley de telecomunicaciones) es que no le están dando ese papel. Y sería un desperdicio: ¿Vamos a inventar una nueva televisora nacional, de cero, cuando tenemos ésta? ¡No! Ésta debe ser la quilla del proyecto conjunto de OPMA.”
 Relata que ha escuchado comentarios en el sentido de que no lo puede ser mientras esté anclada al Politécnico. A ello responde contundente que justo a partir de su pertenencia a esa institución educativa es que debe ser la piedra de toque del OPMA, y que a este órgano deben incorporarse también las universidades y sus televisoras, por ejemplo TV UNAM. El resto, lamenta, son “discusiones bizarras que habría que despejar”.
 Lo que sí requiere el canal, continúa, es modernizar su relación con el Politécnico, sin dejar de pertenecerle, para no estar sometido a la burocracia de la Secretaría de Educación Pública (SEP).
Visión corta y fragmentada
Puesto que el defensor ve al Once como un vehículo de comunicación con los mexicanos al exterior, se le pregunta cómo podría serlo si, por ejemplo, el propio Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), responsable de la política cultural del Estado, no los mira en sus programas y no está necesariamente coordinado con la televisora del Politécnico.
“Este país tiene en estos tiempos dos pecados dramáticos: El primero es que solamente ve el presente, somos incapaces de pensar algo que vaya más allá de tres meses, y la decisión de cómo construir la televisión pública tiene que hacerse como hace 55 años, hacia delante, pues. Sí, a mí me hace mucha falta esa visión de largo plazo, de mediano plazo, de las autoridades.
“No sé qué piensa el secretario de Educación Pública, el presidente de la República. Sé más o menos qué piensan en el Politécnico, qué piensan en el canal, pero quisiera oír una declaración fuerte del Estado mexicano, del Congreso, de hacia dónde queremos que vaya la televisión pública. Eso daría un norte, una orientación y nos permitiría escaparnos de esta caída del presente que es dramática.”
El segundo pecado, agrega, es la fragmentación. Pero en cualquier tema: Seguridad, educación, salud:
“¡El México invertebrado! Me fuerza a citar a Ortega y Gasset (España invertebrada). Ahí estamos hoy y ¡claro!, si no contamos con visión pues tenemos la imposibilidad de articularnos alrededor de esa visión.”
–El Conaculta no participó en los debates sobre telecomunicaciones.
–No, no está aquí –dice señalando de nuevo la ley en su escritorio.
“Bueno, le dije que Canal Once tiene derechos para sus televidentes, la nueva ley ¡no tiene un capítulo de derechos para el usuario de la radio y la televisión! ¡Es escandaloso!”
Advierte que no se ha discutido en esa ley qué hará el Estado con “ese capital social fundamental” que es la televisión pública. Y es un tema que debería abordarse tanto en la política interna como en la exterior. Se debe saber cómo funcionará en relación con las radios comunitarias, por ejemplo, para atender lo mismo a comunidades oaxaqueñas que mazahuas, pero también a los mexicanos en poblaciones de Estados Unidos.
“Yo sí quisiera ver a la Secretaría de Relaciones Exteriores muy interesada en saber qué le va a pasar al Canal Once. Igual a la SEP, desde luego al Conaculta, al Cinvestav (Centro de Investigación y de Estudios Avanzados) y al Politécnico. Hace mucha falta, nada mejor para celebrar los 55 años, que una discusión de ese tamaño.”
Ómbudsman
El anterior Defensor de la Audiencia del Canal Once, Mauricio Merino, señaló en sus informes la necesidad de dar mayor difusión a esta figura. Ricardo Raphael no está de acuerdo con aparecer continuamente en cámaras. Prefiere responder a cada televidente igual que se hace en una comisión de derechos humanos, pero admite que quizá deba difundirse más la existencia del defensor en una campaña de promoción y adelanta que se hará con mayor énfasis una vez aprobada la ley de telecomunicaciones, pues será una figura obligatoria.
Cuando se le pregunta cuáles son las quejas más recurrentes, detalla y divide en tres tipos: Las relacionadas con la subjetividad del televidente, a quien puede no gustarle la opinión de un conductor, la expresión de una actriz, lo dicho en un programa. Ahí, generalmente, la respuesta consiste en preguntarle si no le gustó por no corresponder a su código moral o ético y se le hace ver que el Once debe reflejar la “inmensa diversidad de México… que no es uno sino muchos Méxicos, como decía el subcomandante Marcos”.
El segundo tipo de quejas se enfoca en afirmaciones o contenidos equivocados. Y se dan porque el televidente del Once “es muy ilustrado… es un público alfabetizado mediáticamente”.
La tercera, le duele –dice– porque se refiere a la cobertura del canal. Son quejas por no recibir la señal de manera adecuada y eso escapa a sus manos pues se debe a la falta de infraestructura.
En sus últimos informes, Merino señala que el apartado con más quejas fue por los contenidos de los noticiarios, especialmente el conducido en las noches por Adriana Pérez Cañedo. Los televidentes percibieron ahí un sesgo en el tratamiento de los temas vinculados a las reformas educativa, fiscal y, particularmente, la energética. Hubo observaciones “que se han dolido de las opiniones editoriales de la conductora”.
Para el conductor (cuyo programa también recibió una observación en los últimos meses de 2013, en el mismo tema de la reforma energética), Pérez Cañedo es “una de las periodistas más profesionales” en el país, con una “enorme credibilidad” fundada en su objetividad. Hasta asegura que metería la mano al fuego por su rectitud, pero no niega que quizá el Once haya dado mayor peso a las reformas que a otros asuntos (nota roja o la crítica “siempre interesada”) con los que abrieron los noticiarios nocturnos de otras emisoras.
Asegura que el punto se ha resuelto y desde que él asumió la Defensoría en febrero pasado no ha habido más quejas al respecto:
“Tenemos un diálogo muy abierto, muy franco, con la conductora y sobre todo, con la Dirección de Noticias… Aquí están algunos de los fundamentos que estuvieron en discusión, en cualquier caso se corrige. Aun así le diría: Si uno viera en balance lo que los otros noticiarios traen y lo que el Once trae, es muy difícil decir que está muy cargado hacia una dirección.”
A decir suyo el equilibrio del Once radica en que una voz puede tener una orientación, pero se contrasta con una opuesta. O si un programa tiene una línea se contrapone con otra para que en su conjunto den un panorama equilibrado. Pone como ejemplo Dinero y poder y Espiral.
El defensor confiesa también que los televidentes se quejan de algunas series importadas y opina que el Canal Once debería contar con más producción propia y recursos para comprar programas de mejor calidad.
–¿Las leyes secundarias son una oportunidad para fortalecer a los medios públicos?
–Si no se introduce el tema nos habremos perdido de una extraordinaria oportunidad y a ver quién quiere cargar, con el tiempo, con la culpa de esa responsabilidad. Y vamos derechito a perdérnosla, porque no está esa discusión, no veo al Congreso preocupado por eso, están sepultados por otros temas y quieren que todo se resuelva de aquí al cierre de sesiones (el próximo 31 de marzo), es injusto ¿no? Es injusto que un tema tan importante se resuelva como está planteado, merecería más fuerza.

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