20 abr 2014

Tiempo de Cuaresma, dos misas diferentes



 Tiempo de Cuaresma, dos misas diferentes/RAÚL DÍAZ RAÚL DÍAZ
Revista Proceso # 1955, 19 de abril de 2014;
MÚSICA
La tradición judeo-cristiana marca que en estos días la música a interpretar sea de carácter solemne y hasta fúnebre, porque de lo que se trata es de recordar la pasión y muerte de Jesucristo y, por lo tanto, las manifestaciones han de ser de dolor y pena.
Sin embargo, algunos compositores e intérpretes musicales, y también algunos hombres de iglesia, afirman que las expresiones lúdicas, festivas e incluso de manifiesta alegría deben ser las principales porque, al final de la jornada, lo que queda es la Resurrección: la Vida Nueva que estará por los siglos de los siglos exenta de pesares.
Como quiera que sea, el hecho es que en nuestra América lo que se acostumbra son composiciones tipo “Requiem” que, como se sabe, son misas de difuntos; las “Pasiones”, o los igualmente muy conocidos “Stabat Mater” y similares, es decir, obras de reconocimiento universal tal como los Requiems de Mozart y Brahms, las Pasiones de Bach o Stabat Mater dolorosa de Pergolesi, todas de gran belleza y por eso mismo gustadas y esperadas por estas fechas en las que invariablemente están presentes.

De aquí lo gratísimamente sorprendente de encontrarse con un concierto como el que el pasado domingo (“de Ramos”, según la Iglesia) nos ofreció el Coro de Madrigalistas de Bellas Artes, que en esta ocasión actuó bajo la dirección huésped de Juan Felipe Gallegos, en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco. Siguiendo la tradición, el programa se integró por dos misas, ambas totalmente alejadas de lo comúnmente conocido, aunque siguiendo la estructura litúrgica e incluyendo partes como “Kyrie”, “Gloria”, “Credo” y/o “Agnus Dei”.
 Las obras escogidas fueron las estupendas y totalmente diferentes: Misa Criolla, del compositor argentino Ariel Ramírez (1921-2010), y Misa Flamenca, composición del propio maestro Gallegos y algunos otros de sus compañeros de andanzas flamencas, quienes lograron con este experimento un resultado verdaderamente formidable y distinto a lo tradicional y convencional, ya que, entre otras cosas diversas a la misa común, la Flamenca incluye danza (lo cual pudiera ser considerado “pecaminoso” y hasta “sacrílego” por la Santa Madre Iglesia). No obstante, el baile ejecutado por dos bailaores con profundo sentido del “jondo” y del “quejío” mostró justamente todo el dolor que la tragedia cristiana reviste.
 Como su nombre indica, la Misa Criolla recoge y reúne la liturgia católica a la que, confiriéndole una nueva dimensión, le suma elementos ancestrales del folclor andino, ritmo e instrumentos como charango, guitarra y tambores que auténticamente saben a lo nuestro latinoamericano. Escrita para tenor, coro mixto, percusiones, instrumentos andinos y piano o clave, esta misa estrenada en la Sala Mozart de Stuttgart, Alemania, hacia 1967, marca un hito en la composición no sólo argentina o sureña, sino de América Latina entera. Misa festiva, diríamos; el Coro de Madrigalistas la presentó hace 11 años teniendo al piano al propio compositor y con la participación del mejor conjunto que en materia folclórica hemos tenido: Los Folkloristas. Este domingo estuvo al piano Héctor Cruz y, como solista, el tenor David Orlando Pineda.
 En la Misa Flamenca se contó con la participación del grupo especializado en esta materia, La Debla (debla es uno de los “palos” del flamenco), integrado por dos bailaores, una cantaora y un cantaor; un guitarrista y un “cajón” como percusión.
 Bastante bien sonó el Coro de Madrigalistas. Gozoso, alegre, disfrutando grandemente de lo que estaban haciendo y, lo mejor, trasmitiendo esa alegría por hacer lo que estaban haciendo al público que, con entrada gratuita, como sucede cada domingo en ese recinto ahora universitario, colmó el salón donde se presentaron. ¡Muy bien por los Madrigalistas!

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