15 abr 2014

Cardenales mediadores en conflicto políticos


América Latina; la hora de los mediadores/ ALVER METALLI
Haiti, Nicaragua, Venezuela

En línea con el pontificado, las iglesias de América Latina intervienen en los conflictos con todos sus recursos
http://www.tierrasdeamerica.com, 14 de abril de 2014
Las iglesias de América Latina median en los conflictos, los episcopados intervienen para facilitar el diálogo entre las partes allí donde las sociedades están fracturadas y los frentes irremediablemente contrapuestos. El de Venezuela es sólo en último de los casos, el más resonante por la situación de estancamiento exasperado que se ha creado. Con el respaldo del Papa, el secretario de Estado Vaticano, Parolin, intenta una recomposición de resultado incierto e indudablmente no a corto plazo. “Una oportunidad que no se debe desperdiciar”, afirmó, manifestando su disponibilidad para emprender la ardua tarea, consciente de que el fracaso arrastraría al país al borde del abismo.
La “cultura del diálogo” del Papa Francisco tiene consecuencias políticas que tocan muchas otras fronteras y estimula a los episcopados nacionales para salir al ruedo y poner a disposición sus servicios.

El cardenal Leopoldo Brene de Nicaragua es el cuarto purpurado en la historia de la turbulenta región por decisión del Papa Francisco. Al volver de Roma con el capello cardenalicio se ofreció como interlocutor directo del presidente Ortega, para tutelar espacios y derechos amenazados por un sandinismo cada vez más omnívoro por la prolongada permanencia en el poder. “La investidura del nuevo cardenal es una jugada estratégica del Vaticano para equiparar los interlocutores del diálogo”, comenta la revista de análisis Perspectivas, recordando que “el último intento de diálogo nacional que se realizó en el país data de 1998, durante el gobierno de Arnoldo Alemán”. Después sobrevino el largo e indiscutido ciclo sandinista, encarnado en este momento por Daniel Ortega. El mismo que ahora parece aceptar como interlocutor al purpurado designado por el Papa Francisco.
Otro nuevo cardenal creado sorpresivamente por el Papa en su primer concistorio, el haitiano Chibly Langlois, arzobispo de Les Cayes, apenas deshizo las maletas después de su viaje a Roma ofreció sus servicios en la prolongada crisis política del país. Las elecciones políticas debían realizarse en 2012 pero las disputas sobre la constitución del tribunal electoral y sobre la ley que regula su desarrollo fueron postergando la consulta. Para resolver el impasse, que pesa sobre un país marcado todavía por las consecuencias del devastador terremoto de cuatro años atrás, la Iglesia Católica fue invitada a efectuar una mediación. Langlois, respaldado por su nueva investidura, tomó en sus manos las riendas de las negociaciones, que concluyeron positivamente con la firma de un acuerdo al cabo de un mes de diálogo marcado por momentos de fuerte tensión. Las elecciones se llevarán a cabo el 26 de octubre de este año. “El diálogo nos permitió crecer como país, hemos salido más fuertes, no hubo perdedores en el diálogo, solo hubo ganadores”, comentó el purpurado.
Diálogo, amistad social, inclusión, las palabras con mayor connotación social y política de la Evangelii Gaudium, el texto programático del Papa Francisco, inspiran las acciones de las iglesias a lo largo y a lo ancho de América Latina. El mapa de los episcopados involucarados en mediaciones, interposiciones y buenos oficios con los legítimos gobernantes y las respectivas oposiciones, en efecto, no se agota en Venezuela, Haití y Nicaragua, donde el compromiso de las Iglesias es formal, directo y manejado en los más altos niveles jerárquicos.
La Iglesia de Santo Domingo, por intermedio del nuevo nuncio apostólico de cuño papal, monseñor Jude Thaddeus Okolo, solicitó y obtuvo que se reanudara el diálogo con el gobierno de Haití en busca de soluciones más humanas para el tema migratorio después de las heridas abiertas en octubre por la sentencia del Tribunal constitucional, que excluyó de la ciudadanía dominicana a los hijos de los haitianos nacidos en el país después de 1929 y cuyos padres se encontraban en una situación migratoria irregular. Un sacerdote de la iglesia de El Salvador fue protagonista de la histórica tregua que se logró entre las Maras, en 2013, y que en los primeros meses redujo sensiblemente la tasa de homicidios en el país. Pocos después la tregua comenzó a tambalear visiblemente y ahora se requiere un nuevo pacto, en el que ya está trabajando calladamente la Iglesia salvadoreña. En Colombia, el futuro de los acuerdos de paz se decide en Cuba, en la mesa de negociaciones entre el gobierno y la guerrilla, pero los buenos oficios de la Iglesia colombiana son notorios, así como la presión para que las partes no abandonen el esfuerzo a mitad de camino.
Para recordar una participación tan directa de las Iglesias latinoamericanas en el escenario político hay que remontarse a la década del ochenta, con la mediación de la Santa Sede en el extremo sur del continente donde los ejércitos de Chile y Argentina estaban a punto de enfrentarse por el control de algunas islas en el canal de Beagle. Y después, en la década del ’90, a los acuerdos de Chapultepec, México, con la guerrilla de El Salvador, que en 1992 pusieron fin a 12 años de sangrienta guerra civil y se continuaron en 1996 con los análogos acuerdos de paz en Guatemala. El caso de Cuba, donde la Iglesia se ha convertido en garante de una transición pacífica, es probablemente el ejemplo más llamativo de un rol de mediador que impulsa reformas políticas y económicas capaces de transformar la fisonomía de un sistema político que parecía inmutable.
Todo hace suponer que en las Iglesias de América Latina se ha abierto un nuevo ciclo.

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