15 abr 2014

La indiferencia ( de la cancillería) mexicana/Diego Valadés


La indiferencia mexicana/Diego Valadés
Tengamos presente que la indiferencia ante la cuestión venezolana equivaldría a la inobservancia de nuestra propia Constitución.
Reforma, 15 Abr. 2014
 Mucho antes de que los derechos humanos formaran parte del discurso político, el Estado mexicano fue solidario con las causas humanas del mundo. Ahora que el tono internacional ha cambiado y que en el orden constitucional esos derechos tienen un lugar prioritario, nuestra política internacional en esa materia se ha retraído y contempla con indiferencia los padecimientos externos.
 Entre los episodios de los que podemos enorgullecernos están la protesta mexicana ante la ocupación de Austria por Adolfo Hitler y la de Abisinia por Benito Mussolini. En ambos casos llevó la voz uno de los campeones del derecho internacional mexicano, Isidro Fabela. No menos se puede decir de la batalla librada por Gilberto Bosques, un diplomático ejemplar, que rescató de la dictadura a muchos españoles y de la muerte a muchos judíos. Otros capítulos que honran nuestra política exterior fueron el acogimiento de la inmigración española y de los perseguidos por el militarismo argentino, chileno, guatemalteco y uruguayo, por ejemplo. En muchos casos más el asilo diplomático protegió a personas de casi todos los países que fueron afectados por la dictadura en nuestro hemisferio.

Las autoridades mexicanas que protagonizaron esos momentos también argumentaron en contra de la intervención extranjera directa, de la que México fue víctima hace apenas cien años. En las épocas de obscuridad continental México no era un faro democrático, pero sí, al menos, un puerto de abrigo para los perseguidos. Con ellos llegaron inquietudes democráticas y culturales que nos enriquecieron.
Hoy el panorama ha cambiado porque prevalecen los sistemas constitucionales, y los Estados contemporáneos procuran eludir la represión. Los brotes de inconformidad social que se producen de tanto en tanto por lo general son limitados en el tiempo y en sus efectos. Entre los más recientes figuran los casos de Chile y de Brasil, donde con distintos estilos consiguieron encauzar las protestas.
No puede decirse lo mismo de Venezuela. Las tensiones a las que ahí se ha llegado exceden con mucho a la movilización estudiantil chilena y a las acciones contra la corrupción en Brasil. En Venezuela están a la vista acciones gubernamentales contrarias al orden constitucional que deberían ser objeto de observación y de recomendaciones por parte de la comunidad de naciones hemisféricas. Pero hasta ahora muy poco se ha hecho. En tanto que existe un extenso entramado de intereses económicos y políticos que involucran a varios países de América central y del sur, la respuesta dominante ha consistido en soslayar lo que sucede en la patria de Simón Bolívar.
Como estrategia diplomática esa posición se aleja de la tradición mexicana y como decisión política no se adecua a lo dispuesto por nuestra Constitución. Con motivo de la reforma constitucional en materia de derechos humanos, el Estado mexicano debe velar por los derechos humanos en el ámbito interno con igual decisión que en el internacional. El compromiso interior figura en el capítulo primero de la Constitución, pero también fue reformado el artículo 89 en lo que atañe a los principios normativos de la política exterior mexicana.
En 2011 fue incorporado un principio que se enuncia como "el respeto, la protección y promoción de los derechos humanos". Con toda su sencillez, esta línea complementa otros principios que figuraban en la Constitución desde 1988. La adición amplía la extensa lista de principios concernidos con la política exterior. Ahora, en sus relaciones con otras naciones, el Estado mexicano debe regirse también por esa norma que es vinculante, como todo lo que contiene la Constitución, y no una expresión retórica.
En el caso de Venezuela una de las precauciones que se debe adoptar consiste en no tomar partido en el proceso político interno y en evitar la contaminación ideológica del debate. Por eso resulta importante poner el acento en la defensa de los derechos humanos del gran pueblo venezolano.
Las posiciones progresistas nada tienen en común con la violación de los derechos humanos, con la demagogia ni con la alteración de la normalidad constitucional. En cuanto a México, en los últimos lustros se alejó del escenario latinoamericano; ahora se intenta rectificar. La mejor forma de hacerlo es adoptar en Venezuela una actitud vigilante y proactiva a favor de los derechos humanos.
Tengamos presente que la indiferencia ante la cuestión venezolana equivaldría a la inobservancia de nuestra propia Constitución.
@dvalades

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