13 abr 2014

El ajedrez papal en Tierra Santa


El ajedrez papal en Tierra Santa/BEATRIZ LECUMBERRI
Revista Proceso # 1954, 12 de abril de 2014
El Papa Francisco enfrenta su primera gira de importancia. A 50 años del “regreso” del Vaticano a Jerusalén, Jorge Bergoglio atravesará una prueba que los últimos pontífices han aprobado con mención: visitar Palestina. Esta es una de las zonas más convulsas del planeta, asiento de tres religiones que viven al filo de la guerra –judíos, musulmanes y católicos– y donde hasta la logística de los traslados papales crispa a la política y la diplomacia.
En el viaje del Papa Francisco a Jordania, Palestina e Israel –programado para finales de mayo próximo–, los caminos de la religión y la política se cruzan inevitablemente. “Desde ahora os pido rezar por esta peregrinación”, dijo en enero pasado el pontífice, consciente de las dificultades logísticas y diplomáticas que entraña esta visita.


La decisión de peregrinar por los lugares sagrados del cristianismo no es casual y está cargada con un gran simbolismo. El también obispo de Roma quiere seguir los pasos de Pablo VI, primer pontífice moderno que visitó la llamada Tierra Santa hace exactamente 50 años y transmitir un mensaje a los fieles del mundo: hay que buscar la unidad entre los cristianos.

Además su presencia remarcará que el Vaticano quiere ser un actor importante en Oriente Medio.

Así, será difícil limitarse al aspecto religioso de la visita. La tierra que recibió a Pablo VI en 1964 no es la que aguarda al argentino, quien se topará con un momento sumamente complejo del conflicto palestino-israelí. Ese diferendo, de hecho, convirtió en un rompecabezas la organización de su viaje.

“Ha sido difícil, muy difícil, elaborar el programa. Pero el hecho de que el Papa lo apoye significa que está contento”, resumió a finales de marzo ante periodistas Fouad Twal, patriarca latino de Jerusalén y máxima autoridad católica en esta ciudad.

Juan Pablo II y Benedicto XVI también fueron a Tierra Santa en 2000 y 2009, respectivamente, y en ambas ocasiones los analistas internacionales los alabaron. Ahora la visita de Francisco despierta especial expectación debido al carácter espontáneo y directo del latinoamericano.

El segundo viaje al extranjero de Francisco –tras el realizado a Brasil en julio de 2013– comenzará el 24 de mayo en Amán, Jordania. Al día siguiente visitará Belén, en los territorios palestinos, y el 26 concluirá su visita en Jerusalén.

“Ha habido mucha dificultad en acomodarlo (el plan de viaje), pero creo que Francisco va a demostrar que es un hombre cercano, que va más allá del protocolo y que se siente con la libertad para abrazar a alguien o tender la mano a un niño. Creo que sus gestos serán clave y dejará una marca indeleble”, explica el sacerdote argentino Ricardo Bustos, superior de los franciscanos de Belén, amigo del Papa.

La gira durará tres días y será a contrarreloj: Bergoglio aterrizará en Amán el 24 de mayo, donde celebrará una misa al aire libre, visitará el lugar del río Jordán, donde se dice que Jesús fue bautizado, y se reu­nirá con refugiados, sirios en su mayoría.

El día 25 llegará a Belén en helicóptero, celebrará una gran misa a las puertas del Templo de la Natividad, visitará la gruta donde supuestamente nació Jesús, comerá con familias palestinas en un convento franciscano y acudirá a un campo de refugiados palestinos a las afueras de la ciudad. Francisco planea llegar a Tel Aviv en helicóptero. De ahí partirá a Jerusalén para ir después a la Iglesia del Santo Sepulcro, donde participará en un encuentro ecuménico.

El 26 de mayo se reunirá con autoridades religiosas judías y musulmanas, conversará con religiosos en el Monte de los Olivos y celebrará una misa ante un pequeño número de personas en el Cenáculo, donde se dice que Jesús compartió la última cena con sus discípulos.

Tres jefes de Estado recibirán al Papa en igual número de días: el rey de Jordania, Abdalá II; el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abás, y el presidente israelí, Shimon Peres.

Pero la agenda no agradó a todos y despertó alguna queja entre israelíes y palestinos. Para unos es una lástima que el Papa no tenga tiempo para visitar a los cristianos de Galilea o no se interese por las aldeas partidas en dos por el muro que Israel construye en Cisjordania.

Para otros es criticable que se reúna con refugiados palestinos o pase tan poco tiempo en Israel.

“Esperábamos que pudiera ir a la zona de Cremisán (a unos 10 kilómetros de Jerusalén) y acercarse a las 58 familias palestinas que van a perder sus tierras si Israel sigue construyendo la barrera. El Papa ratificará sin duda la postura histórica del Vaticano de apoyo a las reivindicaciones palestinas, pero la gente quiere pasar de los homenajes a los actos. Los cristianos de Tierra Santa no quieren caridad, buscan dignidad”, detalla a Xavier Abu Eid, portavoz de la Organización para la Liberación de Palestina.

En 2002 Israel comenzó a erigir a lo largo de Cisjordania un muro de separación para impedir ataques en su territorio. La Corte Internacional de Justicia, máximo órgano judicial de la ONU, declaró desde 2004 que esa barrera es ilegal y contraria al derecho internacional.

Desde el ministerio israelí de Relaciones Exteriores se recalca que la agenda papal fue preparada en concertación con el Vaticano y la visita mejorará las relaciones entre la comunidad judía y la Iglesia católica. “Obviamente nos gustaría que el viaje fuera un poco más largo y que hiciera una gran misa también en Israel. Pero no hay frustración en Tel Aviv”, garantiza Lior Haiat, diplomático de esa nación.

David Neuhaus, vicario patriarcal para los católicos de lengua hebrea en Israel, expresa la postura oficial de la Iglesia en ese país: “El Papa viene a la tierra de Jesucristo y esto no incluye visitas a ciudades regulares en Jordania, Palestina e Israel”.

Una cosa es que el Papa visite Belén y Jerusalén y otra que los católicos del norte de Israel o de la Franja de Gaza puedan acudir y participar en las ceremonias religiosas.

La Iglesia distribuirá 10 mil boletos a los feligreses para asistir a esa celebración. Pero aún no obtiene los permisos para que decenas de personas puedan sortear los retenes y puestos de control de los soldados israelíes. Actualmente los cristianos representan entre 2% y 3% de la población en esa zona de Oriente Medio, según datos eclesiásticos.

“La Iglesia y el Papa quieren que esos cristianos, incluyendo las personas que viven en Gaza, participen en la misa de Belén. Nosotros no controlamos los retenes del ejército y confiamos en que los israelíes dejen pasar a la gente”, matiza Neuhaus.

En este momento, un palestino que vive en Gaza no puede salir de la Franja salvo por contados motivos, como por ejemplo razones humanitarias. Para lograrlo debe obtener un permiso del gobierno israelí, que controla los accesos a esta región, donde viven prácticamente confinadas más de 1 millón de personas.

El movimiento islámico de resistencia Hamas, cuyo brazo armado es responsable de numerosos ataques contra Israel, ganó las elecciones en Gaza en 2006 y gestiona la Franja sin tomar en cuenta a la ANP. Desde entonces Israel activó un férreo bloqueo que aisló a esta paupérrima región del resto de los territorios palestinos y del mundo.

“Una generación entera de palestinos de Gaza no conoce Jerusalén. Es más fácil para un japonés o un australiano visitar el Santo Sepulcro que para un cristiano de Gaza que vive a poco más de 50 kilómetros”, lamenta Abu Eid.

Las dificultades también serán enormes para los cristianos de Galilea, al norte de Israel, que no ocultan su decepción al ver que el viaje papal no incluye Nazaret, donde según el Nuevo Testamento transcurrieron varios años de la vida de Jesús. Un tercio de la población nazarena es cristiana, pero los ciudadanos israelíes tienen restringido el paso a los territorios controlados al 100% por la ANP, como Belén.

“Entiendo y comparto su decepción. A nosotros también nos hubiera gustado ver al Papa en Galilea, pero la visita es corta. Esperemos que no sea la última y pueda volver”, confía Twal.

Desde que se hizo pública la peregrinación de Francisco, el 5 de enero pasado, la Iglesia ha subrayado que la prioridad del viaje son los cristianos de la región.

“Todo el mundo es bienvenido, pero hay que dar espacio a la gente local que no tiene la libertad de moverse e ir a Roma, sea porque carece de los medios o no tiene los permisos necesarios. Este es el tiempo de ellos y el Papa viene para encontrarse con las comunidades de Tierra Santa”, considera el sacerdote Ricardo Bustos.

La Iglesia local espera con emoción un momento: el encuentro del Papa con el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé, y los dirigentes de las diferentes Iglesias cristianas de Jerusalén en el templo del Santo Sepulcro, donde, según la tradición, Jesucristo fue crucificado y sepultado.

Para los responsables católicos de Jerusalén, el abrazo entre Francisco y Bartolomé será lo más importante de la visita, por la imagen de unidad ecuménica que lanzará. El encuentro se producirá en el mismo lugar y 50 años después del encuentro entre Pablo VI y el patriarca Atenágoras.

El Papa también ha dicho que buscará acercarse a los más pobres. En Jordania conversará con refugiados que huyeron de la guerra siria y con jóvenes discapacitados. En Israel visitará Yad Vashem, el museo construido en memoria de las víctimas del Holocausto, y en los territorios palestinos se reunirá con habitantes de tres campos de refugiados y comerá con familias árabes que han sufrido la muerte o el encarcelamiento de allegados, padecen el asedio en Gaza o las dificultades de movimiento debido al muro de separación.

“Viendo el programa recuerdo que en Buenos Aires, cuando lo invitaban a eventos, Francisco iba pero nunca se quedaba al agasajo o a la comida. No era su estilo. Pero los fines de semana, cuando iba a servir a los pobres, sí comía con ellos. A él le interesa y preocupa la cercanía con el otro, sobre todo con el otro que no tiene nada”, asienta Bustos.

El Papa deberá respetar un protocolo que complicará sus desplazamientos. Por ejemplo, una vez que finalice su visita a Belén, a unos 10 kilómetros de Jerusalén, deberá “retroceder” hasta el aeropuerto internacional de Tel Aviv, a unos 60 kilómetros, para recibir honores de las autoridades israelíes, y sólo entonces podrá dirigirse a Jerusalén.­

Israel se anexó la parte este de Jerusalén en la Guerra de los Seis Días, pero la comunidad internacional no ha reconocido esa ocupación y los palestinos esperan que Jerusalén oriental sea un día la capital de su futuro Estado.

“A veces, la tentación de estar de una parte o de otra es grande, pero nosotros estamos aquí para la gente y no tenemos bandera. Nuestra vocación es mediar y acompañar a todos porque en un conflicto no hay sólo una parte que sufre. Tal vez una parte sufra más que la otra, pero ninguna vive en paz”, asegura Bustos.

Las dificultades logísticas de la visita no han hecho que el superior de los franciscanos pierda la ilusión al hablar de la visita del Papa, a quien recibirá en Belén: “He mandado a Francisco un mensaje diciéndole que ésta es su casa. Confieso que a mí me hubiera gustado recibirlo de manera diferente. El 25 de mayo es una fiesta patria en Argentina y nosotros comemos empanadas y asado. Me encantaría compartir algo así con él ese día, pero no estamos en Argentina, estamos en Belén”.

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