12 may 2014

El Cinco: la matanza, 'por el estúpido de Mireles'


 Alberto Gutiérrez, más conocido como Comandante Cinco, vive frente al palacio municipal. Frente a su domicilio hay una plaza pública donde él sembró un árbol el día que su favorito ganó la elección presidencial "Yo le llamo el árbol de Peña Nieto", dice. 
Entrevistado en la plaza, mientras fuma y bebe agua de una botella, El Cinco da su versión sobre el hecho que desencadenó la destitución del médico José Manuel Mireles, a quien acusó de haber provocado la masacre por su "estupidez".
Arturo Cano, enviado Periódico La Jornada, Lunes 12 de mayo de 2014, p. 5
Tepalcatepec, Mich., 11 de mayo.
Alberto Gutiérrez, más conocido como Comandante Cinco, vive frente al palacio municipal. Frente a su domicilio hay una plaza pública donde él sembró un árbol el día que su favorito ganó la elección presidencial: ‘‘Yo le llamo el árbol de Peña Nieto’’, dice.

Gutiérrez es el coordinador general del Consejo de Autodefensas, o para ponerlo claro, el coordinador de los hombres de acción de los comunitarios. En estos días hace también de vocero: ‘‘Pero ya le dije a Papá Pitufo (Estanislao Beltrán) que nada más le voy a ayudar esta semana’’.
Entrevistado en la plaza, mientras fuma y bebe agua de una botella, El Cinco da su versión sobre el hecho que desencadenó la destitución del médico José Manuel Mireles como vocero de las autodefensas: la muerte de cinco personas en Chuquiapan, en la costa michoacana.
 Testimonios periodísticos avalan la versión de una parte de las autodefensas (la opuesta a Mireles): que los comunitarios de Caleta de Campos, comandados por El Plátano, dispararon contra personas desarmadas el pasado 28 de abril.
El retén templario
Gutiérrez dice que en el retén de Chuquiapan ‘‘sí había uno o dos templarios, pero los demás eran inocentes. Nosotros sabíamos cómo estaba la situación y el médico no. ¿Por qué? Porque no te entendía. Él quería hacer su voluntad’’.
Cuando llegaron las autodefensas, sigue el Comadante Cinco, ‘‘los que eran templarios les empiezan a disparar, tan, tan, tan, y éstos repelen la agresión (aquí imita el ruido de una ráfaga), y en eso muere gente’’.
–¿Entonces sí se desató un enfrentamiento?
–Sí.
–Pero existen versiones que indican que los enviados por Mireles fueron y mataron civiles desarmados.
–Es que es verdad. Yo estoy diciendo las cosas como son. El estúpido del doctor Mireles… Yo como una persona responsable, como coordinador, ¿cómo voy a permitir que me maten a mi gente o que maten a gente inocente? Tengo que ser inteligente, no estúpido. ¿Cuántos atrapé ayer (el viernes en realidad, en La Mira)? Pues 153. ¿Y a cuántos me mataron?
Propietario de 70 hectáreas de limón, conocido como rudo entre los rudos de las autodefensas y amante de la ropa de marca, Gutiérrez insiste en que Mireles dio la orden de avance sin coordinarse con nadie, convencido de que las personas que estaban en el retén de marras (que en diversas ocasiones declararon que su finalidad era impedir el avance de las autodefensas) eran caballeros templarios.
‘‘Sí era un retén de templarios, pero éstos forzaban a la gente a que a güevo estuviera ahí, si no los iban a matar. Ellos, por el temor a los templarios, por temor a nosotros (porque al principio sí pensábamos que eran templarios), mandan a dos personas, piden apoyo a la Marina, al Ejército, a la Policía Federal, y a nosotros, en este caso, a Papá Pitufo.’’
Los mandos de las autodefensas acordaron, dice el comandante, realizar un operativo para detener a los templarios que obligaban a los habitantes de Chuquiapan a mantener ese retén. Y con esa finalidad avanzaron por la sierra y tardaron 14 horas en llegar. ‘‘Entre ellos iba mi hermano’’, agrega.
Las autodefensas de Caleta avanzaron por el camino costero, a menos de una hora de distancia, con los resultados conocidos.
Vuelve sobre el momento del choque, cuando dice que en cuanto aparecieron los autodefensas ‘‘un cabrón les dispara. ¿Pues qué esperas? Matan niños corriendo, mujeres sin armas; el gobierno dijo la verdad. Fue una masacre lo que hicieron por una estupidez de Mireles’’.
–¿Los templarios que dispararon estaban mezclados con la gente o eran francotiradores?
–No, ahí estaban entre la gente. La situación era delicada y el médico tuvo que haberse coordinado con nosotros.
–Mireles dice que él nunca da órdenes de avanzada, que siempre va al frente.
–Está grabado. El asunto fue así. Y eso, ¿cómo nos hace quedar a todos?
–¿Por qué se fueron por la sierra?
–Fue un operativo que hicimos para llegar a Tumbiscatío, de pasar por todas las rancherías buscando a La Tuta (Servando Gómez, máxima cabeza de Los caballeros templarios, aún en libertad). De ahí se tomó la decisión porque la gente de Chuquiapan estaba pidiendo el apoyo, y se solicitó al doctor que esperara, pero él no hizo caso y por eso se suscitó esa tragedia.
Ese hecho, como ahora se sabe, desencadenó la destitución de Mireles y una guerra de acusaciones entre el médico y otros líderes.
 Para Gutiérrez, el problema es que ‘‘antes del accidente el doctor Mireles era uno, y después del accidente su vida dio un giro de 180 grados: se dejó con su familia… se destapó, se le supieron muchas cosas’’. (como el de que estaba enamorado?)
 Del Mireles de ‘‘antes’’ dice que se incorporó a las autodefensas ‘‘a los días del alzamiento’’ y que le echó ‘‘todas las ganas del mundo. ¿Para qué voy a mentir? Al doctor, mis respetos’’.
 En esos primeros meses, Gutiérrez era comandante de Mireles (‘‘él era mi patrulla número 30’’) y estuvo entre quienes apoyaron la idea de que el médico se encargara de las relaciones públicas luego de que un día vieron cómo logró suavizar a un coronel del Ejército que había llegado ‘‘muy hostil’’. Entonces, agrega, ‘‘no se pensaba todavía en los medios’’.
 –¿La fuerza real de Mireles?
 –¿Cómo en qué aspecto?
 –Bueno, se le ha visto reunirse con los consejos ciudadanos de muchos municipios y hay mandos que le reconocen autoridad.
 –Al rato va a terminar con Javier Sicilia, en campañas; a él le gusta eso. Pero ojalá tome en cuenta a la gente con la que se junta, porque él no toma en cuenta a nadie.
 –Al parecer en La Mira (donde el viernes pasado se detuvo a 123 ‘‘falsas’’ autodefensas) había de todo: templarios y gente bien intencionada. ¿No era así?
 –Esa es una de las preguntas que hice antes del operativo. Sabíamos de antemano que iba a caer gente inocente, aunque para mí son unos pendejos, porque cobraban 300 pesos por ir ahí.
 –Beltrán anduvo por ahí la semana anterior.
 –Tomando cartas en el asunto. Las personas que no estén ligadas a ningún cártel van a salir. Tiene que haber una investigación sobre cada uno.
 –Unos días antes de ese operativo, algunos de los detenidos en esa operación encañonaron a la ‘‘licenciada’’ que colabora con el comisionado Alfredo Castillo. ¿Aprueba o desaprueba a los nuevos policías rurales? ¿Ese hecho precipitó el operativo? ¿Ella es cubana o colombiana?
 –Es cubana, ya hasta nos invitó a Cuba. Y no, se precipitó porque querían emboscar a los estatales y a nosotros. La intención de ellos era emboscar a El Yanqui (Adolfo Eloy Peralta, subsecretario de Seguridad Pública del estado), para hacer un caos. El caso es que se logró la detención casi total, porque se nos pelaron siete camionetas antes que llegáramos nosotros.
 –¿Cómo les va con el comisionado Alfredo Castillo?
 –Nos están cumpliendo. Los presos, ya queda una minoría y esta semana, si Dios quiere, van para fuera todos.
 –¿Y La Tuta?
 –La Tuta es astuta. No lo hemos podido agarrar al cabrón, pero tarde o temprano va a caer.
 Barricadas asustan al turismo
 ada tanto, Gutiérrez interrumpe para decir al teléfono frases como ‘‘así lo ordenó el comisionado’’ y para dar instrucciones, por ejemplo, que se retiren todos los costales de las barricadas ‘‘para acabar esa mala imagen ya; funcionarios de turismo van a visitar la zona’’.
 En el recorrido de Tepalcatepec a Nueva Italia es posible constatar que la voz de mando del Comandante Cinco funciona: los costales se vuelven montones de tierra en sólo unas horas. Y también se puede corroborar que la división de los líderes ha calado en las bases de las autodefensas: ‘‘El Cinco es un títere de Castillo’’, dice un hombre, pistola al cinto, que se niega a dejar la camiseta blanca en una de las barricadas que se esfuman.
 Pecado menor para Gutiérrez, quien insiste en que la legalización ‘‘viene porque viene’’ para todos los municipios y que ‘‘el desarme es inminente para el que no se acople a los reglamentos’’.

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