Obama
se enfrentará a los islamistas del ISIS/Darío Valcárcel, consejero-delegado de Estudios de Política Exterior S.A.
ABC
| 15 de septiembre de 2014
De
regreso de la cumbre de la OTAN en Gales, 4 y 5 septiembre, Barak Obama ha
decidido enfrentarse al ISIS, el peor integrismo islámico. El martes 9 propuso
su plan a los líderes del Congreso y el 10 se dirigió a la nación para exponer
el proyecto que desarrollará en Irak y Siria. En la declaración de Gales, 5
septiembre, hay juicios muy duros para Rusia, tras la invasión de Crimea y los
ataques a Ucrania. Pero hay sobre todo un anuncio, la guerra al ISIS, Estado
Islámico en Irak y Siria. Y una precisión: no se puede acabar con el integrismo
salvaje solo con ataques aéreos. Obama se ha comprometido a «debilitar primero
y destruir luego» al ISIS.
Pero
no podemos entrar en esto sin considerar antes dos puntos: los Estados Unidos
de Obama y la situación de la Alianza en el post-Afganistán de 2014.
Los
Estados Unidos de Obama atraviesan un buen momento. La independencia energética
parece a su alcance, las reservas de shale gas son más altas de lo esperado.
Para 2014 la Casa Blanca anuncia variables económicas favorables. Pero
entretanto se extiende en el país la confusión sobre la política exterior del
presidente, sobre sus vacilaciones. Se echa de menos el liderazgo. Las grandes
críticas a la indecisión presidencial proceden sobre todo de los pesos pesados
del Partido Demócrata y de los medios de comunicación más afines. Casi todos
los frentes exteriores han empeorado desde la llegada de Obama, enero de 2009.
Esos frentes ponen en duda su decisión de pivotar hacia el Pacífico.
Obama
insistía en otra obviedad: los problemas graves no tienen solución militar.
Nada tiene, es cierto, una solución exclusivamente militar. Pero las amenazas
militares suelen acelerar las soluciones políticas. Anunciar que esos medios no
se utilizarán reduce su fuerza disuasoria. Esto empieza a cambiar tras la
aparición de ISIS y la decisión de Obama de hacerle frente.
Al
país le faltan principios directores, sostenía el mes pasado Hillary Clinton.
Estados Unidos «no debe hacer tonterías», declaraba solemnemente el presidente
días antes. Pero «no hacer tonterías», señalaba Clinton, no es un principio
rector, menos aún para la primera potencia del mundo. No actuar en Siria
favoreció la expansión del ISIS, añadía la anterior secretaria de Estado. Que
no sea demasiado tarde, como en la historia de tantos fracasos.
La
OTAN, y esta es la segunda reflexión, ha garantizado nuestra libertad y nuestra
paz desde 1949. Y la ha conseguido cuarenta años después para estados que
venían de la órbita soviética. El papel de la Alianza en la Guerra Fría fue
decisivo. Como lo fue en la caída del Muro, en las tremendas guerras
balcánicas, en los combates frente al terrorismo islámico… ¿Y ahora? ¿Cuál es
su papel en el post-Afganistán 2014?
Esta
era la gran pregunta hasta la anexión de Crimea por Rusia, rompiendo la norma
básica, sacrosanta, de la inviolabilidad de las fronteras. Y hasta la aparición
brutal del Estado Islámico, ISIS hoy. Dos cuestiones de magnitud histórica y
máximo peligro. ¿Podemos seguir repitiendo «no hay solución militar»? ¿Podemos
seguir sin afrontar la cuestión presupuestaria?
De
momento aparece una respuesta solvente, compleja, el refuerzo de las tropas
especiales de reacción inmediata (en la OTAN y fuera de la OTAN, reforzadas o
de nueva creación) y los compromisos de no recortar, de llegar al 2 por ciento
del gasto en menos de diez años; y de dedicar un 20 por ciento de ese 2 por
ciento a inversión e investigación, no a retribuciones.
Y
está el Afganistán post-2014, todavía impreciso por la situación allí. Si se
sale mal, volveremos. Como hemos vuelto a Irak. Volveremos incluso antes.
Dos
cuestiones que no son de directa dependencia de la OTAN, pero que habrían
debido ocupar más espacio en su documento de 113 puntos. Norte de África-Sahel.
Dependencia energética de Rusia. Ambas de máximo riesgo y alcance para la Unión
Europea y especialmente para España.
Debemos
recordar que, en las conclusiones de la cumbre de Chicago 2012, Siria merecía
sólo tres líneas de «preocupación», e Irak una línea y media de «satisfacción».
La OTAN, entonces poco premonitoria, debe evitar hoy esa desenvoltura. No debe
pasar lo mismo en el norte de África-Sahel.
Sobre
las dos cuestiones centrales de esta cumbre, Rusia e ISIS, sobre su gravedad y
urgencia, se ha dicho ya casi todo. Tres observaciones, sin embargo, sobre
Rusia-Ucrania. Rusia ha violado normas intocables sobre las que se asienta el
orden mundial, hasta ahora el suyo. Hoy está clara la que TheEconomist denomina
«paranoia geopolítica» de Putin, su obsesión con el territorio perdido al final
de la Guerra Fría. También su posible arsenal nuclear y la modernización, a la
manera rusa, no a la americana, de un ejército que él desea utilizar. Polonia y
los tres bálticos han clamado hasta que se les ha atendido: ¿incursión,
invasión, anexión? Del Ártico no se habla, pero se hablará.
Por
último, es clave la cuestión de la dependencia energética: es un elemento
disuasorio. España puede tener aquí un papel relevante. Contará en ello la
nueva comisaría de Miguel Arias Cañete.
Necesitamos
a Rusia. Sobre todo en dos campos, la lucha antiterrorista y la contención
nuclear. Es así. Esperemos que en las relaciones OTAN-Rusia se salve esa
necesidad. Estados Unidos ha de defender y mantener el carácter inviolable de
las fronteras: pero ha de hacerlo con Rusia.
La
cuestión del terror del ISIS parece hoy al menos abordada. Contener primero y
destruir luego al Estado islámico. Apoyar al nuevo Gobierno de Irak, en modo
alguno al de Assad. El 12 de julio los integristas tomaban Mosul. La gravedad
fue tal que, desde el 8 de agosto, Estados Unidos bombardea al ISIS en Irak.
Hoy Barak Obama se ha explicado: su explicación ha convencido. Bienvenida la
nueva coalición, aún sin imprimatur OTAN, y la voluntad de sumar a otros, sobre
todo árabes. Seguirán las dudas sobre el modo de terminar las operaciones sin
poner boots on the ground y cómo evitar los riesgos que conlleva armar a tropas
locales, aun sin botas sobre el terreno. Pero Obama quiere distanciarse de los
precedentes de Irak y Afganistán. Hablamos todavía de 1.500 militares
americanos en Irak. La fatigada opinión pública americana empieza a cambiar su
postura antiparticipación.
Sería
deseable que España aclarara ya su voluntad de pertenecer a la nueva coalición.
Hemos sido uno de los países más golpeados por el terrorismo yihadista. Ahora
que nos amenaza más que nunca, no parece que la retaguardia sea el mejor puesto
para los soldados españoles.
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