La
agenda del papa hoy, jueves, 24 de septiembre
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9: 00 horas. Visita el Congreso de los Estados Unidos, es invitado a dar un
discurso considerado ya como histórico;
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11:15 horas. Encuentro con personas sin hogar en el centro caritativo de la
parroquia de San Patricio, en Washington DC.
-16:00
horas. Salida en avión desde Washington D.C. hacia Nueva York;
-17:00
horas Llegada al aeropuerto JFK de Nueva York;
-
18:45 horas. Celebra las Vísperas con sacerdotes, religiosos y religiosas en la
Catedral de San Patricio.
Después
de la reunión en el Congreso el papa Francisco dirigió un sentido discurso a un
grupo de indigentes en la capital de Estados Unidos en la Parroquia San
Patricio.
El
texto completo de lo dicho por el papa jesuita…
Queridos
amigos:
Un
gusto de encontrarlos. Buenos días. Van a escuchar dos predicaciones una en
castellano y otra en inglés.
La
primera palabra que quiero decirles es gracias. Gracias por recibirme y por el
esfuerzo que han hecho para que este encuentro se realizase.
Aquí
recuerdo a una persona que quiero mucho y
que es y ha sido muy importante a lo largo de mi vida. Ha sido sostén y
fuente de inspiración. Es a quien recurro cuando estoy medio «apretado».
Ustedes me recuerdan a San José. Sus rostros me hablan del suyo.
En
la vida de José hubo situaciones difíciles de enfrentar. Una de ellas fue
cuando María estaba por dar a luz, por tener a Jesús. Dice la Biblia: «Estaban
en Belén, le llegó a María el tiempo de dar a luz. Y allí nació su hijo
primogénito, y lo envolvió en pañales y lo acostó en el establo, porque no
había alojamiento para ellos» (Lc 2,6-7). La Biblia es muy clara: «No había
alojamiento para ellos». Me imagino a José, con su esposa a punto de tener a su
hijo, sin un techo, sin casa, sin alojamiento. El Hijo de Dios entró en este
mundo como uno que no tiene casa. El Hijo de Dios entró como un “homeless”. El Hijo de Dios supo lo que es
comenzar la vida sin un techo. Imaginemos las preguntas de José en ese momento:
¿Cómo el Hijo de Dios no tiene un techo para vivir? ¿Por qué estamos sin hogar, por qué estamos
sin un techo? Son preguntas que muchos de ustedes pueden hacerse a diario y se las hacen . Al igual que José se
cuestionan: ¿Por qué estamos sin un techo, sin un hogar? A los que tenemos
techo y hogar son preguntas que nos harán bien también, son preguntas que nos
hará bien hacernos a todos. ¿Por qué
estos hermanos nuestros están sin hogar, por qué estos hermanos nuestros no
tienen un techo?
Las
preguntas de José siguen presentes hoy, acompañando a todos los que a lo largo
de la historia han vivido y están sin un hogar.
José
era un hombre que se hizo preguntas pero, sobre todo, era un hombre de fe. Y
fue la fe la que le permitió a José poder encontrar luz en ese momento que
parecía todo a oscuras; fue la fe la que lo sostuvo en las dificultades de su
vida. Por la fe, José supo salir adelante cuando todo parecía detenerse.
Ante
situaciones injustas y dolorosas, la fe nos aporta esa luz que disipa la
oscuridad. Al igual que a José, la fe nos abre
la presencia silenciosa de Dios en toda vida, en toda persona, en toda
situación. Él está presente en cada uno de ustedes, en cada uno de nosotros.
Quiero ser muy claro, no hay ningún motivo de justificación social, moral o del
tipo que sea para aceptar la falta de alojamiento. Son situaciones injustas,
pero sabemos que Dios está sufriéndolas con nosotros, está viviéndolas a
nuestro lado. No nos deja solos.
Jesús
no solo quiso solidarizarse con cada persona, no solo quiso que nadie sienta o
viva la falta de su compañía, de su auxilio, de su amor. Él mismo se ha
identificado con todos aquellos que sufren, que lloran, que padecen alguna
injusticia. Él lo dice claramente: «Tuve hambre, y me dieron de comer; tuve
sed, y me dieron de beber; anduve como forastero y me dieron alojamiento» (Mt
25,35).
Es
la fe la que nos hace saber que Dios está con ustedes, que Dios está en medio
nuestro y su presencia nos moviliza a la caridad. Esa caridad que nace de la
llamada de un Dios que sigue golpeando nuestra puerta, la puerta de todos para
invitarnos al amor, a la compasión, a la entrega de unos por otros.
Jesús
sigue golpeando nuestras puertas, nuestra vida. No lo hace mágicamente, no lo
hace con artilugios o con carteles luminosos o con fuegos artificiales. Jesús
sigue golpeando nuestra puerta en el rostro del hermano, en el rostro del
vecino, en el rostro del que está a nuestro lado.
Queridos
amigos, uno de los modos más eficaces de ayuda que tenemos lo encontramos en la
oración. La oración nos une, nos hace hermanos, nos abre el corazón y nos
recuerda una verdad hermosa que a veces olvidamos. En la oración, todos
aprendemos a decir Padre, Papá, y cuando decimos Padre, Papá, nos encontramos
como hermanos. En la oración, no hay ricos y pobres, hay hijos y hermanos. En
la oración no hay personas de primera o de segunda, hay fraternidad.
En
la oración es donde nuestro corazón encuentra la fuerza para no volverse
insensible, frío ante las situaciones de injusticia. En la oración, Dios nos
sigue llamando y levantando a la caridad.
Qué
bien nos hace rezar juntos, qué bien nos hace encontrarnos en ese espacio donde
nos miramos como hermanos y nos reconocemos los unos necesitados del apoyo de
los otros. Y hoy quiero rezar con ustedes, quiero unirme a ustedes, porque
necesito su apoyo y su cercanía. Quiero invitarlos a rezar juntos, los unos por
los otros, los unos con los otros. Así podremos continuar con este sostén que
nos ayuda a vivir la alegría de saber que Jesús está en medio nuestro. Y que
Jesús nos ayude a solucionar las injusticias que Él conoció primero: La de no
tener casa ¿Se animan a rezar juntos? Yo empiezo en castellano y ustedes siguen
en inglés.
Padre
nuestro que estás en el cielo...
Antes
de irme, me gustaría darles la bendición de Dios:
Que
el Señor los bendiga y los proteja;
que
el Señor los mire con agrado y les muestre su bondad;
que
el Señor los mire con amor y les conceda su paz (Nm 6, 24-26).
Por
favor, no se olviden de rezar por mí. Gracias.
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