8 abr 2016

Los Papeles de Panamá….Robar lo que es de todos/Xavier Bru de Sala

La solución al fraude fiscal, que la hay, no es ética ni estética. En general, quien no defrauda más es que no sabe cómo y quien no defrauda un céntimo es porque no puede.
Robar lo que es de todos/Xavier Bru de Sala, escritor.
El Periódico | 8 de abril de 2016.
Recuerdo un experimento muy elocuente realizado con algunos de nuestros parientes más cercanos del orden de los primates. Consiste en ofrecer un buen racimo de plátanos a un simio, en dos circunstancias diferentes, cuando se encuentra solo o a la vista de los demás. Indefectiblemente, si recibe los plátanos ante su grupo, los comparte, pero si está solo, comprueba que no le vean y corre a esconder el montón de plátanos que no se puede comer. Dedica los cinco sentidos a la operación. Si hay un montón de cajas dispuestas en forma de gradas, levanta las que convienen, esconde su tesoro bajo la última y lo vuelve a dejar todo como estaba, a conciencia. Cuando llegan los congéneres, disimula y espera tanto como convenga para visitar su tesoro y disfrutar de la manera más insolidaria. No existen diferencias entre individuos. Si hay posibilidad de engaño, se impone el egoísmo. Si no, se comparte.

Los ‘papeles de Panamá’ confirman que los humanos no dejamos colgados encima de los árboles los genes del latrocinio oculto. Al contrario, los hemos desarrollado y sofisticado. De los plátanos bajo la caja de madera a las sociedades ‘offshore’: he aquí una buena síntesis de la evolución. Ignoro si algún primatólogo ha avanzado en el experimento hasta el punto de dejar entrar a los compañeros para que pillen al delincuente mientras engulle, pero es de suponer que el simio disimularía como si se los acabara de encontrar, para evitar el escándalo y el castigo.
Es la reacción de los delatados de Panamá. Que han dejado de operar. Que si no han hecho nada mal hecho. Que si es cosa de los asesores fiscales. Todo menos reconocer que estas sociedades solo sirven para ahorrarse impuestos. En otras palabras, robar lo que es de todos. La parte de impuestos que se deja de pagar por este mecanismo reservado a los muy ricos se detrae de la bolsa común en beneficio particular. También, a escala, los trucos y martingalas menos sofisticadas del común de los mortales que entreven la posibilidad de pagar menos de lo que toca sin riesgos excesivos.
Que sus clientes se apropien de unos impuestos que deberían pagar no es la peor finalidad de los paraísos fiscales. Si quedarse una parte de los impuestos, en muchos casos la parte principal, es una forma de robar, aunque los ladrones y sus asesores lo consideren un simple ahorro fiscal, las ‘offshore’ también sirven como depósitos del fruto de la corrupción, para esconder unos capitales que no se han ganado legítimamente sino que se han extraído directamente de la bolsa común desde posiciones de poder y privilegio a través del saqueo de las arcas públicas.
La lista de dirigentes con sociedades en paraísos fiscales hermana dictadores con demócratas. Y ello dejando a un lado el tercer tipo de utilidad de estas sociedades, que consiste en mover y blanquear capitales procedentes de las mafias y el tráfico ilegal de personas, drogas, armas, petróleo y otros bienes muy apreciados. Tres finalidades diferentes, tres poderosos grupos de interés contra el control internacional de capitales.
A diferencia otros países, que disponen de mecanismos de transparencia y sistemas fiscales mucho más avanzados que el nuestro, en España no existen cifras oficiales sobre el volumen del fraude fiscal. Cuando fue preguntado por el volumen total de lo que se defrauda a Hacienda, el ministro del ramo respondió «uy, mucho», y se quedó tan ancho. Respuesta inadmisible. Según la riqueza y la carga impositiva, los estados pueden prever con notable precisión lo que deberían recaudar. La diferencia con lo recaudado es el fraude fiscal. Que España se abstenga de publicar la estimación es no solo un escándalo sino una invitación a no cambiar nada. Que paguen los impuestos, todos los impuestos, los de bajo, los asalariados, los que no tienen más remedio.
La solución al fraude fiscal, que la hay, no es ética ni estética. En general, quien no defrauda más es que no sabe cómo y quien no defrauda un céntimo es porque no puede. La ‘lista de Panamá’ ha dejado muchos nombres en evidencia. Si están de moda las listas, no es de prever que los ricos se lo piensen dos veces sino que una legión de ingenieros de capitales les ofrezcan maneras aún más sofisticadas de esconder los plátanos de todos bajo cajas mejor parapetadas.
La solución al fraude fiscal y a la corrupción política es institucional. Donde las instituciones que velan por la transparencia y recaudan impuestos son diseñadas y gestionadas a favor de todos, los países son más prósperos y disfrutan de más justicia social. Y al revés, donde, como en nuestro caso, las instituciones están al servicio de los grandes defraudadores y propician la corrupción, la gente corriente sufre más, mucho más.
Si España no recauda 50.000 millones más al año es porque los que mandan corren una cortina cuando los primates insolidarios se llevan los plátanos.


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