15 ene 2017

Rusia, Trump y el sexo

Revista Semana,  2017/01/14
Rusia, Trump y el sexo
A una semana de posesionarse, el FBI, la CIA y la NSA tienen la certeza de que los rusos ayudaron a elegir a Trump. Como si fuera poco, ahora estarían controlándolo y chantajeándolo con un video sexual. Para él los culpables son los medios y las agencias de espionaje. Mal comienzo.
Donald Trump dio su primera rueda de prensa desde hace más de seis meses. Negó que tuviera conflictos de interés, casi echa a un periodista de CNN y se enorgulleció de caerle bien a Vladimir Putin. 
El Kremlin no solo contribuyó a la elección de Trump, sino que durante al menos cinco años ha estado “cultivándolo, apoyándolo y ayudándolo”. Esto, para “favorecer rupturas y divisiones en la alianza occidental”, deshacer el “orden internacional y los ideales” desarrollados tras la Segunda Guerra Mundial, y “dividir a los halcones norteamericanos”. Con tal fin, agentes de inteligencia rusos le habrían ofrecido al magnate neoyorquino jugosos contratos inmobiliarios en Moscú, y también habrían reunido documentos y videos con los que podrían chantajearlo. Sin embargo, dado el nivel de colaboración de la campaña de Trump, el Kremlin no tuvo que llegar hasta ese extremo.
Esas son algunas de las conclusiones de una investigación de 35 páginas elaborada por Christopher Steele, un veterano espía británico que buscó datos comprometedores sobre Trump y su campaña durante 2016. Según el diario The Guardian, un oponente republicano habría encargado el informe durante las primarias de ese partido. Y en las elecciones generales, un demócrata habría continuado con los pagos. Aunque parte de su contenido ya había circulado durante la campaña (y medios como Mother Jones lo habían citado), en las últimos días sucedieron dos cosas que convirtieron su contenido en un asunto de seguridad nacional.

Por un lado, en diciembre el senador John McCain (quien niega haber encargado la investigación) le entregó el material al director del FBI, James Comey. Este, por su parte, comunicó su contenido la semana pasada al presidente Barack Obama y al propio Trump en una serie de reuniones de alto nivel en las que también participaron los directores de la CIA, la NSA y el resto de las agencias de inteligencia norteamericanas. Sin embargo, solo un tercio de su contenido fue hecho público. De las dos partes restantes, la que está catalogada como ultrasecreta incluiría la investigación de Steele.
Pero por el otro, el portal Buzzfeed publicó en su totalidad los informes, por lo que el mundo conoció detalles grotescos de la supuesta relación entre Rusia y el magnate, entre los que sobresale una sórdida fiesta con prostitutas en el Ritz de Moscú. Como era de esperarse, ante la falta de detalles, ese documento se convirtió en la pieza clave de la transición presidencial más turbia e incierta de la historia de Estados Unidos. Y las razones van más allá de su contenido sexual.
La caja de Pandora
En primer lugar, la posibilidad de que Rusia pueda chantajear a Trump en cualquier momento y sobre cualquier tema supone que ninguna de sus decisiones como presidente estará libre de graves sospechas. De hecho, independientemente de que se confirmen o no las explosivas revelaciones de los informes del exagente británico, lo cierto es que el escándalo representa una nueva victoria para el presidente de Rusia, Vladimir Putin, que esta semana logró el triple objetivo de debilitar la democracia estadounidense, paralizar sus procesos de decisiones políticas y vengar la humillación que Rusia sufrió al final de la Guerra Fría. En el colmo de la ironía, la persona que va a dirigir el país se lo agradeció. “Si a Putin le cae bien Donald Trump, adivinen qué: eso es una ventaja, no un lastre”, dijo el presidente electo en su primera y turbulenta rueda de prensa, cuando un reportero lo confrontó con las pruebas de la intervención de Rusia en los comicios del 8 de noviembre.
A eso se suma que el escándalo de esta semana no sucede en una transición normal. Tras una campaña particularmente sucia, caracterizada por una polarización política sin precedentes, Trump es de lejos el presidente electo más impopular de la historia. Eso se refleja en los resultados de los recientes sondeos del Pew Research Center y de la Universidad de Quinnipac, según los cuales más del 50 por ciento de los estadounidenses desaprueban su gestión como mandatario electo. Como se recordará, aunque Trump ganó las elecciones porque conquistó más votos electorales, perdió el voto popular con Hillary Clinton por una diferencia de casi 3 millones.
En segundo lugar, el hecho de que las agencias de inteligencia le hayan dado credibilidad a los informes del espía británico se convirtió en una verdadera papa caliente para los medios de comunicación, que desde el 8 de noviembre se convirtieron en el blanco de las críticas de Trump. Así quedó demostrado en la rueda de prensa que el magnate organizó el miércoles en el lobby de la Trump Tower, en la que dio varios ejemplos de que seguía siendo el bully hipersensible y despectivo que el planeta conoció durante la campaña. Cuando los periodistas le preguntaron si pensaba cumplir su promesa de publicar su declaración de renta tras el 8 de noviembre, les dijo que eso no le interesaba al público norteamericano por una sencilla razón: “Yo gané”.
Pero el momento más grave de su encuentro con la prensa llegó cuando increpó al periodista Jim Acosta –desde hace una década corresponsal de CNN en la Casa Blanca– y lo acusó de hacer mal su trabajo, de mentir y de ser desleal. “Tú no, tú no. Tu medio es terrible. Cállate, cállate. No seas maleducado. No te voy a dar el turno de preguntar. Ustedes divulgan noticias falsas”, le dijo. Según Acosta, el equipo de Trump lo amenazó con echarlo del recinto.
Todo porque CNN fue el primer medio que advirtió sobre las investigaciones del agente británico y según Trump no dudó explícitamente de su veracidad, como lo hicieron The Guardian, The Washington Post y otros grandes medios (según The New York Times, su redacción y la de otros periódicos conocieron las investigaciones de Steele, pero optaron por no publicarlas pues no podían confirmar sus afirmaciones). Como le dijo a ese diario un investigador que conoce a Steele y su trabajo “no se puede descartar el riesgo de que las fuentes hayan suministrado información de dudosa calidad, a sabiendas de que esta iba a ser más nociva para los enemigos de Trump que para él mismo”.
Pero el daño no se limitó a su encontronazo con el cuarto poder. Durante la conferencia, el magnate también les mandó un misil a las agencias de inteligencia. “Creo que es una desgracia que hayan permitido que salga a la luz pública una información tan falsa y engañosa”, dijo Trump. “Es algo que la Alemania nazi habría hecho”. Por un lado, esa reflexión no deja de ser irónica, pues uno de los pilares de su campaña fue promover las teorías conspirativas sobre la ciudadanía del presidente Barack Obama, aun cuando la Casa Blanca publicó su certificado de nacimiento.
Por el otro, Trump crea un abismo entre el Ejecutivo y las entidades que velan por la seguridad de Estados Unidos y le abre las puertas a un periodo de desconfianza que puede terminar en un cortocircuito. Sobre todo teniendo en cuenta el coctel explosivo que significa alabar a la persona que más ha hecho por socavar la democracia gringa. De hecho, se teme incluso que algunos miembros de las agencias de inteligencia renuncien.
El contraste con el presidente Obama no podría ser más marcado. En su discurso de despedida en Chicago, este no solo confirmó que es uno de los mayores oradores de estos tiempos, sino que insistió en que uno de los pilares de la democracia es la transición pacífica de poderes. A su vez, en una de sus últimas acciones como presidente, reafirmó la coherencia de su mandato al derogar la Ley de Ajuste Cubano, conocida como ‘pies secos, pies mojados’, que les daba la residencia a los cubanos que tocaban tierra estadounidense. Pase lo que pase entre Washington y La Habana durante los próximos cuatro años, lo cierto es que Obama se propuso normalizar las relaciones con la isla. Y llegó hasta donde pudo.
En buena medida, Estados Unidos está sufriendo los primeros síntomas de la llegada al poder de un populista que está usando la democracia para socavarla desde adentro. Como sucedió en Venezuela con Hugo Chávez y Nicolás Maduro, en Filipinas con Rodrigo Duterte o en Hungría con Viktor Orban, Trump se sirvió de unos comicios más o menos limpios para llegar al poder. Pero una vez allí, ha hecho todo lo que está a su alcance para manipular a los ciudadanos. No para velar por los intereses de todo el país. 
¿A quién más tiene Rusia en la mira?
Los tanques y metralletas le dan paso al ‘hacking’ como la nueva herramienta de guerra. Una que Rusia usará con fuerza en un año electoral en Europa.
Tras el escándalo del ‘hackeo’ de la campaña de Hillary Clinton y el de la colaboración de Trump con Moscú, el temor es que Rusia repita en otros países que celebrarán elecciones en 2017. En Alemania, las agencias de inteligencia ya advirtieron sobre el peligro de que hackers rusos interfieran en las elecciones en las que la canciller, Angela Merkel, tendrá que defender su puesto por cuarta vez –con mayor dificultad que en las tres ocasiones anteriores–.
Mientras tanto, en Francia el candidato presidencial del Partido Verde, Yannick Janot, manifestó que mientras que en otros países se consideran seriamente las consecuencias desestabilizadoras del hacking, “en Francia da la impresión de que estamos en 1913, en el tiempo de la gran alianza entre los líderes franceses y el zar Nicolás II”. A la par, recordó que los candidatos que más suenan en las elecciones presidenciales –François Fillon, Emmanuel Macron y Marine Le Pen– han pedido que se levanten las sanciones que se le impusieron a Rusia durante la anexión de Crimea en 2014, por lo que las actitudes hacia el Kremlin parecen ser favorables en territorio francés.
De otro lado, en Holanda, Geert Wilders, el Trump europeo que ha prometido a los votantes la versión holandesa del brexit, lidera las encuestas. Con ello, Rusia se beneficia del escepticismo anti-Europa que desafía el proyecto político de la Unión.
Orgía en moscú
Rusia tendría información sobre Trump que le permitiría chantajear al nuevo presidente de Estados Unidos.
¿Contrató Donald Trump a un grupo de prostitutas para que “realizaran actos pervertidos”, incluída una “lluvia dorada” (orinar frente a él), justo en la cama de la suite del Ritz en Moscú donde se alojaron en otra oportunidad Barack y Michelle Obama? El episodio habría sucedido durante un viaje de negocios que Trump realizó a la capital rusa en 2013. Según un documento de Buzzfeed, el Servicio de Seguridad Federal de Rusia grabó este incidente a través de dispositivos electrónicos instalados en el cuarto del lujoso hotel, ubicado a 15 minutos de la sede del servicio de contraespionaje ruso.
De ser cierto que el Kremlin posee información susceptible sobre el nuevo presidente de los Estados Unidos, Rusia tendría un margen de maniobra en la arena internacional mucho más amplio de lo que se pensaba. Este capítulo se sumaría al largo récord de escándalos por conductas sexuales inapropiadas de Trump. Cuando aún estaba en campaña el año pasado, se conoció un audio de 2005 en el que alardeaba sobre sus asaltos a las mujeres. “Solo empiezo a besarlas. Es como un imán. Solo las beso, ni siquiera espero. Y cuando eres una estrella, te dejan hacerlo. Puedes hacer lo que sea”. Además, varias exparticipantes de los concursos de belleza que él dirigía han dicho que Trump solía entrar inesperadamente a sus vestidores para observarlas desnudas, lo que él mismo confirmó en el programa radial de Howard Stern.
Igualmente, después de su divorcio la exesposa de Trump Jill Harth sugirió que el magnate la había violado, aunque desde entonces ha alterado su historia. Y es que no solo han sido las declaraciones de estas mujeres las que han causado revuelo. El mismo Trump generó controversia en un talk show en 2006, cuando dijo que si Ivanka no fuera su hija, tal vez estaría saliendo con ella.  

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