EL HIJO DE JOHN GOTTI PUBLICA SUS MEMORIAS..Shadow of my Father (“La sombra de mi padre”).
John Gotti murió en 2002, después de haberse convertido en uno de los mafiosos más carismáticos de la Gran Manzana. Su hijo lo cuenta todo en un nuevo libro
Foto: John Gotti consiguió escabullirse de las acusaciones de la policía y el FBI hasta que fue finalmente encarcelado durante los años 90.
John Gotti consiguió escabullirse de las acusaciones de la policía y el FBI hasta que fue finalmente encarcelado durante los años 90.
AUTOR HÉCTOR G. BARNÉS
El Confidencial, 22.01.2015
“La di da, liberad a John Gotti, la di da, liberad a John Gotti” era el pegadizo estribillo de «King of New York», la canción de Fun Lovin’ Criminals en la que un mafioso trastornado intentaba liberar a John Gotti, uno de los grandes capos de la mafia de Nueva York de las últimas décadas. El tema fue publicado en 1996, mientras el italoamericano cumplía condena perpetua por 14 delitos de asesinato, evasión de impuestos y extorsión.
Gotti moriría en 2002, décadas después de haberse convertido en uno de los mafiosos más carismáticos de la Gran Manzana, apodado The Dapper Don (“el don elegante”) o The Teflon Don (“el don de teflón”, por su carácter resistente).
Más de una década después de su deceso, su hijo John Gotti Jr. lo cuenta todo en un libro publicado esta misma semana, Shadow of my Father (“La sombra de mi padre”). A sus 50 años, y después de haber seguido los pasos de su padre en el negocio, Gotti Jr. intenta anticiparse al libro que John Alite, colaborador, amigo de su padre durante décadas y presunto amante de su hermana, ha anunciado. Lo hace en contra de los deseos de la mamma Victoria DiGiorgio, que pidió que no publicase nada sobre el fallecido Gotti, lo que le llevó a eliminar el primer manuscrito. Pero Gotti Jr. tiene buenas razones para darse a conocer justo ahora: no sólo teme lo que Alite, al que presuntamente amenazó de muerte durante un juicio en 2008, pueda contar, sino que su biopic lleva preparándose durante años sin terminar de concretarse, y un libro puede dar el espaldarazo definitivo al proyecto.
En el nombre del padre
El propio John Gotti Jr. conoce bien los entresijos del negocio familiar, puesto que, como su padre, trabajó para la familia Gambino ente 1992 y 1999, sucediendo a su progenitor en la rama más poderosa de la mafia neoyorquina. Aunque es probable que sus capacidades no tuviesen nada que ver con las de Gotti Sr.: al fin y al cabo, uno de los motes por los que era conocido fue “Dumbfella”, un juego de palabras entre “tonto” (dumb) y fella (“colega”) un guiño a Goodfellas, la película de Martin Scorsese.
Somos una sociedad que vive según sus propias reglas. Somos una hermandad. Nos honramos mutuamente y somos leales. ¿Quieres ser parte de nosotros?
Su padre se ganó sus galones granjeándose la confianza de Carlo Gambino, el personaje que inspiró a Mario Puzo para la creación de Vito Corleone en El padrino, y eliminando a sangre fría a sus competidores, como hizo con Paul Castellano, abatido por su banda cuando salía de cenar de un restaurante. La reputación de Gotti Jr. se basaba ante todo en su apellido, el mismo de aquel hombre que lideraba una organización que contaba, a mediados de los ochenta, con 300 miembros, 2.000 socios y una fama pública quizá poco recomendable para un hombre que vivía el margen de la ley.
Pero Gotti Jr. niega en el libro que, para entrar en la mafia, haya que matar a nadie. “Lo que tienes que hacer es ganarte la fama de ser leal, de hacer lo que haga falta por la familia”, explica en un fragmento que ha publicado NY Daily News. “Pero matar no es el precio de admisión”. Su rito de iniciación se produjo un día de Nochebuena, cuando su tío Gene le pidió que llevase una corbata roja y un pañuelo en el bolsillo para que le diesen buena suerte.
El pequeño de los Gotti fue introducido junto a otros cuatro compañeros, algunos de los cuales serían años después sus delatores. “Había apenas una docena de hombres alrededor de la mesa, con asientos vacíos para los nuevos”, relata. “En la mesa había varios hombres de la familia Gambino. Mi padre no estaba ahí. No había ningún signo de nepotismo”. “¿Sabes quiénes somos?”, le preguntaron. “Creo que tengo una vaga idea”, respondió Gotti Jr. “Somos una sociedad que vive según sus propias reglas. Somos una hermandad. Nos honramos mutuamente y somos leales. ¿Quieres ser parte de nosotros?”.
Si alguna vez me entero que has dejado que mi hijo hable con un policía, te mataré
La respuesta fue afirmativa, aunque la organización le recordó que eran ellos quienes le habían elegido a él, y no al revés. “Te hemos observado durante todos estos años, y te elegimos”. Una aguja perforó su dedo y su sangre fue derramada sobre la imagen de un santo a la que Gotti Jr. prendió fuego mientras la sostenía en su mano. La entrada en la organización se había consumado. Desde entonces, Gotti escalaría en la organización hasta hacerse con el trono de su padre, una carrera con la que se granjeó varias acusaciones por intentos de asesinato, tiroteos y secuestros.
Papá no quiere que sea policía
El libro descubre, ante todo, el lado paternal del carismático y salvaje John Gotti. En uno de los fragmentos del libro, Gotti Jr. explica el grave error que cometió cuando le sugirió a su padre, por aquel entonces entre rejas, que quería ser policía. “¿Qué diablos te ocurre?”, le espetó a su madre. “¿Qué le has hecho a mi hijo? ¿Quiere convertirse en un policía?” La amenaza fue clara y contundente: “Si alguna vez oigo que has dejado a mi hijo o a cualquiera de mis chicos, o a ti misma, hablar a un policía, te mataré”. Con las cosas del trabajo no se juega.
A veces tienes que hacer cosas que duelen. Es parte de ser un hombre. Mi libertad y mi vida van detrás de mis deberes y de mi humanidad. Esos son mis principios
Gotti aparece a los ojos del lector como un padre atento y dedicado en la medida de sus posibilidades. El capo aprovechaba sus permisos médicos para sobornar a su escolta y pasar unas horas con sus hijos; lloró desconsoladamente después de la muerte de su hijo Frankie, atropellado por un coche mientras conducía una moto. Lo más habitual era, no obstante, que Gotti pasase todo el día fuera de casa, a veces hasta la madrugada o incluso más allá. Además, aplaudía que su hijo se defendiese con sus puños: “Bien. Si alguien se mete con tu familia, o te alza una mano, lo dejas en el sitio”, le explicó. “Si es demasiado grande para ti, coge un bate o un palo y dale en la cabeza”. Gotti Jr. sugiere que su padre pudo ser quien acabó con su vecino John Favara, quien era considerado por el mafioso como el culpable de la muerte de su hijo, ya que conducía el coche que lo golpeó.
El libro también incluye el encuentro de Gotti con su padre poco antes de la muerte de este. “Mírame, tengo la jugada triple”, le dijo. “Cáncer de mandíbula, de garganta y de cuello. Pero a pesar del trabajo de corta y pega que han hecho con mi cara, aún estoy aquí. Aún de pie. Dándoles por culo sin parar”. Fue entonces cuando Gotti Jr. le explicó a su padre que iba a pactar con el jurado para recudir su pena, una decisión que le sentó como un jarro de agua fría. “No quiero que pases un puto día en prisión”, le dijo. “Preferiría sufrir este cáncer a que tú cogieses un resfriado”. Y le dio una de sus últimas lecciones vitales: “A veces tienes que hacer cosas que duelen. Es parte de ser un hombre. Mi libertad y mi vida van detrás de mis deberes y de mi humanidad. Esos son mis principios, John. ¿Recuerdas cuando me dijiste que me seguirías si me tirase por un precipicio?” Y Gotti dejó la pregunta en el aire.
Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
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