9 oct 2017

“Es hora de decir cómo murió el Che”

“Es hora de decir cómo murió el Che”
LETICIA MONTAGNER GARCÍA Y RAÚL TORRES SALMERÓN
Revista Proceso # 2136, 8 de octubre de 2017.
La historia puso al doctor Moisés Abraham Baptista en una situación perturbadora: era director del hospital Señor de Malta, en Vallegrande, Bolivia, cuando el 9 de octubre de 1967 fue trasladado a ese nosocomio el cuerpo de Ernesto Guevara de la Serna. Le realizó la autopsia, pero los mandos militares pidieron que alterara el informe de ésta. Conserva desde entonces la camisa ensangrentada que vestía el Che e invita al gobierno de Cuba a cotejar el ADN y confirmar si los restos depositados en el Mausoleo de Santa Clara pertenecen al guerrillero. A 50 años de aquellos hechos, sostiene: “Es hora de decir la verdad sobre cómo murió el Che”. Su testimonio forma parte de la Edición Especial No. 55 de Proceso, titulada El hombre, el mito, actualmente en circulación.
Puebla, Pue.- Al Che Guevara lo mataron de un disparo al corazón hecho de abajo hacia arriba. Sin embargo, eso no aparece en el informe oficial de la autopsia realizada al cuerpo del mítico guerrillero, pues ese reporte “fue inventado por mí”.

El médico Moisés Abraham Baptista escudriña en sus recuerdos y reconstruye lo que le tocó vivir los días 9 y 10 de octubre de 1967, cuando era director del hospital Señor de Malta, en Vallegrande, Bolivia, y se vio obligado a realizar la autopsia al cadáver del Che y hacer su mascarilla mortuoria, así como “dirigir” el corte de las manos del guerrillero.

De hecho, confiesa, por órdenes del alto mando militar de Bolivia alteró el informe de la autopsia:
“Me dio la orden de hacer el cambio el general Juan José Torres”, dice en referencia a quien en 1967 era jefe del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas y después, en 1970, presidente de ese país sudamericano.

Además revela que tiene en su poder la camisa color caqui, llena de sangre, que llevaba puesta Guevara. Esa prenda que guarda desde hace 50 años mostraría la manera en que ejecutaron al Che, sostiene.

“Luego de la primera revisión del cadáver, en la autopsia de reconocimiento, declaré ante la prensa internacional que el Che había sido ejecutado básicamente de un disparo al corazón. Ante la divergencia de información que por una parte dio el ejército en Vallegrande, en el sentido de que había sido capturado, y otra más que ofreció el Ministerio de Defensa en La Paz, según la cual el Che había muerto en combate, me dieron la orden de negar (su primera declaración) y elaborar una nueva versión.”

“En ese tiempo yo había sido habilitado como subteniente del Ejército Boliviano. Tuve que acatar las órdenes”, justifica.

El doctor Abraham Baptista fue entrevistado en su casa ubicada en la ciudad de Puebla, donde reside desde hace 48 años. Llegó a México en 1969 para especializarse en oncología en el Centro Médico. Se casó con una mujer poblana y se mudó a esa ciudad. Ya no regresó a Bolivia.

Su testimonio sobre el asesinato del mítico guerrillero y el contexto en que éste se produjo forman la parte central del libro aún inédito Yo hice la autopsia del Che Guevara, escrito por Leticia Montagner García y Raúl Torres Salmerón, y con base en el cual los autores elaboraron el presente texto.

“Tania”

Abraham Baptista recuerda que su primer contacto con la guerrilla ocurrió después de que el ejército boliviano emboscó a los integrantes de la segunda columna del Che, conducida por Juan Vitalo Acuña, Joaquín. Ello ocurrió el 31 de agosto de 1967, cuando los guerrilleros intentaban cruzar el río Grande por una zona conocida como Vado del Yeso. En esa emboscada murió Tamara Bunke, Tania. Su cuerpo fue arrastrado por la corriente. Lo encontraron una semana después. Se había atorado en una roca.

El doctor Abraham recogió el cadáver por órdenes del capitán Vargas Salinas, quien encabezaba sobre el terreno las operaciones militares contra la guerrilla. El médico dice que los peces habían carcomido el cuerpo de la joven y éste se encontraba en proceso de descomposición. La mochila de Tania traía cartas, versos escritos de su puño y letra, dólares, apuntes y su pasaporte, del cual el médico tomó la foto a punto de desprenderse. “Era una mujer hermosa y atractiva”, comenta.

En el hospital de Vallegrande hizo una revisión no exhaustiva del cadáver. “No estaba embarazada, como sugiere Jorge Castañeda en su biografía del Che”, acota.

Después, el 9 de octubre, le tocó esperar el cuerpo del Che en el aeropuerto de Vallegrande y trasladarlo en su furgoneta Chevro­let blanca al hospital Señor de Malta, del cual era director. Lo acompañó en el recorrido el agente de la CIA Félix Rodríguez. Otro miembro de esta agencia, Gustavo Villoldo, ya los esperaba en el hospital. Unos soldados depositaron el cuerpo en la lavandería, alejada 150 metros de la estructura principal del nosocomio.

De inmediato Abraham revisó el cadáver y le inyectó formalina para preservarlo, lo que posteriormente provocó que las personas que acudían a observar el cuerpo del Che se taparan la nariz con pañuelos.

El cuerpo tenía mucha sangre, sobre todo en la espalda. Tenía una herida grande de unos 20 centímetros, hecha probablemente con la culata de un fusil, un machete o una bayoneta. Así lo remataron, argumenta el doctor Abraham. También tenía un balazo en el corazón de abajo hacia arriba. Sostiene que fue éste el que lo privó de la vida, pues “durante el combate, en el Vado del Yuro, cerca de La Higuera, el Che fue herido en sedal en el codo y en la pierna”.

“Una gran discusión” 

Horas antes, los soldados habían depositado en la lavandería los cuerpos de dos guerrilleros muertos. Nadie les prestaba atención. Eran el peruano Juan Pablo Chang Navarro, Chino, y el boliviano Simón Cuba, Willy.

“Los soldados quisieron impedir el paso de la gente que llegaba del aeropuerto y no pudieron”, agrega.

Ahí se encontraban militares de alto rango: el teniente coronel Andrés Selich, comandante del Regimiento Pando de Ingenieros Militares; el capitán Mario Vargas Salinas, adscrito a la Octava División del Ejército y quien había liquidado a la segunda columna del Che; el coronel Joaquín Zenteno Anaya, comandante de la Octava División del ejército; el coronel Roberto Toto Quintanilla, jefe de los servicios de inteligencia del Ministerio del Interior, entre otros. También estaban agentes de la CIA. Incluso llegó el presidente de Bolivia, René Barrientos, en una visita rápida y secreta.

Cuando disminuyeron las visitas de vallegrandinos, una enfermera y el doctor Abraham lavaron el cuerpo del Che, le recortaron el pelo, lo vistieron con sus pantalones y le dejaron el torso desnudo.

Abraham recuerda que en la noche del 10 de octubre los oficiales bolivianos se enfrascaron en “una gran discusión”. La razón: el alto mando militar ordenó tener pruebas contundentes de que se trataba del Che Guevara y pidió que le cortaran la cabeza. Toto Quintanilla dijo que la CIA quería la cabeza del guerrillero como prueba inequívoca de su muerte. Lo respaldaron Selich y Vargas. Abraham se opuso argumentando razones médicas y éticas. Sorprendentemente, Félix Rodríguez lo apoyó y dijo que cortar la cabeza era una medida salvaje. El médico sugirió el corte de las manos para tener las huellas digitales.

Al final acordaron hacerlo de ese modo. Abraham dice que la decisión la tomaron los ahí reunidos sin consultarla con nadie. Después, la mayoría se retiró. Se quedaron Villoldo y Quintanilla. Este último cortó las manos al Che bajo la supervisión y dirección de Abraham. Las manos quedaron sobre un escritorio, donde antes colocaron un periódico. Toto Quintanilla también ordenó hacerle al cadáver la mascarilla mortuoria.

“La mascarilla la hice sin tener el material adecuado. Usé la gasa de dentista y vaselina y la cera de las velas que utilizábamos en la noche porque no había alumbrado eléctrico”, comenta.

Recuerda que “al quitar la mascarilla se le adhirieron pedazos de piel, pelo, cejas, pestañas, la barba y el bigote. La cara del Che era impresionante. Villoldo tomó fotos para la CIA a la mascarilla y al Che.

“Después ordenaron que me retirara. No pude dormir y al acudir al hospital muy temprano al otro día, el cuerpo ya no estaba. La pileta estaba vacía y, como testigo mudo de los hechos, estaba la camisa del Che que escondí en la parte baja de atrás de la pileta.”

Abraham recogió posteriormente la camisa, la envolvió en un periódico y la guardó en su cuarto del hospital. Después la llevó a su casa en Vallegrande; luego, a la casa paterna en Sucre, y al final, a Puebla, donde, asegura, aún la conserva.

De hecho, Abraham invita al gobierno de Cuba a resolver la duda sobre si los restos hallados en el viejo aeropuerto de Vallegrande, actualmente depositados en el Mausoleo de Santa Clara, Cuba, pertenecen a Guevara. Señala que la camisa que tiene la sangre del Che puede confirmar mediante exámenes de ADN si el cadáver corresponde al icónico guerrillero.

Recuerda que los expertos que encontraron los restos de los guerrilleros en Vallegrande en 1997 dijeron que las heridas de los huesos hallados se adecuaban al reporte oficial de la autopsia… Pero éste es falso, inventado.

“Simplemente, además del examen de ADN, hay que comparar las heridas que registra la camisa en mi poder y el falso dictamen que elaboré”, argumenta.

El informe de la autopsia –cuya copia reproduce Pacho O’Donell en la biografía Che, la vida por un mundo mejor (Plaza & Janes, 2003)– apunta que el cuerpo recibió nueve heridas de bala en diferentes partes del cuerpo, cinco de ellas mortales. Anota como causas de muerte: “Heridas en el tórax y la hemorragia subsiguiente”. Este informe –de apenas cuartilla y media– no anota la hora en que murió el Che ni detalla el tipo de balas ni la distancia de los disparos.

De acuerdo con Abraham, las siguientes fueron las lesiones que “inventó” en su informe: herida de bala en región clavicular izquierda, con salida en escapular del mismo lado; herida de bala en región clavicular derecha, con fractura de la misma, sin salida; herida de bala en región costal derecha, sin salida; dos heridas de bala en región costal lateral izquierda, con salida en región dorsal; herida de bala en región pectoral izquierda entre las costillas novena y décima, con salida en región lateral del mismo lado; herida de bala en tercio medio de pierna derecha; herida de bala en tercio medio del muslo izquierdo, en sedal; y herida de bala en tercio inferior de antebrazo derecho, con fractura de cúbito.

Durante 50 años, Moisés Abraham Baptista, nacido en Sucre, Bolivia, guardó silencio, documentos, fotos e información sobre la muerte de Ernesto Guevara. “Es la hora de decir la verdad sobre cómo murió el Che”, sentencia.

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