Revista Proceso # 2216, 21 de abril de 2019..
Antonieta Rivas Mercado y la Virgen de Guadalupe/
JUDITH AMADOR TELLO
La imagen de la Virgen de Guadalupe que se encontraba en una de las capillas laterales en la Catedral de Notre Dame se reportó sin daños, luego del incendio que el lunes 15 de abril destruyó buena parte del emblemático monumento gótico de París.
Hasta hace un par de años, cada 12 de diciembre, la comunidad mexicana radicada en esa ciudad, así como turistas y fieles de diversa procedencia, acudían con todo y mariachis a la celebración de una misa en español en honor de la guadalupana, que desde 2000 se realizaba ante el altar mayor. La fiesta de Guadalupe en Notre Dame se inscribió en 2010 en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de Francia, si bien desde 2016 la misa se lleva a cabo ya en otro recinto religioso.
En realidad, la cantidad de visitantes de la catedral que se detenía a ver o colocar veladoras frente al altar guadalupano era cotidianamente alto. La virgen era una de las más visitadas del mundo mariano en el extranjero, al punto que las autoridades de la catedral colocaron al lado de la capilla el siguiente anuncio:
“No hay vírgenes particulares, todas son advocaciones de la Virgen María.”
El porqué de la presencia de la imagen de la virgen en el monumento parisino, réplica de la guadalupana del Tepeyac, tiene dos versiones. El escritor cubano William Navarrete escribió en el diario El Nuevo Herald en mayo de 2016 que desde finales de los años treinta, se había solicitado la pieza, pero las gestiones se interrumpieron debido a la Segunda Guerra Mundial. https://www.elnuevoherald.com/noticias/mundo/article80452112.html
Y fue hasta 1949 cuando se abrió la capilla y se le impuso una corona de oro a la virgen, con rubíes y esmeraldas:
“Fue encargada a la fábrica de mosaicos del Vaticano y bendecida por el Papa Pío XII antes de que viajara a París. En el momento de su consagración en Notre Dame, un 26 de abril (se cumplirán 70 años este 2019), la ceremonia fue presidida por el arzobispo de la Ciudad Luz, Emmanuel Suhard; el de México, Luis María Martínez; y del de Guadalajara, José Gabiri…”
Por su parte, la curadora y escritora Tayde Acosta Gamas, autora del libro en dos tomos Antonieta Rivas Mercado, obras (que será presentado el próximo 28 de abril en la Casa Rivas Mercado de la Ciudad de México), publicó en su Facebook que luego del tristemente célebre suicido de la mecenas y promotora cultural el 11 de febrero de 1931 en el altar del Cristo Crucificado, el gobierno de Pascual Ortiz Rubio envió la imagen como disculpa por el hecho.
La presidenta de la Fundación Conmemoraciones que ha rescatado la Casa Rivas Mercado, Ana Lilia Cepeda, menciona que se ha aclarado que no fue la razón, pues la imagen se envió años después. La revista México Desconocido señala que la trágica noticia acaparó en su momento todos los diarios parisinos y “en la Catedral de Notre Dame se realizó una ceremonia especial para ‘limpiar’ el recinto de este sacrilegio”.
(https://www.mexicodesconocido.com.mx/antonieta-rivas-mercado-notre-dame.html)
En su libro Se llamaba Vasconcelos (FCE, 1996), el escritor José Joaquín Blanco recupera documentos en los cuales María Antonieta, hija del arquitecto porfirista Antonio Rivas Mercado, describe con anticipación su suicidio, luego de que el político José Vasconcelos le hace sentir que no la necesita, pues los seres humanos sólo necesitan de Dios:
“Terminaré mirando a Jesús, frente a su imagen, crucificado… Ya tengo apartado el sitio, en una banca que mira al altar del Crucificado, en Notre-Dame. Me sentaré para tener la fuerza de disparar. Pero antes será preciso que disimule. Voy a bañarme porque ya empieza a clarear. Después del desayuno, iremos todos a la fotografía para recoger los retratos del pasaporte. Luego, con el pretexto de irme al consulado, que él no visita, dejaré a Vasconcelos esperándome en un café de la avenida. Se quedará (Carlos) Deambrosis acompañándolo. No quiero que esté solo cuando le llegue la noticia.”
El tema del suicido fue tabú para la familia de Albert Edward Blair, con quien se casó Antonieta a los 18 años, antes de conocer a Vasconcelos y al pintor Manuel Rodríguez Lozano, de quien también se enamoraría. Pasaron décadas hasta de que su nuera Kathryn Blair comenzó a indagar y supo entonces quién era la madre del hombre con quien se casó y publicó la novela A la sombra del Ángel. Ahí relata cómo el hijo de Rivas Mercado, Donald Antonio Blair, enfrenta finalmente el hecho (Ed. Planeta, 2018):
“A principios de 2007 llegó Don para comer y, apenas sentado a la mesa, me dijo que quería ir a París. ‘Qué bueno’, le dije, ‘Iremos en mayo cuando el clima es tan bonito’. ‘¡No! Quiero ir la semana entrante’. Me quedé mirándolo. ‘Tiene qué ver con tu mamá, ¿verdad?’. Él estaba en un curso sobre el perdón, así que todo cobraba sentido. ‘Sí. Quiero ir a Notre-Dame, el último lugar donde estuvo viva, y decirle que la perdono. Que ahora reconozco la gran mujer que fue y lo importante que fueron todos esos proyectos que ella inició. Que México la reconoce como la promotora de la cultura moderna. Quiero decirle que la entiendo, la quiero y estoy orgulloso de ser su hijo… Tú me hiciste conocer a la mujer que fue mi madre con tu libro’.”
Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
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