17 jul 2008

Triunfo de Hezbolá


El líder del grupo chií libanés Hezbolá -El Partido de Dios- Hasán Nasralá, apareció en público para dar la bienvenida a los cinco libaneses liberados horas antes por Israel en un canje de prisioneros y cadáveres.
Nasralá saludó a los cinco liberados, que momentos antes salieron de una jaula, pintada de amarillo, después de sacarle los barrotes y portando en sus manos una bandera libanesa y otra del Hezbolá.
En unas breves palabras Nasralá recordó lo declarado en el 2000 cuando los israelíes se retiraron del sur del Líbano después de 22 años de ocupación y dijo que "la era de la derrota terminó; ahora viene la de la victoria".


Los cinco presos libaneses liberados por Israel llegaron a Beirut, tras ser entregados por la autoridades hebreas en la frontera de ambos países; los presos liberados aterrizaron en el aeropuerto internacional de Beirut. Los cinco, vestidos con uniformes militares, fueron recibidos por el presidente libanés, Michel Sleiman, el primer ministro Fuad Siniora, el jefe del Parlamento Nabih Berri y el número dos de Hizbulá, Naim Qasem, además de otros dirigentes del país.En su discurso de bienvenida, Sleiman señaló que aunque hoy es un día de gran felicidad, ésta "será mayor cuando las Granjas de Chebaa y Kfar Chuba (territorios ocupados por Israel) retornen a la patria por todos los medios disponibles". "Su regreso debe también contribuir a que todos los desplazados del Líbano vuelvan al país, ya que este retorno abrirá una nueva página, también deben regresar los desaparecidos o que se revele su destino", agregó. Asimismo, advirtió de los peligros de la discordia que Israel trata de sembrar dentro del Líbano.
Líbano recibe como héroes a los liberadosEl líder de Hezbolá, Nasralá, aparece por tercera vez en público desde el final de las hostilidadesJ. M. MUÑOZ - Rosh Hanikra - El País, 17/07/2008;
Orden militar en el pueblo libanés de Naqura, a tres kilómetros de la fronteriza Rosh Hanikra, para recibir a Samir Kuntar y a cuatro milicianos de Hezbolá, que nada más ser entregados por el Ejército israelí se enfundaron los uniformes de la milicia chií. Fueron saludados a las cinco de la tarde como héroes tras desfilar por una alfombra roja.
Al fin y al cabo, los acogían los suyos. Pero más llamativo fue la recepción en el aeropuerto de Beirut. El presidente, Michel Suleiman; el primer ministro, Fuad Siniora, y el líder de los suníes, Saad Hariri, feroces rivales de Hezbolá, besaron a los recién llegados. En los suburbios sureños de la capital, feudo del partido islamista, se desató el júbilo. Incluso se presentó el jefe de Hezbolá, Hasan Nasralá: aparición en público nada habitual para un líder al que Israel tiene colocado en la mirilla.
Hezbolá se siente vencedor y casi nadie les niega el triunfo. Ha forzado a Israel a negociar, y enfrentado al ejército más poderoso de Oriente Próximo, el movimiento comandado por Hasan Nasralá ha logrado sus metas. Para hacer rehenes israelíes llevó a cabo frecuentes ataques en la frontera desde el año 2000. Lo consiguió en julio de 2006 y ahora todos los prisioneros libaneses viven libres en su país. La capacidad de intimidación de las fuerzas armadas israelíes también ha sido afectada.
Samir Kuntar, que ha purgado 29 años en cárceles israelíes por el asesinato de dos adultos y dos niñas israelíes, se caló la gorra de Hezbolá y, junto a los cuatro milicianos aprehendidos durante la guerra de 2006, se auparon a un helicóptero. Sin duda, antes leyeron en una gran pancarta sobre el estrado: "Libertad garantizada por Nasralá, humillación garantizada por Olmert". Ya en el asfalto del aeropuerto beirutí, nadie faltó. Suleiman habló de "héroes liberados".
Muestra de la trascendencia que Hezbolá otorga a la excarcelación de los presos, es la reaparición de su líder, Hasan Nasralá. Sólo tres veces lo ha hecho. La primera, el 22 de septiembre de 2006, para celebrar lo que denominó la "divina victoria" contra Israel. Por segunda vez, durante una celebración religiosa meses después y ayer, durante unos minutos ante decenas de miles de fieles, para declarar: "Estamos en una época de victorias". Besó a los recién regresados y se marchó. Kuntar se dirigió a la multitud para remachar: "Se terminó la época de las derrotas".
Conmoción en la sociedad israelíObservó en televisión el féretro de su hijo y con la certeza absoluta de que Ehud Goldwasser está muerto, Shlomo admitió que no le sorprendía. Con dolor para siempre, ya podrá descansar. ?No quiero ver a mi hijo, prefiero recordarle como era?, afirmó.
A las puertas de su casa, en la norteña Nahariya, y de la vivienda en Kiryat Motzkin de Eldad Regev, la segunda víctima del ataque de Hezbolá hace dos años, varias personas chillaban y clamaban venganza: ¿Nasralá, pagarás?. La actitud de Shlomo fue muy diferente. Preguntado por las celebraciones en Líbano, Goldwasser contestó: No comprendo cómo pueden celebrarlo después de que murieran tantos libaneses, muchos de ellos civiles, y después de que se destruyeran tantos pueblos y la economía del país?.
Es una reacción plena de sensatez. Pero también refleja un punto de incomprensión sobre la realidad padecida en el sur de Líbano durante 22 años de ocupación (1978-2000). Y sobre la miserable existencia de 400.000 refugiados palestinos, expulsados de sus casas y sus tierras cuando se fundó el Estado de Israel, en 1948. La desesperación, la vida cotidiana miserable ?sólo hay que pasear unos minutos por los campos de Ain el Helwe, cerca de Sidón, o de Chatila, en Beirut? llevan al radicalismo y al desprecio por la vida.
Sucede hoy lo contrario de lo que acaeció hace 60 años. Entonces, los judíos lucharon a muerte para fundar su Estado; cometieron atrocidades contra los palestinos; los jóvenes se jugaban la vida. Muchos habían huido del peor de los horrores: el Holocausto. Ahora, la muerte de un solo soldado israelí o su desaparición provoca conmoción en una sociedad próspera. Y los palestinos, que en 1948 desistieron de combatir a muerte, se muestran dispuestos al sacrificio. Los papeles han cambiado.
***
Israel canjea presos por cadáveresHezbolá entrega los cuerpos de dos soldados capturados antes de la guerra de 2006 - El Gobierno de Olmert deja en libertad a los últimos cinco prisioneros libaneses
JUAN MIGUEL MUÑOZ - Rosh Hanikra -
EL País, 17/07/2008;
La segunda guerra de Líbano, la primera que Israel padeció en territorio propio en sus 60 años de historia, ha concluido. Dos años y cuatro días después del estallido bélico provocado por la captura de dos soldados israelíes a manos de Hezbolá, el Gobierno de Ehud Olmert y la milicia chií completaron ayer el delicado canje de sus cadáveres y los de otros militares hebreos por prisioneros libaneses. Un intercambio que provocó la desazón más profunda en Israel y un goce desmedido en el país árabe.
Bajo un sol de justicia, Rosh Hanikra, un enclave militar fronterizo entre Israel y Líbano, fue tomado por el Ejército israelí, que bautizó la operación de canje "Y los muchachos volvieron". El complejo procedimiento duró 10 horas. Incluyó la devolución de 199 cuerpos, la mayoría de palestinos muertos en las últimas décadas, y la liberación de cuatro milicianos de Hezbolá y de Samir Kuntar -el terrorista condenado a cuatro cadenas perpetuas por el asesinato de cuatro personas en la ciudad israelí norteña de Nahariya en 1979-. La milicia chií entregó los cuerpos de Ehud Goldwasser y Eldad Regev, los reservistas capturados en julio de 2006, y restos de otros uniformados.
Las vicisitudes que han rodeado el canje dan para escribir una enciclopedia: viajes sin cesar del mediador alemán Gerhard Konrad; dos votaciones del Gobierno; consultas a los rabinos del Ejército; manifestaciones para exigir el canje; entrevistas de los parientes de los soldados con el primer ministro, Ehud Olmert; el rechazo de los servicios de inteligencia y de los familiares de las víctimas a la liberación de Kuntar, y la posición favorable del Ejército, cuya prioridad es rescatar a sus soldados, vivos o muertos.
Hezbolá atacó la frontera varias veces antes del fatídico 12 de julio de 2006. Con un solo objetivo: la captura de israelíes para forzar un intercambio. El primero de la lista era el druso Kuntar. Ayer regresó a su tierra natal. Vivo. Goldwasser y Regev también volvieron. En ataúdes negros. La incertidumbre sobre la suerte de los soldados se mantuvo hasta el final. Hasan Nasralá, líder carismático de Hezbolá, ha hecho sufrir lo indecible a los israelíes.
El dolor, la rabia y la frustración se palpaban ayer en Israel. La opinión pública soporta mal la liberación de Kuntar, aunque apoyaba el canje con tal de rescatar a los soldados. La clase política añadía otros motivos. Si la comisión oficial que investigó el desempeño del Gobierno durante la contienda bélica describió un panorama desolador, los avatares de la posguerra demuestran que Israel salió tocado del conflicto.
Son inmensa mayoría los analistas políticos israelíes que califican el episodio de ayer de triunfo rotundo de Hezbolá. Olmert prometió, al desencadenar los devastadores ataques aéreos sobre los pueblos chiíes meridionales de Líbano, que la guerra sólo se detendría cuando Goldwasser y Regev regresaran a casa y cuando Hezbolá fuera desarmada. El alto el fuego se proclamó el 14 de agosto de 2006, merced a la resolución 1.701 de Naciones Unidas. Pero los militares siguieron en poder de Hezbolá. Y lo que resulta más relevante: la milicia chií, lejos de entregar las armas, ha aumentado sustancialmente su arsenal. "La resolución 1.701 fue un fracaso. No funcionó y nunca funcionará", declaró el lunes el ministro de Defensa, Ehud Barak.
La guerra, que causó una enorme destrucción en el sur de Líbano y en las infraestructuras de todo el país y más de 1.000 muertos libaneses -la mayoría, civiles- y 160 israelíes -la cuarta parte, ciudadanos que sufrieron el lanzamiento de 4.000 cohetes Katiusha-, se observa hoy como una decisión sumamente precipitada.
Y las preguntas brotan de nuevo desde hace días. ¿Por qué Olmert se embarcó en una guerra que resultó un fiasco, para después acabar negociando? Los expertos albergan pocas dudas. A punto estuvo de caer el primer ministro cuando la comisión de investigación emitió su durísimo dictamen oficial sobre la guerra. Ahora, contra las cuerdas, afectado por un mayúsculo escándalo de corrupción, Olmert ha acelerado el canje. Habló ayer de la "obligación moral" de recuperar a los soldados. Se antoja demasiado tarde. Nadie apuesta a que el rescate le servirá para salvar su carrera política.

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