8 mar 2009

Policías coruptos

Eran policías, eran asesinos, eran mafiosos
Condenados a cadena perpetua dos ex agentes de Nueva York por ocho crímenes a sueldo del clan Lucchese
BARBARA CELIS - Nueva York -
EL PAIS, 08/03/2009
Los neoyorquinos Louis Eppolito y Stephen Caracappa perpetraron casi todos los crímenes que se suele atribuir a los mafiosos: blanquearon dinero, traficaron con drogas, extorsionaron y asesinaron. Cometieron todos sus delitos parapetados tras un carné de intocables: ambos fueron detectives del Departamento de Policía de Nueva York entre finales de los años 60 y principios de los 90, lo que les permitió trabajar para una de las familias mafiosas neoyorquinas, el clan de los Lucchese. Ambos navegaron impunemente por el río delictivo que dejaron a su paso en una época en la que la corrupción policial era rampante.
Sin embargo, a medida que la mafia ha ido perdiendo poder, aquel Nueva York oscuro fue dejando paso con la llegada del nuevo siglo a otro en el que las alianzas entre mafiosos y policía empezaron a ser tratadas con mano dura por los jueces de la Gran Manzana.
El pasado viernes, los dos policías más corruptos de la historia de Nueva York, que se hallaban en prisión desde 2006, fueron condenados a cadena perpetua y a pagar multas de más de cuatro millones de dólares (3,15 millones de euros) por ocho asesinatos, dos intentos de asesinato, extorsión y venganza contra testigos, blanqueo de dinero y tráfico de drogas, entre otros delitos.
Inexplicablemente, tanto Caracappa, de 67 años, que irónicamente fue uno de los detectives más condecorados de su época, como Eppolito, de 60 años, aún siguen cobrando su pensión como policías: 5.313 dólares al mes el primero y 3.896 dólares el segundo.
Ambos se jubilaron a principios de los años noventa, aunque continuaron a sueldo de los Lucchese, primero en Nueva York y después en Las Vegas hasta su detención, en 2005. Fue la declaración de otro empleado de la mafia, Burton Kaplan, quién provocó su detención y un juicio fulminante que llevó a un jurado popular a declararles culpables en abril de 2006.
Aunque la sentencia se ha retrasado durante casi tres años por apelaciones y cuestiones técnicas, ambos ex policías no sólo han seguido cobrando su pensión desde la cárcel sino que la cobrarán hasta su muerte, sin que puedan destinarse al pago de las multas impuestas por el juez. Las pensiones están consideradas como salario diferido por lo que, aunque un funcionario público resulte condenado por algún delito, su pensión no se toca. Ni la legislación federal de Estados Unidos ni la del Estado de Nueva York prevén qué hacer en estos casos, y la jurisprudencia tampoco ha cambiado la situación. Actualmente hay más de 450 policías, jueces y burócratas corruptos cobrando su pensión de jubilación. Pero a lo largo de su vida laboral Caracappa y Eppolito también cobraron una media de 3.000 dólares mensuales sólo por estar en nómina de los mafiosos, según la sentencia. El propio Anthony, Gaspipe, Gasso, uno de los lugartenientes de la familia Lucchese, dijo en 1994 que se había gastado 375.000 dólares en sobornar a la pareja de policías para que ejecutaran contratos (asesinatos).
¿Cómo llegaron ambos agentes de la ley a convertirse en mercenarios de los mafiosos? Es fácil imaginárselo. Eppolito creció en Nueva York, seno de la Cosa Nostra, en una familia relacionada con el clan de los Gambino, y aunque llegó a publicar un libro titulado Mafia Cop (Poli de la mafia), en el que explicaba como había escogido el camino "de la ley" para huir del destino delictivo que marcaban sus genes, las primeras sospechas de las autoridades neoyorquinas sobre sus prácticas corruptas se remontan a principios de los ochenta. Caracappa comenzó a trabajar con él a principios de aquella década, y desde entonces hasta su jubilación fueron pareja de hecho laboral en el departamento de homicidios de la policía de Nueva York. Tras retirarse, ambos siguieron trabajando para los Lucchese. Eppolito, llegó incluso a ejercer de mafioso en películas sobre el asunto como Uno de los nuestros, de Martin Scorsese. No le debió costar mucho aprenderse el guión.

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