19 abr 2009

Javier Corral

Columna PLAZA PÚBLICA / Miguel Angel Granados Chapa
Retorno a Batopilas
Hay quienes creen que Acción Nacional ha perdido la vocación democrática que mostraba años atrás, y buscan ahora que vuelva a sus orígenes. Maniobras que recuerdan al PRI autoritario se hacen presentes en el partido en el poder
Publicado en Reforma, 19 abril 2009;

Ya tarde el martes pasado se frustró el último intento de evitar que Javier Corral Jurado vuelva a la Cámara de Diputados, de cuya LVII Legislatura fue miembro de 1997 a 2000. El senador mexiquense Ulises Ramírez, ex alcalde de Tlalnepantla y coordinador de asesores de Juan Camilo Mouriño, pidió que se anulara la elección de candidatos a diputados plurinominales en Chihuahua. Lo propuso según explicó, a partir de informaciones que recibió de su compañero en Xicoténcatl, Gustavo E. Madero, quien le refirió las muchas irregularidades que afectaron ese proceso. En realidad, lo que a través de Ramírez intentaba Madero era un recurso extremo para frenar la carrera de Corral a su tercer cargo legislativo federal.
Junto con el líder estatal panista Cruz Pérez Cuéllar, el presidente de la Mesa Directiva del Senado estimuló una coalición de grupos antagónicos entre sí pero a los que era posible unir para oponerlos a Corral. Portadores de mensajes difundidos en la prensa local respecto de la relación de Corral y el presidente Calderón, y el líder del partido Germán Martínez, Madero y Pérez Cuéllar lograron avenir a Velia Aguilar y Arturo Urquidi para que trabajaran en tándem. Con esa fórmula y sobre la premisa de evitar que un enemigo del Presidente se colara a San Lázaro, se llegó a la elección el 29 de marzo. Sin razón formal, a diferencia del cómputo de los aspirantes a diputados de mayoría, que se realizó ese mismo domingo, el correspondiente a la representación proporcional se aplazó al miércoles siguiente, 1o. de abril. Al conocerse los resultados emergió la victoria de la coalición, aunque por una mínima diferencia: de un total de 7 mil 807 votos, Velia Aguilar contó con 3 mil 205 y Javier Corral con 3 mil 203; Urquidi llegó a 3 mil 148 y Victoria Chavira a mil 630. Los dos candidatos restantes, Sergio Pedro Holguín y Víctor Manuel Talamantes sobrepasaron el millar cada uno.
El cómputo mostró, sin embargo, notorias irregularidades en cinco municipios: Batopilas, Nonoava, San Francisco de Borja, Huejotitán y Ocampo. El primer caso entrañaba un rudo e insolente mensaje. Allí hubo una casilla de las que se llaman zapato, donde el triunfador obtiene todos los votos y en consecuencia sus adversarios ninguno: la dupla Aguilar-Urquidi tuvo 49 votos y Corral cero. Para lograr ese extraño resultado quienes lo urdieron practicaron algunas de las peores técnicas del fraude electoral priista; hacer que los muertos votaran y que lo hicieran también quienes no se aproximaron siquiera a las urnas.
Corral había buscado conferir un carácter emblemático a su campaña. La llamó Volver a Batopilas. En ese poblado minero de la sierra tarahumara nació el 27 de febrero de 1897 el fundador del PAN, Manuel Gómez Morin. Con esa alusión, Corral invitaba, urgía más bien, a los panistas a regresar al origen, a los móviles históricos del partido, olvidados a su juicio por el "pragmatismo rampante" que impera hoy allí. También quiso hacer autocrítica al gobierno estatal de Francisco Barrio (1992-1998) y a los dos gobiernos federales panistas, cuyo desempeño no ha podido sacar a Batopilas de su condición, triste y avergonzante condición, de ser el municipio de mayor marginalidad en América Latina y el primero de mortalidad infantil en nuestro país.
La coalición en su contra y sus mapaches quisieron dar no una bofetada, sino un puñetazo en la mandíbula de Corral con un resultado que en la cuna del fundador le fuera enteramente adverso. Pero se les pasó la mano. Tanto, que la elección en los cinco municipios impugnados fue anulada en las instancias electorales del partido. Al cabo, la Comisión Nacional de Elecciones determinó que descontados los votos inválidos (los votos fraudulentos) Corral obtuvo el primer lugar estatal y por lo tanto quedó inscrito en el número ocho de la lista correspondiente a la primera circunscripción (que además de Chihuahua comprende los estados de Baja California, Baja California Sur, Jalisco, Nayarit, Durango, Sinaloa y Sonora).
Al impugnar el proceso, Corral no pretendía tanto, aunque al fin lo consiguiera, volver a San Lázaro sino a Batopilas. El que se cometieran en el PAN maniobras que identificaron al PRI autoritario denotaba con mayor fuerza la necesidad de retornar al origen, de evitar la mimetización con su principal adversario que el poder había favorecido en Acción Nacional. Más que castigo para los responsables directos e indirectos de las maniobras vitandas, lo que es preciso en la concepción de Corral es que su partido recupere la vocación democrática que lo caracterizó.
Seguramente para frustrarlo en ese propósito en la reunión del martes pasado del Comité Nacional el senador Ramírez presentó la moción de anular los comicios internos. No fue paradoja, sino cinismo, que la iniciativa partiera de quien obró en la misma línea del fraude, si no es que lo propició. Como lo dijo en la discusión el senador Ricardo García Cervantes, los adversarios de Corral no querían admitir que habían sido derrotados. Hablaron a favor de la anulación Jordi Herrera, antiguo secretario particular de Calderón, Eduardo Rosales, polémico dirigente del PAN en Jalisco, que representa el punto de vista de Francisco Ramírez Acuña (que de ese modo quizá buscó refrendar su credencial calderonista, con miras a la elección de jefe de la bancada en la próxima legislatura) y Alejandro Vázquez, ex líder en Veracruz, entregado por completo al neopanista Miguel Ángel Yunes. En contra de la anulación, además de García Cervantes, hablaron Cecilia Romero, Herbert Taylor y Manuel Espino, ninguno de los cuales es afín a Corral, pero advertidos todos del propósito último de la moción de Ramírez-Madero.
Fue especialmente llamativa la posición de Espino, cuyo grupo en Chihuahua ha mantenido un fuerte antagonismo con Corral. Como quedó claro hace no mucho en la presentación del libro del ex dirigente nacional, Señal de alerta, las posiciones del antiguo y próximo legislador difieren por completo de las de Espino. Pero los aproxima ahora la inquina manifestada contra ambos por el líder panista Germán Martínez. Espino aprovechó la reunión del martes para solicitar una cita con su sucesor, quien ha rehusado hablar con él pese a su insistencia en solicitarlo. Después de que el miércoles y el jueves no se produjo la respuesta esperada, Espino se plantó anteayer viernes en la sede nacional del partido que dirigió. Martínez lo dejó esperando
tres horas, y éste es el momento en que no ha accedido a hablar con él.
Calderón, Martínez y Corral mantuvieron hasta hace poco una proximidad ideológica y una amistad personal que llevó al chihuahuense a ser vocero de su partido durante los años en que el ahora presidente de la República dirigió el PAN. Con Martínez fue miembro del Comité Nacional panista hasta julio del año pasado, en que renunció a continuar en ese órgano de dirección. Lo hizo, según manifestó al público, porque ha desaparecido el debate en ese comité, ausencia que preocupó a Corral especialmente cuando se propuso y aceptó que Martínez explorara la posibilidad de coaligarse con el partido de Elba Esther Gordillo para la elección federal en curso. Aunque ese nexo no se formalizó, es seguro que a Corral repugnara el olvido panista del papel que la entonces delegada priista desempeñó en el fraude que impidió a Francisco Barrio llegar a la gubernatura de Chihuahua la primera vez que lo intentó.
Corral se fue del CEN de su partido también por el sometimiento del panismo, incluyendo al gobierno, al poder de las televisoras, que es un fenómeno que de tiempo atrás preocupa al político chihuahuense. Presidió la Comisión de Radio, Televisión y Cinematografía en la Cámara de Diputados, y la de Comunicaciones en la de senadores. Desde ambos lugares reconoció la necesidad de una nueva legislación de medios y se opuso, por lo tanto, a la Ley Televisa, que consagraba las prebendas establecidas y aun las acrecentaba. Al ser derrotada su posición, encabezó a los senadores de la minoría al presentar una acción de inconstitucionalidad al cabo de la cual la Suprema Corte de Justicia melló ese instrumento que habría magnificado la capacidad de control social de que disponen Televisa y TV Azteca.
Corral es para ellas su pluma de vomitar. Es peligroso para la República que también lo sea, por ese motivo, para el Presidente y el líder de su partido.
Correo electrónico: miguelangel@granadoschapa.com

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