20 jun 2011

El Palacio de Covian

Columna Sólo para iniciados/Juan Bustillos
Impacto Diario, 19 de junio de 2011;
Pudo ayudarle mucho a Calderón, pero no le concedió el tiempo necesario para serle de utilidad
El Presidente Calderón ha tenido mala suerte o mal tino, para el caso es lo mismo, en la selección del secretario de Gobernación.
Francisco Javier Ramírez Acuña pudo ayudarle mucho, pero no le concedió el tiempo necesario para serle de utilidad. Peor aún, a diario le faltaba al respeto. Juan Camilo Mouriño no desperdiciaba oportunidad para mostrar que todo se manejaba desde su despacho de Los Pinos. Era usual que en los eventos oficiales, el jefe de la Oficina de la Presidencia estuviera en el presidium sentado al lado de Calderón en tanto que el responsable de la política interior miraba resignado el espectáculo desde ring side.
Ramírez Acuña había hecho sus propios planes para durar dos años en Gobernación, pero no contó con el nerviosismo del joven Iván que ante el temor de ser empujado a buscar la candidatura a gobernador de Campeche apuró los tiempos y se mudó a Bucareli cuando aún no maduraba.
La recepción fue criminal. Andrés Manuel López Obrador le dio la bienvenida con documentos supuestamente probatorios de la comisión de tráfico de influencia en favor de las empresas de su familia cuando despachaba con Calderón en la Secretaría de Energía o en la Comisión de Energía de la Cámara de Diputados.
Salvó la cabeza gracias a la generosidad de Emilio Gamboa y Manlio Fabio Beltrones que desactivaron la acción del Congreso en su contra, pero él mismo se hundió con la ridícula defensa aconsejada por su oficina de asesoría: para servir a los mexicanos renunció al disfrute del bucólico territorio que lo arropó como suyo, Campeche, y también a trabajar en los florecientes negocios familiares.
Otro que lo ayudó a escapar de la barranca fue Genaro García Luna, cuyo auxilio fue definitivo para evitar que la izquierda impidiera la aprobación de la reforma petrolera en el Senado, pero también lo puso a presentar capos capturados por la Policía Federal. Irónicamente el tema de la seguridad le costó la vida. Regresaba de San Luis Potosí con José Luis Santiago Vasconcelos de un evento al respecto cuando su avión se desplomó sobre las Lomas de Chapultepec, en la Ciudad de México. Dicen que fue accidente.
Su sucesor, Fernando Gómez Mont, pronto entró en colisión con el PAN y el Presidente Calderón. Resulta ocioso recordar los enfrentamientos, a causa de la alianza electoral panista con el PRD, con César Nava y después con Maximiliano Cortázar. Resultado de los pleitos con el primero fue su renuncia a su militancia partidista, y de los entablados con el director de Comunicación Social, su dimisión en Gobernación.
Fue así como Calderón encargó la política interior a Francisco Blake. El Universal Gráfico lo recibió con un titular genial que definió correctamente la situación: “Who is Blake?”.
Blake es un abogado que fue regidor del ayuntamiento de Tijuana, diputado local y secretario general de Gobierno en Baja California, diputado federal y aspirante en 2009 a procurador general de la República.
Desde el arribo de Blake a Gobernación, el Presidente decidió regresar a Los Pinos las funciones que Mouriño llevó consigo al viejo palacio de Covián; las depositó en manos de Roberto Gil a quien Margarita Zavala le impidió ser líder nacional del PAN.
Pero no todas las funciones las tiene la Secretaría Particular del Presidente; en las últimas semanas la más afanada operadora política es Alejandra Sota, cuyo hiperactivismo ha logrado desactivar bombas que de otra manera habrían enrarecido aún más el clima político.
No cabe duda que en estos tiempos, algunos jefes de prensa terminaron por convertirse en los activos más importantes de sus jefes. La señora Sota impresiona incluso a los profesionales.

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