2 mar 2012

Embajador Adam Blackwell. Foro en México

Reunión Hemisférica de Alto Nivel contra la delincuencia organizada transnacional; Ciudad de México, 1 de marzo del 2012
"La participación de estas bandas criminales en procesos electorales amenazando o, incluso, asesinando candidatos y, en muchos casos, imponiendo a sus propios candidatos. Es una expresión más del riesgo que impone la delincuencia organizada sobre la preservación de nuestras instituciones democráticas...."
Embajador Adam Blackwell, Secretario de Seguridad Multidimensional de la Organización de Estados Americanos.
Presidente; Procuradora; Canciller; Secretario de Gobernación; distinguidos invitados:
En nombre del Secretario General de la Organización de Estados Americanos, señor José Miguel Inzulza, quisiera felicitar muy especialmente al Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, el señor Felipe Calderón; a su Procuradora General de la República, la señora Marisela Morales, y a su Secretaria de Relaciones Exteriores, la Embajadora Patricia Espinosa; por la excelente iniciativa de reunirnos en esta ocasión, para avanzar hacia una mayor y mejor coordinación de nuestros esfuerzos hemisféricos contra la delincuencia organizada transnacional, en todas sus expresiones.
Quisiera agradecerles, en particular, por habernos invitados a ser socios y coparticipantes de esta reunión. La OEA se ha preocupado de avanzar en el combate de la delincuencia organizada transnacional desde hace varios años atrás.
Y nos complace compartir nuestra experiencia y nuestras capacidades en la materia, a efecto de consolidar los diálogos que se realizan en esta reunión, así como para apoyar las acciones que en ella resulten.
Estoy convencido de que fortaleciendo y juntando nuestros esfuerzos, estaremos en condiciones, finalmente, de imponernos sobre ese adversario común, a fin de garantizar, plenamente, la seguridad ciudadana y la paz hemisférica; así como para preservar la sustentabilidad democrática y el imperio del Estado de Derecho en la región.
La delincuencia y la violencia son, hoy en día, las principales amenazas a la seguridad de nuestros estados. En 2010, último  año para el cual el Observatorio Hemisférico de la Seguridad de la OEA dispone de datos oficiales: Más de 357 mil personas murieron, de manera violenta, de todo el Continente.
Durante este año, alrededor de 200 millones de personas de América Latina y el Caribe, alrededor de un tercio de todos los habitantes de la subregión fueron víctimas de un delito, entre ellos, más de dos tercios de todos los secuestros del planeta.
Los datos oficiales indican que el número de homicidios dolosos en 2010 ascendió a casi 150 mil casos, y 75 por ciento de estos homicidios se cometen con armas de fuego, lo que señala un desafortunado liderazgo para las Américas, siendo el Continente Americano la región del mundo en la que se cometen más homicidios por arma de fuego.
La delincuencia organizada transnacional es, gran medida, responsable de esta situación, por ser el motor principal del tráfico ilícito de drogas, de armas, de la trata y tráfico ilícito de personas.
En todas las esferas en que actúa, genera situaciones que afectan la salud, la integridad física, el patrimonio, la libertad y la tranquilidad de nuestros ciudadanos, y pone en riesgo la estabilidad económica y la vulnerabilidad democrática en nuestra región.
En muchos de nuestros estados, la delincuencia organizada amenaza importantes áreas de actividad económica como el turismo, la producción agraria, y llega a afectar el control territorial del Estado, dejando zonas geográficas enteras en manos de bandas criminales, las cuales tienden a alterar los procesos institucionales democráticos y actúan como agentes corruptores en instituciones públicas y privadas.
El control de organizar organizaciones criminales sobre varias comunidades o zonas geográficas más amplias, dificulta e impide o, como en algunos casos, sustituye la acción de las instituciones públicas y representa una amenaza cumplida a la vulnerabilidad y sustentabilidad democrática.
De la misma forma, la participación de estas bandas criminales en procesos electorales amenazando o, incluso, asesinando candidatos y, en muchos casos, imponiendo a sus propios candidatos.
Es una expresión más del riesgo que impone la delincuencia organizada sobre la preservación de nuestras instituciones democráticas.
La corrupción, producto de actividades delincuenciales, contamina tanto el sector público como el sector privado, y contribuye a desprestigiar a estas instituciones.
Sabemos que alrededor de un tercio de los habitantes de América Latina y el Caribe fueron víctimas de algún delito. Esta fría estadística no debe, sin embargo, ocultar una realidad mucho más dramática, el costo humano, el costo socioeconómico, el costo político.
La delincuencia y la violencia son un grave freno para el desarrollo y el bienestar de nuestras sociedades, y son un desafío para el fortalecimiento institucional de nuestros Estados.
De hecho, la delincuencia organizada dificulta el cumplimiento de las obligaciones del Estado, y, en particular, la de proteger a sus poblaciones y de ser un catalizador económico a nivel nacional e internacional. Al contrario, tiende a producir mayor pobreza y desigualdad, muertes, corrupción, migraciones descontroladas, disminución de la inversión y pérdida de confianza en las instituciones democráticas.
Destruirla no sólo es un imperativo socioeconómico y político, es un imperativo moral. Debemos entender que el combate a ese flagelo es combatir lo más negativo de la naturaleza humana y promover valores de respeto, bienestar y convivencia pacífica.
Nuestros Estados se han comprometido a avanzar a la consolidación de una respuesta hemisférica efectiva y sostenible contra la delincuencia organizada transnacional. Nuestros pueblos han expresado la necesidad y la voluntad de avanzar hacia el mejoramiento de su seguridad cotidiana.
Colegas:
Debemos dedicar esta reunión a todas las víctimas de este flagelo y a todos aquellos que han obrado por combatirlo.
Estamos en momento crítico para consolidar nuestros esfuerzos colectivos, generar consensos e implementar acciones coordinadas. No podemos trepidar si los resultados parecen pequeños.
Esta lucha debe ser progresiva y cada paso que demos, será un paso adelante en el fortalecimiento de nuestras capacidades para enfrentar dedicadamente las amenazas de la seguridad de nuestra región y, particularmente, de la delincuencia organizada transnacional.
Nuestros logros ya son varios pero el camino sigue siendo largo. Estoy convencido de que la creación de sinergias y el fortalecimiento de vías efectivas de cooperación hemisférica, son nuestra vía de escape.
No permitamos más que la delincuencia organizada transnacional amenace a nuestros pueblos y a nuestros gobiernos, y unámonos para avanzar en el mejoramiento de la seguridad pública en nuestro hemisferio.
Muchísimas gracias.

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