20 abr 2013

Los riesgos políticos del atentado


 Los riesgos políticos del atentado
La estrategia contra el terrorismo, la reforma migratoria o las relaciones con Rusia pueden verse influidas por este episodio
ANTONIO CAÑO El País 19 ABR 2013;

La investigación del atentado de Boston, cuyas consecuencias pueden variar considerablemente si se trata de una acción aislada o planificada desde el exterior, presenta ya una serie de desafíos políticos y de seguridad que pueden acabar influyendo en la agenda de Gobierno de Barack Obama, quien, de entrada, se encuentra ante el riesgo de prolongar una guerra contra el terrorismo que se pretendía superada.
Incluso la expresión de guerra contra el terrorismo, instaurado durante el tiempo de George W. Bush, había desaparecido del lenguaje oficial de esta Administración desde hacía tiempo. Obama pretendía dejar terminadas las dos grandes guerras de ocupación que heredó, y había definido su estrategia contra Al Qaeda con acciones precisas, principalmente ejecutadas con drones (aviones sin tripulación).

La superación de la guerra contra el terrorismo se había trasladado al presupuesto nacional con la desviación de gran parte de los fondos que ésta consumía hacia la inversión en el desarrollo y con la reducción de los gastos del Pentágono.
Incluso si el episodio de Boston es un hecho aislado atribuible a la mente enferma de dos hermanos fanáticos, servirá de recordatorio de que la amenaza del terrorismo sigue presente y será argumento de quienes advierten que reducir el prepuesto destinado a la seguridad supone un riesgo inaceptable.
Un crimen de esta naturaleza, que revela la vulnerabilidad de inocentes ciudadanos que participan en algo tan pacífico y festivo como una carrera popular, es siempre un perfecto caldo de cultivo para la demagogia y el oportunismo. La población, al instante, se muestra atemorizada e inclinada a escuchar a quienes les prometen mano dura y rápidas represalias.
 Eso mismo es válido para anticipar los efectos que este episodio puede tener en el debate sobre la reforma migratoria, que actualmente se encuentra en su punto culminante en el Congreso. Entre los objetivos de esa ley está el de legalizar a más de once millones de inmigrantes que actualmente están en el país sin documentos. Uno de los argumentos que se escuchan estos días en contra de esa medida es el de que permitirá obtener permiso de residencia a muchos sujetos peligrosos que no lo merecen.
 No es difícil deducir que esas quejas encontrarán alimento fresco si se confirma que la salvaje agresión contra el maratón de Boston fue cometida por extranjeros que vivían aquí gracias a la supuestamente generosa política de visas de este país.
 La reforma migratoria está actualmente impulsada por motivos políticos muy poderosos en ambos partidos. En el Partido Demócrata, porque se lo deben a los hispanos que votaron por su candidato, y en el Republicano, porque necesitan imperiosamente reconciliarse con esa comunidad para volver a la Casa Blanca.
 Esos motivos parecen más que suficientes como para compensar el ruido alarmista que se generará de la investigación en Boston, pero también puede hacer la misión más difícil, retrasar los plazos y, en última instancia, complicar la consecución de una mayoría en el Congreso que no está todavía garantizada.
 Es, merecidamente, motivo de confusión y sorpresa el daño enorme que dos bombas caseras fabricadas con ollas a presión pueden acabar inflingiendo al estado más poderoso de la Tierra, pero lo cierto es que hasta su política exterior y su economía pueden verse afectadas por este suceso.
 Al ser los presuntos culpables del atentado de origen checheno, el asunto se convierte en un tema de interés en las relaciones con Rusia, el principal objetivo y el mejor conocedor del terrorismo islámico procedente de ese territorio. Obama puede necesitar la ayuda de Vladimir Putin para resolver las últimas conexiones de este caso, del mismo Putin a quien la Casa Blanca ha criticado en el pasado, precisamente por su política implacable en Chechenia, y, más recientemente, por su posición sobre Siria.
 No hay aún pistas de que los dos jóvenes que actuaron en Boston tuvieran conexiones en Chechenia o actuaran por órdenes recibidas de allí. Tampoco hay por qué anticipar que Putin no colaboraría plenamente de ser requerido por Washington. Pero lo que sí es previsible es que el asunto ha empezado a ser tratado ya en el teléfono con Moscú.
 Las noticias circulan hoy con mucha rapidez y desaparecen con tanta velocidad como llegan. Es probable que dentro de una semana solo se acuerden de Boston quienes realmente estén afectados. Pero hoy la imagen de EE UU vuelve a verse asociada al terrorismo. Vuelve a mirarse a este país como un destino de riesgo en el que, hasta participar en un maratón, puede resultar peligroso. Claramente no es así, si se mira en perspectiva, pero habrá muchos turistas que no lo vean igual.
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¿Integrados pero yihadistas?/ Fernando Reinares es investigador principal de Terrorismo Internacional en el Real Instituto Elcano y catedrático de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos.
 EL País, 19 ABR 2013
Según distintos testimonios de personas con quienes han tenido relación, los hermanos Tamerlán y Dzhokhar Tsarnaev, de origen checheno pero residentes en Estados Unidos desde hace una década, tenían actitudes y conductas que apenas se distinguían de las de tantos otros jóvenes norteamericanos de su misma edad, 26 y 19 años respectivamente. El mayor de ellos, Tamerlán, que contaba con unos 15 años cuando su familia se afincó en Massachusetts, procedente de Daguestán, se consideraba a sí mismo un musulmán devoto, expresaba sus sentimientos antirrusos y favorables a la independencia de Chechenia, estudió ingeniería, disfrutaba del rap y practicaba el boxeo. En el instituto donde cursó estudios recuerdan al menor de los dos, Dzhokhar, como un chico estadounidense normal, brillante como alumno y popular, que participaba activamente en la vida escolar, dentro de la cual destacaba como miembro del equipo de lucha, antes de iniciar sus actuales estudios universitarios.
 Hace aproximadamente unos cinco años, Tamerlán empezó a lamentarse de no entender a los norteamericanos ni contar con amigos entre ellos. En los últimos meses, su canal de YouTube denotaba interés tanto por contenidos religiosos de orientación radical como por actividades terroristas. Hacia inicios de este año, por su parte, Dzhokhar, que acudía a una mezquita próxima a su domicilio, decidió abandonar el deporte de la lucha, mientras dejaba constancia de inquietudes similares a las de su hermano en una red social rusa. Ignoramos las circunstancias familiares por las que venían atravesando y otras vicisitudes que ayudarían a entender los derroteros por los que acabaron conduciéndose. Pero una hipótesis plausible es que el mayor de los hermanos sufriera una acusada crisis de identidad, tras 11 años en Estados Unidos, cuyo efecto habría sido la adopción de una visión radicalizada del credo islámico y la transformación de sus afinidades nacionalistas en valores yihadistas. El menor, que lo admiraba profundamente, habría sucumbido a su influjo.
 La transformación del nacionalismo checheno en parte de la yihad global es bien evidente en la propaganda que actualmente divulga el denominado Emirato del Cáucaso, la entidad que aglutina a los distintos grupos armados insurgentes existentes en las demarcaciones de dicha región que corresponden a la Federación Rusa. Pero no hay base, en estos momentos, para afirmar que los hermanos Tsarnaev, caso de ser quienes han perpetrado los atentados de Boston, habrían actuado de un modo independiente, respondiendo a la llamada que para llevar a cabo acciones de ese tipo reiteran líderes de Al Qaeda y otras organizaciones yihadistas, o en relación con mandos de alguna de estas. Mirando desde una perspectiva española los atentados terroristas de Boston y las características de sus presuntos autores, llama la atención que el pasado mes de agosto fuesen detenidos en nuestro país dos individuos, uno nacido en Chechenia y otro en Daguestán, presuntos integrantes de Al Qaeda.

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