Evita
mexicana deportación en iglesia
Robles,
nacida en Hermosillo, Sonora, tiene 41 años, está casada y es madre de dos
hijos. Foto: Vía @WeStandWithRosa
Nota de Pablo
Ximénez De Sandoval/ El País Internacional
Reforma, Tucson,
Estados Unidos (30 junio 2015).-
Era
uno de esos desvíos provisionales que hace la Policía poniendo conos en el
suelo de la calle.
Rosa
Robles Loreto no vio bien por dónde iba el carril y tiró un cono con la rueda.
No hace falta nada más para que un migrante indocumentado arruine su vida en
Estados Unidos.
Le
pidieron la identificación que no tenía, el seguro que no tenía, la prueba de
residencia que no tenía. Donde un ciudadano estadounidense se habría llevado
una multa, Rosa Robles fue detenida 60 días y salió con una orden de
deportación.
Robles,
nacida en Hermosillo, Sonora, tiene 41 años, está casada y es madre de dos
hijos. Vive en Tucson desde 1999 y siempre se ha ganado la vida limpiando
casas.
Aquello
fue en 2010. El 7 de agosto de 2014, agotados todos los plazos legales, cuando
la deportación era legalmente inevitable, Rosa Robles decidió que no iba a
renunciar a una vida hecha en EU y buscó refugio en la Iglesia Presbiteriana
del Sur de Tucson.
Allí
vive desde entonces, acogida en el santuario, con la esperanza de que su caso
sea revisado y al menos se le dé una prórroga de estancia.
Legalmente,
nada impide a la Policía de fronteras entrar en la iglesia por ella con una
orden de detención. Pero la imagen sería demoledora. El santuario parece
funcionar.
"ICE
(la Policía que ejecuta las deportaciones) está muy duro", dijo Rosa a El
País en el interior de la iglesia. "No nos quieren dar otra
oportunidad".
El
pasado sábado 20 de junio, unas mil personas acudieron a la iglesia a mostrar
su solidaridad con Robles y su familia.
Hicieron
una pequeña manifestación y luego un servicio religioso en recuerdo de los
deportados y los muertos en la frontera del desierto.
Carteles
de "Apoyamos a Rosa" se pueden ver en varios comercios del centro de
Tucson.
"Esta
iglesia es muy de apoyar a la gente", comentó Robles junto a su marido,
Gerardo, y sus hijos, Gerardo y José Emiliano.
El
caso de Robles tiene sus esperanzas puestas en el precedente de Daniel Neyoy.
Nacido
en Los Mochos (Sic por Mochis), Sinaloa, Neyoy entró ilegalmente en Estados Unidos en el año
2000 por el desierto de Arizona después de una semana caminando solo en la que
estuvo a punto de morir.
Se
instaló en Tucson, tuvo una familia, pero una infracción de tráfico lo puso al
borde de la deportación en el año 2013. Se metió en el santuario en la iglesia
de Harrington.
"Fui
a la Policía de fronteras y les dije: 'Yo no me voy'", explicó al medio
español durante la manifestación a favor de Rosa Robles.
"En
México no tengo nada. Mi vida está aquí".
El
Gobierno federal aceptó parar su deportación durante un año. La orden de
deportación se mantiene, solo que no es una prioridad. La prórroga se cumple
ahora y no sabe si se la renovarán.
Hay
diferencias legales entre un caso y otro.
Neyoy,
al ser padre de un hijo estadounidense y llevar más de cinco años en EU cumple
las condiciones para beneficiarse del programa de protección contra la
deportación anunciado por el Presidente Barack Obama el pasado 20 de noviembre
(programa Dapa).
Aunque
la medida está parada por un juez de Texas a petición del Partido Republicano,
la situación es lo bastante ambigua como para considerar que tiene derecho a
permanecer en el país.
En
el caso de Rosa Robles, sus hijos son mexicanos. Aunque ellos cumplen las
condiciones para la protección contra la deportación (programa Daca), ella no.
La
abogada de ambos casos, Margo Cowan, explicó por teléfono que Robles cumple
muchas condiciones que han sido tenidas en cuenta en otras ocasiones para
frenar una deportación, como su impecable historial policial, su implicación en
la comunidad, los medios de vida y su cumplimiento con los impuestos.
"Estamos
comprometidos con mantener a las familias unidas. El mensaje es que no es
aceptable separar familias", señaló.
Rosa
y Daniel son dos casos de los 10 que hasta ahora contabilizó el autodenominado
movimiento santuario, que trata de extender esta práctica ante deportaciones
que consideran desproporcionadas.
Sólo
tres permanecen en el santuario. El resto logró parar temporalmente la deportación.
La
práctica del santuario remite a principios de los 80, cuando la Iglesia
Presbiteriana del Sur de Tucson empezó a acoger a ciudadanos de Guatemala y El
Salvador que huían de las guerras de sus países.
En
esta iglesia tienen su sede Tucson Samaritans, una de las organizaciones
locales que dan ayuda humanitaria a los migrantes en el desierto de Arizona,
junto con No More Deaths.
"Las
comunidades de fe religiosas se abren a los que tienen miedo", dijo la
pastora de la iglesia, Allison Harrington, para explicar su decisión.
El
caso de Daniel, el primer acogido en santuario en esta iglesia en 35 años, es
un caso claro de alguien que no debía ser deportado.
"Ha
relanzado el movimiento", señaló Harrington.
En
su opinión, cualquier comunidad de fe haría lo mismo por uno de sus miembros en
la situación de Rosa y Daniel.
Leer
más:
http://www.reforma.com/aplicacioneslibre/articulo/default.aspx?id=579104&md5=3757a9d326c44071700ec920d5f664dc&ta=0dfdbac11765226904c16cb9ad1b2efe#ixzz3eZ8uMjb1
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